Casados para divorciarnos

3

Emily.
Me quedé en el apartamento que mi amiga Sacha, desde su celular llamé a papá y le dije que se quedarán en un hotel, que en la mañana iría con ellos.
Le conté a Sacha todo lo que pasó, ella me escuchó e intentó consolarme, pues me vio estaba devastada.
—¿Y si de verdad estaba enfermo? Cabe la posibilidad.
—No, hubieras visto su expresión, Charlie no quería casarse conmigo, es de lo único que me siento segura en este momento, creo que su familia lo obligó, vi en sus ojos que no quería ese matrimonio.
—¿Para qué iban a obligarlo?
—Creo que para tapar la vergüenza de tener un hijo fuera del matrimonio. Charlie no me ama, lo vi en sus ojos, por eso preferí no seguir con esa farsa; si alguna vez me llego a casar, será con un hombre que me ame de verdad, aunque lo que más desearía es que ese hombre fuera Charles.
—Quizás estés equivocada y él te ama.
—Creo que un hombre enamorado no se comporta de esa manera, ya se me hacía extraño que me hubiera llamado y me hubiera pedido matrimonio, debí debí pensar eso, él ni siquiera hizo el intento de ir al pueblo, pudo viajar un par de horas en su coche y buscarme, pero no lo hizo, su madre arregló todo.
—Me dijiste que él estaba de viaje esos días.
—Ahora no lo creo, simplemente no estaba disponible para mí, por eso Rebeca organizó todo ella sola.
—¿Qué vas a hacer entonces? Ya no vas a estar casada, tienes que regresar pronto a la ciudad ya no demoran en empezar el nuevo semestre.
—Tengo que buscar un empleo y trabajar algunos meses, necesito ahorrar dinero para poder subsistir en esta ciudad y finalizar el semestre mientras nace mi bebé. No creo que la familia Ferrer me vuelva a hospedar después de este escándalo con la boda, no querrán tenerme en su casa.
—Si quieres te vienes a vivir conmigo, mi compañera se cambió.
—No lo sabía.
—Este apartamento es pequeño, pero confortable, ideal para dos estudiantes de arquitectura. —Sonreí cándidamente.
—Vivir contigo es un regalo del cielo, no estaré tan sola después de todo.
—Por supuesto que no estás sola, también tienes a los otros chicos, Estrella y Jackson, los tres te daremos nuestro apoyo.
—¡Gracias! —la abracé, ella agregó:
—Todo va a mejorar, ahora estás muy triste por lo que Charlie te hizo; ojalá se arreglen, pero si no, tienes que sonreírle a la vida, debes hacerlo por tu hijo e ir preparando su llegada. —Sonreí de nuevo , pero está vez con entusiasmo.
—Quiero comprarle muchas cosas a mi bebé, estoy ansiosa por saber si será niño o niña. —Sacha puso su mano sobre mi vientre.
—Ya dentro de uno o dos meses lo vas a saber, con el ultrasonido.
—Si, tengo que ir a control.
Mientras comenzaba el nuevo semestre en la universidad conseguí un empleo como mesera, a pesar de que ya tenía casi tres meses de embarazo no se me notaba la panza, y no le dije a mi empleadora nada acerca de que estaba esperando un bebé.
Charlie me buscó varias veces, pero él ignoraba que yo estaba viviendo con mi amiga; tampoco atendí las llamadas que hizo a mi celular, decidí cambiar mi número para no tener que ver el suyo en mi celular, quiero olvidarlo, no es fácil rechazar la llamada del hombre que amas, porque aún lo amo, cada vez que ví una de sus llamadas sentía que perdería el control, me moría por oír su voz, casi no pude resistirme, lo mejor es no verlo más.
A pesar de que extrañaba mucho, no quería estar con él si no me amaba realmente, intenté entender por qué seguía insistiendo en llamarme, si debería sentirse aliviado porque yo no pretendía amarrarlo.
Hubo días que me tocó trabajar hasta muy tarde por las noches, mis pies se me hinchaban del cansancio y por tantas horas de trabajo, sin embargo no podía rendirme, ahora más que nunca necesitaba reunir el dinero para costear el seguro de la clínica y también los gatos del post parto, mis padres también iban a ayudarme, pero no eran millonarios, papá estaba pagando la hipoteca de la granja, a duras penas pudo reunir durante años para pagar mis estudios universitarios.
A pesar de todo, de mi cansancio y de la tristeza que sentía por dentro porque Charlie no me amaba, yo intentaba sonreír, atendía de la mejor manera a los clientes del merendero, mi jefa Jenifer estaba muy complacida conmigo, era muy buena persona, le agradecí al cielo por ella, lo menos que necesitaba en ese momento era un jefe gruñón.
Jenifer y yo comenzamos a tener una relación más de amistad que de jefe y empleada, aunque por varias semanas le oculté lo de mi embarazada.
Pero llegó un día en que enfermé, ya tenía trece semanas de embarazo, yo estaba atendiendo las mesas cuando de repente sentí una fuerte punzada y dejé caer una bandeja.
—Lo siento.
Les dije a los comensales y me retiré tocándome el vientre, me fui al área del cuarto donde nos cambiamos el uniforme para trabajar, Jenifer se percató de que algo me pasaba y llegó sin avisar, yo me había levantado la blusa y estaba tocando mi panza, ella me miró sorprendida.
—¡Estás embarazada! —Yo tenía punzadas—. ¿Te sientes mal? —Asenté.
—Hay que llevarte al hospital para que te vea el doctor. —Me puse a llorar.
—Le pasa algo a mi bebé.
—Vamos antes de que empeore.
Jenifer me llevó en su auto, por el camino ninguna dijo nada, cinco minutos después estábamos en emergencias de un hospital, de inmediato me atendieron, me hicieron una ecografía, exámenes de sangre.
Él doctor me dijo que solo se trataba de una mala digestión que no tenía nada fuera de lo normal y que mi bebé no estaba en riesgo, la verdad me pareció extraño, porque me sentía fatal, ya había tenido mala digestión en varias ocasiones, pero esto había sido peor, yo presentía que algo no estaba bien, pero elegí creer en lo que me dijo el doctor y me fui del hospital con la receta de medicamentos para la mala digestión.
Jenifer me llevó al apartamento y me acompañó hasta la sala.
—¿Te sientes mejor?
—Si, ese tratamiento que me pusieron me alivió el dolor.
—¿Por qué no me dijiste nada acerca de tu embarazo?
—No me habrías dado el empleo.
—Tienes razón, es que es muy arriesgado, qué tal si te hubieras puesto de verdad mal y hubieras perdido a tu bebé, el exceso de trabajo puede traer problemas a tu embarazo.
—No tengo elección, por favor déjame trabajar aunque sean tres semanas más hasta que empiece el semestre, no seré una carga para ti, seguiré trabajando con esmero.
—Está bien, dejaré que sigas trabajando, pero te dejaré en la caja, estarás sentada. —sonreí.
—Gracias, eres un ángel.
—No es nada, eres tan joven y tan bonita, y muy trabajadora, ¿dónde está el padre del bebé? —Me quedé callada.
—Perdón por preguntar, supongo que te abandonó después que descubrió el embarazo, pasé por la misma situación cuando era una jovencita como tú, me tocó ser madre soltera, sé que es muy duro, pero gracias a eso hoy tengo mi propio negocio, solo hay que aguantar y ser valiente, no dejarse llevar por el resentimiento o la tristeza.
—Eso es lo que pretendo hacer, quiero luchar y salir adelante, ahora con más esmero por mi hijo; solo me faltan tres semestres para graduarme de arquitecta, no quiero parar mis estudios por mucho tiempo, estoy reuniendo el dinero para no trabajar cuando nazca el bebé y poder finalizar la universidad.
—Haces bien. Dejaré que trabajes hasta que quieras y te sientas capacitada, incluso cuando empiece el semestre te daré horas flexibles. —sonreí con una expresión de agradecimiento.
—Gracias, eres muy buena, qué suerte tengo al ser tu empleada.
—Y yo tengo mucha suerte de tener a una empleada como tú, mis clientes están muy satisfechos contigo.
***




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