Emily.
Al finalizar las clases, salí del edificio con cautela, crucé el umbral de la puerta principal, y observé a todas partes, no vi a Charlie.
“Qué bien que no está”
Me dije en mis adentros, me sentí aliviada, quizás ya se había dado cuenta que no debía buscarme, entonces terminé de salir del edificio y caminé hacia la calle, debía pasar un portón, lo hice y caminé por la acera, alejándome cada vez más.
Una cuadra más adelante crucé la calle, al otro lado estaba la parada del autobús que necesitaba para ir al local de comida donde trabajaba como mesera. Ahora mi trabajo no sería de día, sino de noche desde las seis hasta la medianoche.
Así sería por algún tiempo, hasta que mi panza me lo permitiera, yo estaba rogando al cielo que el momento de retirarme de mi empleo fuera lo más tardado posible, quería seguir ahorrando dinero, para cuando naciera mi bebé, poder dedicarme a él al menos seis meses, después de eso, tenía que volver a la universidad y hacer mis prácticas finales, solo me quedan tres semestres.
Me quedé esperando el autobús aparentemente aliviada porque Charlie no se había aparecido en la universidad a molestarme.
“Nunca volverá, ya tiene dos semanas que no va a la granja de mis padres, creo que se cansó o se dio cuenta que una boda obligada no vale la pena… no tiene que casarse conmigo solo por aparentar ser un hombre correcto, si no me ama no tiene que hacerlo.”
El que no se hubiera aparecido por allí era un descanso a mis preocupaciones, pues no quería verlo nunca más.
Pero a la vez comencé a sentir mucha tristeza, porque aún lo amaba, por supuesto que anhelaba con toda mi alma volverlo a ver, pero sabía que verlo me haría mucho daño, ver de nuevo sus ojos mirándome fijamente, envolviéndome, ver otra vez su cara, la barba que arropa parte de sus mejillas hasta su cuello, su aparicia , sus manos, será una tortura verlo y sentirlo mío.
Me deleité tanto con él, con su falso amor, cuando sentía la aspereza de su barba rozando mi piel, cuando los dos estábamos desnudos en nuestros momentos más íntimos, yo excitada, cada una de sus caricias me encendían más, su voz susurrante cerca de mi oído diciéndome cosas que eran solo para mí, me hacía sentir la mujer más dichosa del universo, estaba tan entregada y enamorada a él, no sé cómo en tan poco tiempo Charlie se convirtió en todo para mí, mi vida comenzó a girar en torno a él… creí que yo también significaba mucho para él; pero hoy estoy aquí sola en esta parada de autobús, de repente me doy cuenta de que me siento tan sola, en medio de esta ciudad, rodeada de edificios y de gente que anda por la calle, pero yo estoy aquí, sola con mi por venir; traeré un bebé al mundo, pero no tendré mi propia familia, mis sueños se desvanecen cada día más, debo asumir mi realidad.
Subí al autobús, llegué al restaurant a cambiarme y comencé a trabajar de mesera, lo hice como de costumbre, aunque me sentía cansada, un par de horas después mis pies estaban inflamados. Procuré no quejarme, ahora más que nunca debía esforzarme por mi bebé, tenía que terminar la carrera universitaria y así poder en el futuro ofrecerle una vida buena a mi pequeño.
Tenía un buen rato trabajando cuando de repente Francia, mi compañera me dijo que en la mesa díez había un cliente que había exigido que lo atendiera yo.
—¿Yo?
—Si, quiere que tú le atiendas.
La mesa díez se encontraba en otro salón, por lo que yo no podía ver de quién se trataba.
—¿Es un viejo verde?
—No, es un chico, es guapo, ve a atenderlo, yo tomaré los pedidos en este salón.
—Está bien, iré enseguida.
Tomé la libreta de anotar los pedidos y me dirigí hacia el otro salón, crucé la puerta y caminé hacia la mesa díez, el hombre estaba de espaldas, tenía puesto un suéter color verde oscuro con la capucha puesta sobre su cabeza.
—Buenas noches señ…
Me di cuenta que se trataba de Charlie, él levantó su mano hacia la cabeza y se quitó la capucha, yo me quedé paralizada por un momento, luego me di vuelta para marcharme, Charlie se levantó de la mesa y me agarró del brazo, con una voz apacible me dijo:
—Emily, no te vayas, tenemos que hablar.
—No, vete, estoy ocupada.
—Entonces esperaré que salgas de trabajar, aunque debería sacarte de aquí de una vez.
—No vas a sacarme de ninguna parte, vete.
Me fui del salón, regresé al otro, mi rostro estaba pálido, estabas estupefacta y temblando por dentro, Francia se dio cuenta.
—¿Qué tienes que estás tan pálida? ¿Te hizo algo ese hombre?
—Solo es alguien que desea fastidiar, pero ya se iba.
***
Terminé el tiempo que faltaba de mi jornada, no tuve ni un segundo de tranquilidad, presentía que Charlie no se había ido, eso me causó mucha incertidumbre, estaba nerviosa.