Prefacio

La luna se pintaba de rojo en punto de la medianoche sobre la ciudad de Varex, la noche se volvía fría y acogedora para las personas que estaban dentro de sus casas, tomando una taza de café, dormidos cómodamente o simplemente a salvo.

Los envidiaba.

En su momento no valoraba acciones tan comunes como esas, tal vez porque era una adolescente que creía que la vida estaba en su contra y, aunque eso era cierto, ahora extrañaba vivir esa monotonía.

Quería llegar a casa y dormir durante horas.

Quería encender el televisor y ver un maratón de películas.

Quería ir a la escuela a aguantar los reclamos del profesor Wilson.

Quería seguir como era mi vida antes.

Pero mi deseo era en vano, en esta situación no podría ya lamentarme, me había quedado claro que una persona como yo no tenía elección propia.

Hice frente a esos ojos llenos de furia, respiré profundo hasta que mi pecho doliera y conté hasta a diez pensando en todo lo que ahora me aferraba.

––Acepta tu destino.–– dice desdeñosa.

Fue entonces que una noche bajo el eclipse de medianoche tuve que tomar una decisión, una que tendría consecuencias, pero nunca imaginé la magnitud de estas.