Capítulo 5: Primer Encuentro con Javier

El aire en la boda de Paula era vibrante y lleno de energía, pero para Ana, cada rayo de luz parecía intensificar la sombra que se cernía sobre su corazón. La alegría de la celebración la envolvía, pero en el fondo, un nudo de nerviosismo se formaba en su estómago. Sabía que Javier estaría allí, y la idea de volver a verlo después de tantos años la mantenía en un estado de anticipación inquietante.

Mientras la música resonaba y los invitados reían y bailaban, Ana se encontró buscando a Paula por el jardín. Quería que su amiga estuviera a su lado en ese momento crucial. Finalmente, la vio charlando animadamente con algunos amigos, y se acercó a ella.

“Paula, ¿sabes si Javier vendrá?” preguntó Ana, tratando de sonar casual, aunque su voz temblaba ligeramente.

“Sí, creo que sí. Me dijo que intentaría hacer acto de presencia. ¿Por qué? ¿Te sientes nerviosa?” preguntó Paula, con una mirada comprensiva.

“No, solo… solo quiero estar preparada”, respondió Ana, sintiendo que el rubor le subía a las mejillas. “No lo he visto desde… ya sabes”.

“Entiendo. Pero recuerda, han pasado años. Ambos habrán cambiado. Solo trata de disfrutar del momento”, sugirió Paula, dándole un apretón en la mano.

Ana asintió, sintiendo que la calidez de la amistad de Paula la reconfortaba. Pero la inquietud seguía presente. A medida que la música continuaba sonando, el ambiente se llenaba de risas, y la celebración seguía su curso. Ana se tomó un momento para respirar hondo y decidió que debía enfrentar sus miedos.

Fue entonces cuando lo vio. Javier entró al jardín, su presencia iluminando el lugar. Llevaba un traje oscuro que acentuaba su figura atlética, y su cabello castaño estaba peinado de manera informal, pero elegante. Ana sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía mientras sus ojos se encontraban.

“¿Ana?” murmuró Paula, notando la tensión en su amiga.

Ana apenas pudo responder. El corazón le latía con fuerza, y se dio cuenta de que no podía apartar la mirada de Javier. Recordaba su risa, su forma de hablar, la manera en que siempre parecía entenderla sin necesidad de palabras. Pero, más que nada, recordaba su despedida, un momento que había dejado una marca imborrable en su vida.

“Voy a hablar con él”, dijo Ana, sintiendo que la decisión la llenaba de determinación.

“Espera, Ana. Solo… respira. Recuerda que tienes a tus amigos aquí. No estás sola”, dijo Paula, dándole un beso en la mejilla antes de que Ana se alejara.

Con cada paso que daba hacia Javier, Ana sintió que la ansiedad se transformaba en una mezcla de esperanza y miedo. La distancia entre ellos se acortaba, y cuando finalmente se encontraron cara a cara, el aire se volvió espeso con una tensión palpable.

“Hola, Ana”, dijo Javier, su voz suave, pero con un tono de sorpresa. Sus ojos se encontraron, y Ana sintió que el tiempo se detenía. Había algo en su mirada, una mezcla de nostalgia y una chispa que aún existía.

“Hola, Javier”, respondió Ana, tratando de mantener la compostura. “Es… es bueno verte”.

La sonrisa de Javier era cálida, pero había un matiz de incertidumbre en su expresión. “Te ves bien. No puedo creer que haya pasado tanto tiempo”.

“Sí, ha pasado un tiempo”, dijo Ana, sintiendo que las palabras se le atascaban en la garganta. “¿Cómo has estado?”

“Bastante bien, gracias. He estado ocupado con el trabajo y algunas cosas personales. Pero, bueno, aquí estoy”, respondió Javier, mirando alrededor del jardín. “Esta boda es hermosa”.

“Sí, es un día especial para Paula y Daniel”, dijo Ana, sintiendo que la conversación se deslizaba por un terreno frágil. “Siempre supimos que ellos eran perfectos el uno para el otro”.

“Sí, siempre lo supimos. Me alegra ver que ambos han encontrado la felicidad”, dijo Javier, su mirada volviendo a Ana. “¿Y tú? ¿Cómo has estado? ¿Cómo ha sido la vida desde… ya sabes?”

Ana sintió que una oleada de emociones la envolvía. “Ha sido un viaje complicado. He estado tratando de encontrarme a mí misma después de… lo que pasó”, dijo, usando un tono neutral para evitar profundizar en el dolor.

“Lo entiendo. A veces, la vida nos lleva por caminos inesperados”, respondió Javier, su voz cargada de empatía. “Me alegra que estés aquí”.

Ambos se quedaron en silencio, sintiendo la intensidad del momento. Ana notó cómo la risa y la música del jardín parecían desvanecerse, dejándolos atrapados en su propio mundo. “Es extraño estar aquí, después de tanto tiempo”, dijo finalmente Ana, rompiendo el silencio.

“Sí, lo es. Pero me alegra verte”, dijo Javier, su sonrisa volviendo. “Siempre fuiste una parte importante de mi vida”.

Ana sintió que su corazón se aceleraba. “También tú fuiste importante para mí. Pasamos muchos momentos buenos juntos”, confesó, sintiendo que la vulnerabilidad comenzaba a abrirse paso.

“Lo sé. A veces me pregunto cómo habrías estado si las cosas hubieran sido diferentes”, dijo Javier, sus ojos fijos en ella, como si buscara respuestas en su mirada.

“Esos son solo pensamientos. Lo que importa es que estamos aquí ahora”, respondió Ana, sintiendo que la conversación se volvía más profunda. “Debemos seguir adelante”.

“Sí, tienes razón. Debemos seguir adelante”, dijo Javier, su expresión volviéndose pensativa. “Pero a veces es difícil dejar atrás el pasado”.

Ambos se miraron durante un momento, y Ana sintió que el aire se cargaba de emociones no resueltas. “¿Y qué has estado haciendo? ¿Sigues en el mismo trabajo?” preguntó, intentando cambiar el rumbo de la conversación.

“Sí, sigo trabajando en la misma empresa. He estado ocupado con proyectos nuevos, pero a veces siento que me falta algo”, confesó Javier, como si se estuviera abriendo a ella. “Y tú, ¿has encontrado algo que te apasione?”

“Estoy intentando encontrar mi camino. He estado explorando algunas oportunidades, pero es un proceso”, respondió Ana, sintiendo que la conexión entre ellos se volvía más fuerte.