Cruzada de sangre - Linajes #2

Capítulo 13

Víctor

 

Llevábamos días caminando dentro de la selva en el Himalaya. Los largos arboles de hojas en desorden suben tal como si llegasen hasta el mismo cielo mientras el rio abajo murmura con su voz cristalina una melodía incesante. Lo que hace unas horas era una mañana nubosa, en donde espectrales vegetaciones jugaban a las escondidas aprovechando la húmeda bruma, ahora es un atardecer con un suave calor. Hemos evitado viajar de día, aun cuando con el pasar del tiempo he vuelto a adquirir mi tolerancia al sol gracias a Catalina, Fernando no posee esa condición y a pesar de que podría utilizar la sangre original de Catalina hemos decidido por ahora no usarla por si más adelante nos veamos forzados a que Fernando la necesita para salvar su vida.

 

Luego de mucho caminar nos detuvimos a refrescarnos en un gran río que baja desde una cascada, la vegetación diversa esconde además ciertos animales peligrosos que ya han intentado atacarnos sin resultados.

 

—No nos hemos aún acercarnos a ella —señaló Fernando observando el oscuro cielo de la noche.

 

—Siento su presencia —agregué confundido porque por más que hemos caminado no parece que nos hemos acercado ni alejado de ella—. Si seguimos así vamos a terminar por acabarse nuestras reservas de comida antes de llegar a ella.

 

Así estuvimos un par de días más deteniéndonos solo cuando el sol aparece, la sangre escasea y nos comienza a perseguir un cansancio que no sentíamos desde hace mucho tiempo.

 

—Creo que estamos cerca del río —indicó Fernando avanzando entre la vegetación.

 

Observé extrañado aquel río ¿Por qué tengo la sensación de que esto ya había pasado? Fernando se refresca la cara y mira el oscuro cielo de la noche.

 

—No nos hemos aún acercado a ella —señaló preocupado.

 

Arrugo el ceño, es una especie de déjà vu. ¿O no? Titubeo observando a mi alrededor sin dejar de sentir la presencia de alguien poderoso ¿Que está pasando en este lugar? ¿Por qué siento que hemos estado dando vueltas en círculo y repitiendo cada noche el mismo dialogo ¡Un momento!

 

Detuve mis pasos contemplando estupefacto a Fernando.

 

—Llevamos días haciendo lo mismo —exclamé tensando mi cuerpo, estamos atrapados en una trampa, eso es seguro.

 

Me observó sin entenderme, al parecer no se ha dado cuenta o sea lo que sea que nos ha obligado a hacer esto por días le ha afectado con mayor fuerza que a mí.

 

—Hemos llegado al río cada día y tú siempre dices la misma frase siempre, llevamos días repitiendo los mismos pasos —indico sin dejar de mirarlo con fijeza.

 

—No entiendo que quieres decir —arrugó el ceño preocupado.

 

—Alguien tiene hechizado este lugar para que nadie pueda llegar a descubrirla —intento explicarle caminando de un lado a otro, sintiéndome tonto por haber caído en una trampa como esa.

 

—¿Hablas de la hechicera? —me preguntó mirando a su alrededor.

 

—Así es —le respondí molesto—. Debe estar escondida cerca de aquí.

 

—¿Y cómo la haremos salir de su escondite?

 

—Tengo una idea —sonreí por un momento. Y aunque la idea no es del todo algo muy elaborado, por ahora es lo más rápido que se me ha ocurrido para salir de esta situación.

 

Me observó esperando mi explicación, pero no puedo decirle nada más porque ella de seguro nos está escuchando.

 

—¡Oye hechicera del bosque! Soy Víctor Fuentes... La reencarnación de aquel maligno ser que quiso destruir la humanidad —Fernando abrió los ojos al escucharme sin creer lo que acabo de decir, sabe lo peligroso que es que revele a esa mujer quien fui en el pasado.

 

Hubo un silencio, solo el ruido de unas aves graznando es la única respuesta de este lugar.

 

—¿Me temes? ¿Por qué te escondes de quien alguna vez serviste? ¿Temes que he venido a buscarte por tu traición? —pregunto en voz alta sonriendo con ironía girando a mi alrededor levantando ambos brazos.

 

Nada. Pero cuando estaba a punto de hablar fui interrumpido con un sonido que parece una voz, profunda y extraña como si el mismo bosque estuviera hablando.

 

—Hechicero oscuro —se escuchó y se repitió la voz como un eco en medio de las montañas. — ¿Tienes la osadía de aparecer aquí?

 

Hubo un silencio otra vez. Volví a sonreír con atrevimiento esperando que eso le molestara a quien se esconde en el lugar. Sé que estoy haciendo algo muy arriesgado, porque por más que finja ser capaz de pelear con esa hechicera, no lo soy, y nos podría matar de un solo golpe a mí y a Fernando.

 

—Vete, si no quieres que te maté —habló aquella voz extraña.

 

—Inténtalo —endurecí mi mirada en actitud ofensiva, listo para atacar si fuese necesario.

 

Y dicho esto al sentir la presencia mucho más cerca volteé encontrándose frente a una mujer de ropa extravagante que me contempla con rencor. Apretó su mandíbula mientras mi mirada seria se detiene en sus ojos.

 

—¿Qué es lo que buscas bajo los escombros de un pasado que ya deberías dejar ir? —habló con odio sin alejarse de mí amenazándome con su bastón.

 

—Necesito tu ayuda —le respondí tensando mi rostro.

 

—¿Mi ayuda? —me miró extrañada y luego apretó los dientes como si intentará controlarse—. ¿Precisamente en qué?

 

Guardé silencio analizando su rostro de piel clara y ojos de color anaranjados. No es una anciana como me había informado Fernando, aunque es seguro que esconde su edad a la perfección, si conoció al hechicero oscuro es tan vieja como los vampiros del consejo, tal vez alguna poción o algún truco de magia usó para verse así, su apariencia es el de una mujer de unos treinta años. Su larga cabellera negra la llevaba amarrada en una cola y sus gruesas cejas hacían que su mirada se vea más fiera de lo que es en realidad. Lleva una especie de traje muy ajustada a su cuerpo, como uno podría imaginar a las amazonas de la leyenda, además una capa gruesa con capucha cubre su espalda, a su costado un pequeño bolso de comestibles y zapatos gruesos con miles de cinturones atados hasta debajo de sus rodillas.




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