Inevitable

Capítulo 14

La verdad hubiera esperado eso de cualquier persona, pero no de Katherine. Cuando Rebekah se enteró de la discusión que tuvo con Caroline en la cocina no lo pudo creer. Katherine había sido su mejor amiga en New Orleans, no se creía que de pronto haya atacado a Caroline con esas palabras tan viles y que además haya insultado la memoria de su hermano. 

Pero vamos, su cuñada no mentía y se notaba por lo alterada que la dejó aquella discusión, ese día ni pudo almorzar con ellos pues hasta empezó a sentirse mal y la llevaron a su habitación a descansar. También supo lo que pasó gracias a la cocinera y sus ayudantes quienes escucharon todo. Era verdad, Kath había hecho esa atrocidad bajo su propio techo, no quería creerlo.

¿Qué pudo haber empujado a su amiga a actuar de esa manera? Quizá eran celos, solo podía ser eso. Había notado que a Kath no le agradaba nada Caroline, quizá se haya sentido desplazada de pronto. Le parecía imperdonable lo que Katherine hizo, pero simplemente las cosas no podían ser así, tenía que haber una explicación. Necesitaba hablar con ella aunque sea un momento, quería escuchar de sus propias palabras por qué había actuado de esa manera. 

Y aunque por un lado le preocupada la situación de Katherine con la familia, también la traía preocupada que le pase algo al su sobrino o a Caroline por culpa de esa discusión. Había escuchado que los primeros meses eran muy delicados.

Lo bueno fue que para el día siguiente Caroline ya se sentía mucho mejor y hasta se encontraba algo animada. Dijo que la joven Annabelle había enviado una invitación a almorzar para toda la familia y sería bueno que vayan. Aunque aún estaban de luto y esperando la llegada de Elijah, Klaus también estuvo de acuerdo con aquello, aunque no aceptó participar en el almuerzo y solo prometió dejarlas a las dos pues él tenía asuntos que atender. 

Rebekah no se sentía en absoluto animada a salir de casa, las veces que había aceptado salir fue porque Katherine la animaba y además estaba Damon, aquel hombre tan encantador. Era apuesto, sí. Cuando estaba en su agradable compañía hasta podía evadir su triste realidad. Pero quien sabe, si Annabelle había invitado a las familias quizá pudiera ver a Kath y Damon, también a los demás, hace mucho que no hablaba con nadie.

—Vamos, anímate —le decía sonriente Caroline—. Será nuestra primera salida de cuñadas.

—No lo había pensado de esa manera. —Rebekah esbozó una sonrisa, aquello no sonaba nada mal. 

Aunque había compartido mucho tiempo con Caroline al inicio sentía que aún quería conocerla más, que quería hacerla también su mejor amiga, su hermana. Como hubiera querido Kol.

—¿Entonces?

—Bien, buscaré algo que ponerme.

Al igual que Caroline, lo suyo nunca había sido los vestidos oscuros, solía usar unos hermosos y alegres, llenos de color y vida. Solo que desde lo de Kol no se sentía con ánimos de nada, ni siquiera de intentar ser feliz. Sabía que tenía que salir adelante, que él lo hubiera querido así. Tenía esos pequeños planes, como conocer más a Caroline. Pero a veces hasta se preguntaba si acaso eso serviría de algo, si actuar como si a Kol le hubiera gustado lograría devolverle las fuerzas para vivir. 

Aunque en serio intentaba animarse, al final del día sentía que no, nada de lo que hacía para seguir con su vida tenía sentido. No importaba si actuaba como a Kol le hubiera gustado, él no estaría ahí para verla, él ya no iba a volver jamás. 

Rebekah estaba deprimida, solo que no lo notaba ni quería aceptarlo. O quizá sí, quizá por eso se esforzaba tanto en ocultar sus lágrimas de todos, en especial de Klaus. Sabía que su hermano sufría y no quería darle más preocupaciones, Klaus no se merecía eso. Quizá por lo mismo hacía a diario el esfuerzo por ser feliz, por eso almorzaba y cenaba con la familia cada que podía, pero no lo lograba del todo. No tenía ganas de nada y no veía la forma de salir. Ni siquiera sabía si quería acabar con eso y volver a ser feliz.

Y ahí estaba, con un vestido oscuro y con el cabello recogido, mirándose al espejo y tratando de cubrir sus ojeras. Bajó las escaleras y encontró a Caroline y Klaus esperándola, ella lucía un vestido de la misma tonalidad que ella, en verdad hasta parecían hermanas. Ambas rubias y tristes. En verdad parecía que Caroline intentaba animarla, y Rebekah agradecía su esfuerzo, aunque dudaba que eso fuera posible. "Aún puedo poner una excusa, puedo decir que me siento mal", pensó apenas estuvo al lado de ambos. 

Entonces Klaus la tomó de la mano y la apretó despacio. Ella lo quedó mirando mientras se acercaba y le daba un beso en la frente, hasta sintió deseos de llorar. ¿Y si le contaba a él como se sentía? ¿Si le contaba a alguien qué le estaba pasando? Quizá eso haría que deje de sentirse de esa manera, quizá eso la aliviaría aunque sea un poco. "No, solo les darás más preocupaciones. Ya bastante tienen con su propio sufrimiento como para que lo atormentes más", se dijo y sonrió como pudo. Era lo que tocaba.

—Vamos —le dijo Klaus—, las dejaré en casa de la señora Pearl y pasaré por ustedes en... ¿Está bien tres horas?

—Si, está perfecto —contestó Caroline. A ella también le pareció tiempo prudente, seguro los demás iban a quedarse hasta pasada la hora del té, pero ellas estaban de luto y no podían participar de reuniones sociales, al menos no de momento. Además ella tampoco sentía muchos deseos de estar fuera de casa, solo el tiempo del almuerzo estaba bien.




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