Capítulo # 44
En la empresa Dupuis.
En la oficina de Anastasia.
Tasia escuchó cómo estaba alterado Alain, escuchaba su voz enfurecida y sintió alivio cuando Emir le había colocado una lata de refresco en la nariz para aliviar un poco el golpe.
—Gracias, señor Yilmaz —dijo con cierto alivio. De seguro el golpe no era mayor cosa, pero sí le dolía.
—El sangrado se detuvo, es que abrí la puerta de golpe —comentó con preocupación. No había medido su fuerza—. Precisamente tenías que ser tú.
—¡Ah, por favor! —exclamó molesta.
En eso entró Alain, siendo controlado por Charlotte, que no iba a permitir que su amigo cometiera una locura.
—¿Qué te pasó? —preguntó Charlotte acercándose a ella y asustada—. ¿Quién fue el animal que te golpeó?
—Fui yo, pero en mi defensa no sabía que estaba ahí —respondió Emir.
El francés miraba al turco con unos ojos asesinos; necesitaba una explicación convincente para no matarlo a golpes.
—Explícate —pidió él.
—Yo iba a tu oficina para decirte algo y Emir no sabía que estaba ahí, cuando abrió, me golpeó con la fuerza en la que abrió la puerta —aclaró ella con dolor—. Me duele.
Charlotte revisándola y tocó la nariz; al hacerlo, ella dio un grito de dolor.
—No está rota —comentó la rubia—. Se te va a hinchar.
—Lo siento tanto, Anastasia —dijo Emir, sintiéndose culpable—. Solo quería platicar contigo sobre lo que tú y yo sabemos.
Charlotte miró a la morena con seriedad.
—¿Qué ocultan ustedes dos? —preguntó celosamente.
—Nada, el señor Yilmaz quiere que organicemos el cumpleaños de Emiliano con la temática turca.
El turco estaba incrédulo por la información que ella estaba dando, estaba diciendo mentiras.
—Amor, vamos para la clínica —pidió su esposo ayudándola a levantarse, pero se asustó porque ella se mareó—. ¿Estás bien?
—Sí, creo que el dolor me tiene un poco confundida —respondió con calma.
Alain estaba tan preocupado en llevar a su mujer a la clínica que no quería saber nada más.
Charlotte miraba a Emir con cierto reproche. Él ni siquiera se había molestado en preguntarle cuándo su hijo había nacido y estaba diciéndole a Anastasia que le preparara el cumpleaños de una temática turca; tenía que estar muy mal de la cabeza.
El francés agarró el bolso de su mujer y salieron de la oficina. La rubia se le pegó atrás a su amigo para acompañarlo a la clínica, no lo dejaría solo con su amiga.
Alain le pidió que se quedara, que no tardaría mucho y que regresarían.
Charlotte se enojó con su amigo, pero al final entendió de que él quería estar a solas con ella.
Mientras que Emir se encontraba frustrado porque no pudo hablar con la morena, que había encontrado algunas cosas de Joseph en la mansión que tenía y algo le decía que eso le pertenecía a ella.
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Unas horas después.
Lo de Anastasia no había sido grave y que no era para estar preocupándose de que descansara el día de hoy y que al día siguiente estaría como si nada.
Alain estaba tranquilo en saber que su mujer, estaba bien y que no tendría que matar al turco.
—Quita esa cara —comentó su mujer mirándolo.
—Es que… No entiendo cómo te golpeo —soltó con enojo.
—Fue un accidente, Alain, y punto —dijo para que quitara ese rostro de molestia—. Ven aquí —invitándolo a la cama. Su esposo se acostó a su lado—. Los accidentes pasan por algo.
—Nos arruinó el día —comentó con rabia.
Ella sonrió, nunca lo había visto comportarse de esa manera y podía entenderlo en cierto modo.
—Emir, solo quiere lo mejor para su hijo, eso es todo —le mintió. Aún no le había dicho a su esposo que Emir era el faraón en la mafia y no sabía cómo lo tomaría Charlotte al momento que se enterara de ese detalle—. Tenemos que comprenderlo.
—Está bien, lo haré por ti.
Tasia se sentía soñolienta por causa del medicamento y se quedó dormida al poco tiempo. Alain salió tiempo después de la habitación y fue para el despacho a seguir buscando información sobre sus padres. Nunca había sentido esa necesidad de tocar las cosas de su padre, pero ya era hora de investigar un poco más y descubrir todo.
—Señor —habló Axel, mirándolo con cierto temor—. ¿Qué hará?
—Buscar información, Axel, ya estoy cansado de huir de la realidad y saber qué paso realmente —comunicó con seriedad.
—Entonces, lo hará conmigo, porque yo sé muchas cosas que usted desconoce, señor.
La seriedad de Axel lo dejó sin palabras. Axel trabajaba con su padre mucho antes de que él naciera y siempre lo había visto como un tío más. Muchas veces llegó a creer que él sabía mucho más de lo que él le negaba.
—Entra.
Ambos entraron al despacho y Axel miró el lugar sagrado de su padre, que era su lugar favorito. Muy poco permitía que entrara allí.
—Huele todavía a él —comentó con cierta nostalgia.
—El señor Imanol era muy bueno —comentó el empleado con tristeza.
Alain, ni habló, se encaminó hacia la caja fuerte e introdujo la clave de seguridad y lo abrió fácilmente. Su padre siempre le decía que la fecha de cumpleaños de su madre era demasiado importante para él.
—Tiene muchas joyas y documentos —dijo con asombro.
—Señor, el señor Imanol siempre guardaba las joyas que su abuela apreciaba y también algunas de su difunta madre.
—¿Y por qué lo hacía? —preguntó con extrañeza.
—Era la herencia de la primera niña Dupuis, pero ya tenemos una y es la niña Alaia.
Al francés se le hacía extraño que su padre guardara esas joyas, se suponía que su madre siempre las usaba desde que recordaba y eran una pareja muy feliz. Una vez su papá le confesó que anhelaba tener una niña y que nunca se le había dado, pero nunca entendió por qué no quisieron tener otro hijo.
—¿Tú sabes, por qué mis padres no quisieron tener más hijos?
—Por lo que entendí, la señora no quería tener hijos y el señor le pidió uno al menos y por eso lo tuvieron a usted. Yo pienso que, como la señora siempre estaba ocupada, no tendría tiempo de poder atenderlo como se debía, pero resultó ser una madre excelente y nunca más el señor volvió a pedirle otro hijo.