Y todo comenzó con un trato

Capítulo 4

La pre—despedida de soltera

Grecia

Faltaban tan sólo tres días para navidad, todas las personas ansiaban que esa fecha llegara y yo también. Aunque consideraba un abuso por parte de los vendedores (se supone que debería comprenderlo al ser una empresaria), me encantaba comprar regalos. Así que había quedado con Émile para ir al centro comercial.

Me ducho y luego busco mi ropa, selecciono un suéter cerrado color amarillo, junto con un pantalón, unas botas de cintas y un abrigo del mismo color. Seco mi cabello y lo dejo suelto. Me maquillo naturalmente y tomo mi bolso, una bufanda y unos guantes. Bajo las escaleras y recuerdo que hoy colocaremos todos los adornos, incluyendo el árbol. Salgo de mi casa y Émile llega en su auto. Sonrío y me acerco. Entro y saludo a Émile.

—Cuando terminemos las compras, tendremos tu despedida de soltera— dice.

—No puedo tener una despedida de soltera cuando aún no tengo la fecha para mi boda— respondo. –Además, ¿una despedida de soltera sin Kendall? Lo siento, pero no quiero ver eso— escucho la risa del rubio.

—Será una pre—despedida de soltera— responde observándome con sus grandes ojos verdes.

Recorremos las calles de la ciudad y llegamos al centro comercial, Émile estaciona el auto y bajamos. El cielo estaba nublado y hacía frío. Caminamos por las tiendas y pienso en lo que podría regalar. Esta será la primera navidad que paso con Andrea y eso me emocionaba mucho, aunque no vería a Kendall como cada año.

—Quiero prepararle a Étienne una cena— sonrío.

—¿Ya has comprado los ingredientes para cocinar?— cuestiono.

—Sí, sólo quiero comprar las decoraciones— asiento.

Entramos a una tienda y observo un par de suéteres. Sonrío y me acerco, eran cerrados y parecían tejidos a mano. Me recordaban bastante a los que tenían en las películas de Harry Potter, hace unos meses las había visto con Kendall y Liam, así que me parecía un buen regalo para ellos. Tomo dos, uno con una K y otro con una L. Ambos eran negros y tenían las letras en dorado.

—No puedo escoger un regalo, no quiero ni imaginar lo que pasará cuando tenga que comprar el regalo de tu boda— río.

—Realmente no sé por qué todos dicen eso— respondo.

—¿Has olvidado quién eres?— pregunta.

—No importa quién sea para la sociedad, lo que importa es quién soy para ustedes, la gente que me importa— giro mi cuerpo buscando entre la ropa.

—Pero aun así, ¿qué le puedo regalar a alguien que lo tiene todo?— muerdo mi labio inferior.

—Libros o algo así— contesto. –Creo que es lo que compraré en esta tienda. ¿Vas a llevarte algo de aquí?—

—No, vayamos a otra— asiento y me acerco a la caja, pago y tomo las bolsas de cartón biodegradable.

Salimos y entramos al siguiente local. Noto que varias personas comienzan a observarnos y me siento un poco incómoda. Creo que después de todos estos años aún no me acostumbraba a que la gente que no conocía, al menos de vista, me mirara.

Compro ropa de pareja para mis padres y continuamos viendo en las tiendas. Pero no logro encontrar el regalo perfecto para Andrea. No puedo pensar en qué comprar. A Étienne y Émile les regalaré un viaje a Los Ángeles en la semana de su aniversario aunque sería hasta la última semana de junio, pero sé que con lo ocupados que están, será bueno planearlo con bastante tiempo. Entramos a una librería y encuentro un libro que Andrea había estado buscando, pero nunca encontraba. Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta. Lo tomo y me acerco a la caja, pago por él y salimos.

Entramos a una joyería, me acerco al mostrador y comienzo a observar todo. En cada estante hay diseños de collares, brazaletes y aretes distintos. Pero el del centro llama mi atención. Era un espacio en forma de un cuadrado y había miles de anillos brillantes ordenados de una manera perfecta. Observo las alianzas y siento mi corazón latiendo rápidamente. Mi mirada se siente atraída por un par. Camino hasta quedar frente a él y no puedo evitar sonreír.

El diseño era sencillo en color dorado, pero realmente se sentía como mío. Uno de los anillos estaba cortado de una manera curvea y se unían para formar uno igual al otro. Una de las trabajadoras se acerca y le pido que me lo muestre. Le doy las medidas y los empaca. Pago y espero a que Émile compre algo que encontró.

Salimos del centro comercial y Curie maneja hasta mi casa. Veo el auto de mis padres estacionado y entramos. Mi madre estaba en la sala de estar, escucho a mi padre en la cocina y sonrío. Subimos las escaleras y con ayuda de Émile llevo todas las bolsas a mi habitación. La decoración comenzaría a las 8 p.m. y aún faltaban dos horas para eso.

—¿Y en qué consiste la pre—despedida de soltera?— cuestiono.

—Veremos un drama coreano— responde y frunzo mi ceño.

—¿Drama coreano?— y observo un brillo en su mirada.

—¿No has visto nunca un drama coreano?— niego con mi cabeza. — ¿Grecia Scott en qué mundo vives?— muerdo mi labio inferior.

—En la realidad— respondo.

—Nunca habías visto mis series ni mis películas. Hace tan sólo 6 meses que vimos Inmarcesible y se estrenó hasta mucho tiempo— sonrío.




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