Me demoré menos de lo que esperaba en recuperarme, ha amanecido más temprano de lo usual, lo que indica que la primavera ha llegado. El día debe estar precioso, con los arboles floreciendo, con el cielo azul atravesado por los gratos rayos de un Sol tibio, cubierto todo por una alfombra verde de vivo color, lástima que debido a mi condición ya no puedo disfrutar de esto. Me encantaría poder gozar de aquel paisaje, pero si lo hiciera sería mi condena a una muerte segura. Aun así he amanecido de mejor humor, hoy me pasaran a mi trabajo como sirvienta y ante esto podré gozar de mayor libertad y aprovechar algún momento de descuido para huir de este lugar, el imaginarme correr a metros de mi casa, me da ánimos y inevitablemente ansiedad.
Iniciaré mi aprendizaje de sirvienta y me he puesto a la tarea de actuar más sumisa y mostrarme con ganas de aprender solo para que se confíen de mi y eso facilite mi futuro escape. Alex, el sirviente de Cristóbal, será mi tutor y me enseñara la forma correcta como debo "comportarme".
También me han dado mi habitación definitiva, en la zona de los sirvientes, un cuarto más modesto que me recuerda mi hogar, ya que logra forma una especie de aire hogareño y familiar. Además el ánimo, las risas y las conversaciones que se sienten en este lugar son mucho mejor que el silencio de aquellas enormes habitaciones de invitados. Y aun cuando todos los empleados son vampiros no parece que les molesta mi presencia me tratan como si fuera uno más de ellos. Lo principal asimismo es que ahora estaré lejos de las habitaciones de Cristóbal y Víctor, y más cerca de la puerta principal y la trasera, por donde claro puedo huir mientras todos duermen.
Tengo una cama, pequeña pero cómoda; un pequeño televisor, un estante con un par de libros que me han autorizado tomar prestados de la biblioteca, un oso de peluche, que me obsequió Sofia, una joven ayudante de cocina, como regalo de bienvenida.
Alex me ha indicado que debo estar lista a las siete de la mañana, por fortuna Víctor no es de levantarse muy temprano como Cristóbal, cuyos sirvientes están de pie desde las cinco y treinta de la mañana. Y aquí estoy yo, con quince minutos de adelanto en la cocina, con mi ropa de sirvienta, la característica ropa de vestido oscuro, delantal blanco. Pero con un cinta (Katyusha) en la cabeza de color rojo, esto era como para hacer la diferencia entre los sirvientes (humanos transformados en vampiros para servir a su amo) y los empleados (personal vampiro a contrato). Solo cuando acompañamos a nuestro "amo" a alguna reunión o cita especial se nos permite usar otro tipo de vestimenta.
—Muy bien, es un muy buen punto que te levantes antes de la hora prevista —indicó Alex con gesto aprobativo, aun cuando se dio tiempo de arreglar mi delantal que al parecer no estaba tan ordenado como pensé.
Me indicó que lo acompañara al interior de la cocina, donde me presento a quienes aun no conocía y que trabajan en esta área, aunque ya conocía a algunos de vista, es la primera vez que me presentaba correctamente.
—Cada mañana debes bajar y pedirle a Sofia que prepare el desayuno del amo Víctor —señaló, y la joven mujer respondió con una ligera sonrisa—, ella conoce lo que le gusta desayunar al amo.
Nos quedamos observando como la joven preparaba el desayuno, es bastante rápida y no derramó ninguna gota del café que sirvió.
—Le llevas la bandeja con el desayuno al amo, pero no te apresures o derramaras el café y deberás volver a la cocina para que Sofia pueda prepararlo todo nuevamente.
Tomé la bandeja con algo de temor, la taza estaba llena hasta arriba de café y el solo pensar en la enorme escalera que debo subir me pone algo tensa. Suspiré angustiada.
—Tranquila, no pasara nada grave si derramas el café —me sonrió Alex, le devolví una forzosa sonrisa.
Subí las escaleras lentamente, teniendo mucho cuidado con no derramar el café. Por fortuna logré llegar arriba con la bandeja a salvo. Caminé por el pasillo y me detuve en la habitación de Cristóbal, me quede un instante mirando la puerta cerrada. Hace días que no lo veo, desde que he sido trasladada al cuarto de sirvientes son pocas veces las que he tenido oportunidad de verlo, pero no lo he podido encontrar y hasta ahora no sé nada de él. Tampoco me atrevo a preguntarle a Alex me avergonzaba el solo hecho de que se pudiera imaginar cosas raras.
Seguí caminando hasta detenerme frente a la puerta que da a la habitación de Víctor. Antes de golpear la puerta suspiro, dándome ánimos, no lo he visto desde el ataque de Marcos, y no sé con qué semblante seré recibida por él.
—Pasa —fue la seca respuesta y con ello entendí que su ánimo no es el mejor.
—Buenos días, le traigo el desayuno —exclamé rápidamente dejando la bandeja en una mesita y tratando de salir rápido de aquel lugar.
—¡Eh! ¿Esa no es forma de saludar? —reclamó molesto. Estaba sentado en un sofá leyendo el periódico y ha dejado de leer al decir esto.