Despierta, Kira.

Siete

Hola, pequeña mentirocita.

¿Recuerdas cuando te llamaba así? Solías enojarte demasiado por ello, pero más allá de que lo dijera para molestarte, te enojabas porque realmente te considerabas como tal. Aún recuerdo aquel día donde ese absurdo apodo surgió.

Todavía no éramos pareja, yo ni siquiera era consciente de que ya no te veía como mi vecina molesta (wow, todavía éramos vecinos… sí que estamos viejos, Ki). Teníamos un examen importante del cual siendo honesto, no recuerdo qué asignatura era; quizás geografía porque siempre se te ha dificultado. No habías estudiado, o quizás sí lo habías hecho pero aún así no entendías el tema. Por primera vez en toda tu vida habías decido hacer trampa durante un examen; te estabas arriesgando para no tener tu primer desaprobado.

Eras una novata en el asunto de copiarse, y lo dejaste bastante claro cuando en el intento de sacar las respuestas de tu mochila, la hoja se te resbaló de las manos y cayó al suelo. Te pusiste nerviosa cuando viste que la profesora estaba por pasar (como en cada examen lo hacía) por nuestra fila. La hoja había caído entre el medio de nosotros, lo cual nos exponía a ambos.

Cuando la profesora te preguntó si eso era tuyo y vi que tus manos comenzaban a temblar mientras abrías y cerrabas la boca un sinfín de veces, buscando qué decir, simplemente no pude dejarte arruinar tu expediente. El mío ya era un desastre, no le hacía nada una mancha más. Entonces, sin haberlo pensado mucho, decidí mentir por ti y cubrirte, diciendo que aquel papel era mío. La profesora te preguntó si era cierto, y cuando me viste guiñarte un ojo, suspiraste y dijiste que sí.

Luego me agradeciste por aquello y te disculpaste por meterme en problemas. Siendo honesto, estaba feliz de haberte podido ayudar una vez para variar. Tú siempre estabas para mí, ahora era mi turno de estar para ti.

Estar un día sin discutir era algo extraño para tratarse de nosotros, entonces decidí que debía molestarte. Y lo logré, porque mi apodo (el cual, ahora que lo pienso, daba pena de lo infantil que sonaba) sí te fastidió.

Vaya que éramos unos pendejos, eh. Cómo avanza el tiempo.

Al principio sí creía que eras una mentirosa, pero luego seguí llamándote de ese modo porque sabía que te molestaba. Era divertido pelear contigo, y me gustaría volver a eso. Al final de cuentas, al menos así me mirabas.

En fin, quizás te preguntes a qué viene este recuerdo. Pues, como no puedo visitarte, ocupo más mi tiempo en buscar en mis memorias cada detalle de nuestra relación.

Porque sí, sigo sin poder ingresar a tu cuarto para visitarte. Quizás suene algo dramático e intenso... pero créeme cuando digo que cada vez me siento más vacío sin poder verte.

Y es que no lo entiendo, ¿por qué no me dejan entrar? ¿Por qué intentan alejarme de ti? ¿Es que acaso tus padres se olvidaron de cuánto te amo y cuán importante eres para mí? ¿No se dan cuenta del daño que me generan?

No lo comprendo.

¿A caso creen que yo soy el culpable de que tú estés así?

Despierta, Kira.




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