Emily.
Fui al cuarto a cambiarme el uniforme, me miré al espejo y me quité la cofia y delantal, después me quité el vestido, me puse el pantalón de mezclilla y una blusa blanca manga larga, luego me puse mis tenis que también eran de color blanco. De último me solté el cabello, no suelo tenerlo amarrado, excepto cuando estoy en mi jornada de trabajo o cuando estoy en mis quehaceres en casa. Mi cabello es largo y ondulado, también abundante, me gusta conservarlo así, natural.
Aún estaba alistándome para ir a casa cuando de repente sentí dolor en mi vientre, algo parecido al que había tenido días atrás, entonces me hice unos leves masajes, supuse que tenía gases acumulados, quizás la comida que ingerí en el comedor de la universidad me había caído mal.
“Mañana llevaré una vianda.”
Me dije mis adentros, tendría que levantarme un poco más temprano, preparar el almuerzo para llevar, seguiría la dieta que me había enviado el doctor, para así evitar que me volviera a dar ese dolor tan fuerte que había sufrido días atrás.
Me olvidé de Charlie por un rato, salí y me despedí de mis compañeros.
—Hasta mañana chicos.
—Hasta mañana panzona. —respondió Joseph, después los demás me desearon las buenas noches.
Jalé la puerta de salida, la campanita que estaba puesta en la parte superior del marco sonó, era el típico ruido que indicaba cuándo alguien entraba o salía del lugar.
Me dirigí hacia la calle, y allí estaba Charlie, de pie recostado contra su auto deportivo color blanco, uno de varios que tiene.
No le dije nada sino que desvié mis pasos hacia el lado contrario y me fui por la acera, Charlie me siguió.
—Emily, deja de ser tan inmadura, tenemos que hablar.
—Déjeme en paz.
Le dije sin voltear a mirarlo y seguí caminando, Charlie me agarró del brazo y me hizo girar hacia él, quedamos frente a frente, yo tenía una mirada furiosa, pero por dentro estaba derretida, temblaba como una gelatina y mi corazón estaba muy agitado.
—¿Por qué insistes en buscarme?
—Tú no quieres escucharme, por favor Emily, no puedes ser tan drástica, tenemos que hablar.
—Bien, entonces hablemos, lo que tengas que decir, dilo rápido, porque estoy cansada y tengo que estudiar un rato.
—No tienes necesidad de estar trabajando de esa manera, deberías estar en casa durmiendo.
—Eso puedes hacerlo tú que eres un niño millonario, la gente menos privilegiada tiene que hacer sacrificios para ganarse las cosas.
—La gente inteligente sabe hacer las cosas para ganarse las cosas.
—Lamento no ser tan inteligente.
—Perdón no quise decir eso, por favor, hablemos con tranquilidad.
—Ya estamos hablando.
—Vamos a otra parte, aquí está haciendo mucho frío, no demora en comenzar el invierno, una mujer embarazada no debería estar así, exponiéndose a esta hora, te va a dar un resfriado.
Agaché la mirada por un momento, tenía mucho enojo, pero también sentí que mi actitud no era la correcta, me llené de dudas, no confiaba en Charlie, pero a su vez deseaba que él me dijera algo lo suficientemente válido que me convenciera de su amor, quería creerle.
—Yo no necesito hablar, las cosas quedaron claras para mí.
—¿Qué quedó claro para ti?
—Cuando te enojaste por mi embarazo, cuando me dijiste que abortara y cuando no llegaste a la iglesia.
—No, no es cierto; lo que quiero decir es, que estuve muy equivocado, pero después quise rectificar mi error, pero no me dejaste hacerlo, te fuiste de la iglesia, no quieres confiar en mí.
—No estoy dispuesta a casarme contigo solo por cumplir con una formalidad social o porque tu familia te obligó, quizás te parezca una tonta anticuada, pero el día que me case, será porque estoy enamorada de un hombre que también me ama de verdad, no por obligación o por un embarazo.
—Quiero estar contigo porque te amo, por eso te pedí que nos casáramos, estoy aquí de nuevo por eso, porque quiero que estemos juntos el resto de nuestras vidas, te amo Emily, no voy a renunciar a ti.
—Lo dices de la boca para afuera, pero tus actitudes no son de un hombre enamorado.
—Sí te amo —me agarró de los hombros y se quedó mirándome fijamente a los ojos—, ¿Cómo quieres que te demuestre mi amor? Se supone que deberíamos estar juntos y tener a nuestro hijo, ¿Prefieres que te abandone? ¿Acaso no me amas?
—Si te amo, pero… no pienso obligarte, no voy a atarte a una relación solo porque te voy a dar un hijo, cuando miro tus ojos veo que no me amas, no me quieres de verdad.
—No pienses por mí, no eres adivina, ¿cómo se supone que conoces mis sentimientos? No puedes hurgar mi cabeza ni mi corazón.
—Tienes razón, no soy adivina, y no puedo escudriñar lo que hay dentro de ti, pero hay algo que me dice que no me amas; por favor no insistas más, por tu familia no te preocupes, nadie va a saber que este hijo existe, es más, jamás le diré quién es su verdadero padre.