La madre perfecta

Capítulo 5 ¿Quieres casarte conmigo?

Sonrío al sentir su boca trepando y hurgando en la zona de mi garganta y, un segundo después, susurrando dulces palabras al pie de mi oreja.

―Buenos días, cariño, ¿cómo amaneces? ―tira del lóbulo con sus dientes, haciéndome gemir y retorcerme entre sus brazos―. No sabes lo encantado que estoy de tenerte entre mis brazos. ¿Te sientes adolorida? Creo que fui demasiado impetuoso contigo.

Sus palabras hacen latir mi corazón con desenfreno. Todavía me niego a creer que algo como esto haya sido posible. ¿Esto es amor? Entonces, ¿es real lo que dicen sobre el amor a primera vista? De otra manera, no me habría entregado a este hombre con tanta facilidad. Giro mi cara y lo miro por encima del hombro. Pierdo el aire de los pulmones al encontrarme de frente con aquellos iluminados y vivaces ojos grises que me llenan de ilusión y me hacen soñar con un futuro lleno de posibilidades.

―Hola.

Susurro con la voz baja y el rostro ardiendo de vergüenza.

―¿No has respondido a mi pregunta?

Con suma delicadeza hace girar mi cuerpo para que lo mire de frente. A pesar de lo que sucedió durante la noche, no me acostumbro a esta intimidad que hay entre nosotros. Es la primera vez que hago este tipo de cosas con un hombre, a decir verdad, es mi primera vez en muchas cosas, pero no me arrepiento de nada de lo que hice.

―Sí, un poco.

Se inclina y me da un beso cálido en los labios.

―Llamaré a la recepción y les pediré que traigan ibuprofeno ―sus brazos me aprieta con mayor presión para mantenerme pegada a su cuerpo―. Me habría gustado volverte a hacer el amor ―hunde su cara en mi cuello y lo llena de besos suaves y tibios que me hacen temblar de pies a cabeza―, pero creo que no estás en condiciones para hacerlo. Debo cuidarte, porque de ahora en adelante serán muchos los momentos que compartiremos juntos.

Aquellas palabras me roban el aliento. Sonríe, divertido y me observa como si no pudiera dejar de hacerlo.

―¿Cuidarme?

Suelto la pregunta, antes de detenerme a pensarla. Eleva su mano, la apoya en mi rostro y asiente en respuesta.

―Estoy decidido a hacerlo ―su respuesta me hace sentir desconcertada. ¿Por qué razón quiere cuidar de mí? ¡Ni siquiera me conoce!―. Por supuesto, si me permites hacerlo.

Mis ojos se anegan de lágrimas. Hace mucho tiempo que cuido de mí misma, que no sé lo que es que me tiendan una mano amiga para sostenerme de ella cuando mi vida se derrumba y el mundo me aplasta con su enorme peso.

―¿Por qué?

Mi boca tiembla al preguntárselo.

―Porque me bastó una sola noche contigo para saber que estoy enamorado de ti, que te amo.

No tardo ni un solo segundo para prendarme de su cuello. Hundo la cara en su pecho y comienzo a llorar.

―Yo… Yo ―elevo la cara y lo miro a los ojos―. Yo también creo que estoy enamorada de ti.

Su boca ansiosa impacta sobre la mía con vehemencia al escuchar mi confesión. Me arrolla y me devora hasta que mis labios se encalambran y comienza a faltarme el aire.

―Cásate conmigo, por favor, sé mi esposa cuanto antes.

Jadeo de la impresión debido a su repentina propuesta. Lo miro a los ojos con desconcierto.

―¡¿Casarnos?! ―pregunto con un chillido desmedido―. ¿Te has vuelto loco?

Niega con la cabeza. Me da un beso sonoro y escandaloso, antes de salir de la cama y alejarse para buscar su chaqueta. La recoge del piso, mete la mano en el bolsillo interior y saca su cartera.

―Sí, tal como acabas de oírlo.

Se aproxima, se sienta al borde del colchón y extrae algo de ella. Deja la cartera en la mesa y se gira para mirarme a los ojos. Siento curiosidad por saber lo que esconde dentro de la palma de su mano.

―¿No crees que te estás apresurando? ―insisto, porque quiero estar segura de que lo que dijo no fue producto de mi imaginación―. ¿Te has detenido a pensar que soy una estafadora? ¿Una mujer sin escrúpulos que quiere aprovecharse de ti?

 No puede ser tan confiado de la gente y andar pidiéndole matrimonio a la m=primera mujer que se acuesta con él. Debo hacerlo entrar en razón.

―¿Lo eres?

Me pregunta, con cierto tonito de diversión. Su tranquilidad me exaspera. Así que, impulsada por los nervios, me levanto de la cama y comienzo a caminar con impaciencia, de un lado al otro

―¡Por supuesto que no! ―le devuelvo, al borde de sufrir un colapso nervioso. Se acuesta, acomoda su cabeza en la almohada, mete los brazos debajo de su cabeza y me observa, entretenido―. Pero pude serlo.

Suelta una carcajada que me deja más confundida que nunca.

―¿Tienes alguna idea de lo que está haciendo?

Por supuesto que ya no quiero estar sola, necesito de alguien en quien pueda confiar, apoyo y consuelo cuando más lo necesito, que me pregunta al llegar a casa cómo estuvo mi día, oírlo, decir que me extraña y me ama como nunca a nadie. ¿Es mucho pedir? A cambio, me comprometo a entregarle todo de mí; mi amor sincero, cada segundo de mi tiempo, toda mi dedicación, además, de mi alma y corazón. Guardo en mi interior una inmensa necesidad de ser amada, de ser correspondida como nadie ha sido capaz de hacerlo. De la misma forma, muero por compartir mis sentimientos con alguien que se comprometa a amarme de la misma manera. 



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En el texto hay: amor, gemelas, embarazo

Editado: 23.10.2023

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