Seth Cook: La Historia Jamás Contada

15: Llévame a casa, donde pertenezco.

1994.

Entonces llegaron a ser dos años en los que Seth había estado con Lady. Los padres de ambos se sentían muy contentos, luego de que ellos lo estuvieran. Matt, Alex, Bob, Isabelle y también los amigos de Lady —a quienes Seth había tenido la oportunidad de conocer—, estaban más que emocionados durante los meses que estuvieron juntos. Seth tampoco dudó en contarle a Rose, con quien todavía mantenía contacto y ella no tardó en enviarle una respuesta diciéndole lo orgullosa y feliz que se sentía por él y su relación.

 

«Si no estoy entre las invitaciones de la boda, lo juro por Dios, Seth Charles Cook, me infiltraré y seré Rosita Velázquez».

Decía una de sus cartas. Seth sabía a qué se refería con «Rosita Velázquez», significaba una Rose enojada.

 

 

Aunque cuando llegó 1994, su segundo año de relación, nada comenzó muy bien. Ambos tenían peleas constantes, casi no se ponían de acuerdo. A veces era porque Seth se estresaba demasiado con todo lo de la enfermedad de su padre o simplemente porque se sentía saturado con las cosas que hacía en la Base. Otras veces resultaba ser culpa de Lady, quien a veces pasaba días sin hablar con Seth simplemente porque se sentía triste debido a Charlotte y aunque el pelinegro le había dicho que en momentos así lo llamara, ella nunca lo hacía, prefería ignorarlo y preocuparlo más de lo que debería estar. Eso enfurecía a Seth y entonces, cuando discutían, Lady también enfurecía y no se hablaban por horas, pero luego todo volvía a la normalidad.

Todo volvía a la normalidad y se perdonaban, se daban caricias entre sí, se besaban, tenían sexo, reían y de nuevo eran Seth y Lady, y no importaba nada, porque se amaban y eso era lo más maravilloso del mundo.

Pero entonces, algo sucedió a finales de abril de ese mismo año.

Era una noche fría y lluviosa, Seth dormía en su habitación con tranquilidad, obedeciendo las reglas del horario de la semana. Cuando de pronto, la puerta se abrió de golpe y las luces se encendieron, molestándole los ojos. Seth se removió en la cama y buscó las gafas en la mesa de noche, al momento de ponérselas, se encontró con el entrenador Rogers en la puerta, empapado y jadeando, con una expresión preocupada.

—Cook —apenas eso se le pudo escapar entre los jadeos.

Un relámpago alumbró su habitación y el pasillo.

—Necesitas venir conmigo, ahora mismo —exclamó el hombre, no como su costumbre de gritar, pero aun así era lo suficientemente fuerte como para que alguien le escuchara—. Ahora —repitió, como si Seth no le hubiese entendido.

La puerta del frente se abrió y Matt salió de su habitación, descamisado, porque era su costumbre, incluso en días fríos. Ignoró el hecho de que el entrenador Rogers estaba justo a sus ojos y lo primero que observó fue a Seth, para saber si estaba bien. Cuando lo supo, entonces sí miró al entrenador.

—¿Qué ha pasado, entrenador? —preguntó el rubio mientras que Seth se levantaba de la cama.

—No es de tu incumbencia, Morgan. Vuelve a la cama.

—Entonces dígame a mí, frente a él —habló Seth, muy serio y a la vez preocupado—. Ahora.

—Lady… —el hombre de bigote vaciló antes de seguir hablando—. Lady. Desapareció.

 

 

—Seth —el pelinegro escuchaba la voz de Matt detrás suyo, sabía que lo seguía, sabía que lo había llamado más de tres veces mientras caminaba por los pasillos de la Base—. Seth, detente. Por favor.

Pero él lo ignoraba, no importaba nada. Sólo debía llegar hasta aquella oficina, ese era su objetivo. Continuó caminando a pie descalzo, sin prestar atención al suelo frío.

—¡Seth, por el amor de Dios! —volvió a escucharle y supo que estaba perdiendo la paciencia.

—¿Qué? —el chico se detuvo y giró para verlo, absteniéndose de golpearle en la cara—. ¿Qué quieres, Matt?

—Necesito que te lo tomes con calma —Matt se acercó a él con tranquilidad, aunque también como si temiera que él explotara con un solo toque—. Por favor, ¿sí? En estas cosas debes tener paciencia.

—Paciencia, ¿eh? —Seth sacó sarcasmo de su voz—. ¡¿Paciencia?! ¡Mi novia acaba de desaparecer! ¡¿Por qué demonios tengo que ser paciente?! —levantó la voz y Matt se echó hacia atrás debido a la sorpresa—. No me vengas con tu basura llena de versos de tranquilidad, Matt. No me sirven ahora. Puedo perderla —no bajó el tono de voz, usó su dedo índice para señalarlo—. ¿Has perdido a alguien? Porque no creo que sepas cómo se siente hacerlo.



#4705 en Novela contemporánea
#12576 en Joven Adulto

En el texto hay: doblepersonalidad, secretos, tid

Editado: 04.01.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.