El arte de amar.

Capítulo 7

La música a todo volumen no lograba ahogar del todo mis pensamientos, de hecho, cada que cambiaba alguna canción por otra más ruidosa, parecía que mis pensamientos tomaban más fuerza y trataban de taladrar de una u otra manera mi cabeza haciéndome entrar en pánico. 

La cabina de audio estaba totalmente vacía aparte de mí misma, Diego había desaparecido después de dos horas y solo me había dejado una larga lista de las canciones más populares que debía reproducir, después de eso, había quedado sola en la cabina luchando contra el malestar que se arrastraba poco a poco por mi cuerpo. Una fuerte electrónica sonaba por todas partes haciendo eco en las pequeñas esquinas desocupadas, a través del vidrio ahumado podía ver a las personas moviéndose al compás del fuerte ruido.

No eran más de las once de la noche y parecía que el bar cada vez estaba más y más lleno de personas que estaba muy desesperadas por beber alcohol, consumir drogas y liarse con cualquier otra persona atractiva. 

Hoy era sábado, eso significaba que debía trabajar hasta más tarde de lo normal debido a que todo el mundo quería beber hasta que su garganta estuviera en llamas, tan poco me quejaba, normalmente cuando trabajaba horas extras, Ian me pagaba muy bien, aquello era de agradecer.

Y hablando del Ian... No sabía muy bien qué hacer con él, se sentía tan correcto estar a su lado, era algo que comenzaba a generarme alivio y bienestar. Algo que me deslumbraba y parecía no dejar de hacerlo jamás. 

Cuando había despertado en mi nueva casa con un increíble olor a café esparcido por todas partes, me sentí realmente en las nubes, incluso cuando Ian besó mi mejilla y soltó un animado "Buenos días". Aquel acto bastó para tenerme el día entero sonriendo, pero todo mejoró aún más cuando él decidió que podíamos preparar algo para almorzar juntos. Me estaba dando cuenta de que, en realidad, Ian y yo cada vez éramos muy buenos amigos, y me sorprendí al pensar que eso me gustaba demasiado; él era atento, divertido, sarcástico, paciente y un poco mandón, pero a pesar de todo, era un ser muy amable, y aquello era lo que me tenía tan maravillada. 

Por otra parte, no podía olvidar lo que había sucedido en mi habitación, claramente continuaba teniendo muy presente el condenado mensaje que me había llegado, recordarlo me hizo estremecer... No era estúpida, yo sabía precisamente de quien era, no me iba a andar por ahí con rodeos insinuando que nada estaba pasando. Parker era una de las peores cosas que me había sucedido en la vida, de solo recordar su nombre, mis ojos se llenaron de lágrimas y mi corazón pareció querer salirse del pecho. ¿Cuándo superaría todo? ¿Cuándo estaría bien?

Él era tan malo como mi padre o incluso peor — Y no sabía cómo era eso posible— Recordaba que desde pequeña había sido parte de su juego. Parker era un maldito sádico que solo se había emberrinchado conmigo y juró jamás dejarme en paz, recuerdos dolorosos venían a mí cargados con su nombre, pero rápidamente los deseché, no dejaría que él volviera a poner mi vida turbia, no más. No quería pensar en él, ni en sus manos, su toque o sus hirientes palabras.

—Aquí estas — Levanté la mirada cuando Diego entró felizmente a la cabina de música. 

Tardé un buen instante en poder salir de la neblina de mis oscuros pensamientos. 

—¿Dónde más estaría? —Pregunté fríamente sin poder evitarlo, y él me miró sorprendido.

—Tranquila tigresa —Él sonrió alejando su cabello negro de su rostro y se sentó cerca —¿Qué está mal?

—Nada. —Suspiré—. Solo estaba algo distraída. ¿Necesitas algo?

—Ya… —Él parecía no creer en mis palabras, aun así, no dijo mucho—. Quería saber si quieres venir a comer conmigo por ahí...

Ahora la que miraba sorprendida era yo, en realidad Diego era muy guapo, demasiado... Pero no era mi precisamente mi tipo.

—¿Una cita? ¿Tú y yo? —Pregunté cómicamente.

—Claro que no, ¿quieres que Ian me mate? —Preguntó divertido— Solo quiero que me acompañes a cenar, me invitaron por ahí a una cena y no quiero ir solo, así que pensé que serías una buena compañía. 

No pasé por alto cuando dijo lo de Ian, pero traté de ignorarlo, no preguntaría sobre aquello, en vez de eso, miré detenidamente a Diego.

—¿Quién te invitó a cenar? —Pregunté entrecerrando los ojos.

Últimamente me había dado cuenta de que Diego era un ser muy rebelde y los dos no éramos una buena combinación, ni de cerca, necesitaba evitar los problemas y andar con el pelinegro no era un buen inicio. 

—Te juro que te vas a divertir —Prometió.

—No lo sé…

—Oh vamos, hazlo por mí, por tu mejor amigo…

—No tengo mejores amigos.

—Ahora yo lo soy. —Sonrió brillantemente, —solo confía en mí.

Un suave gemido lleno de frustración salió de mí.

—¿Voy a arrepentirme de esto verdad? —Inquirí.

Su sonrisa creció más como si fuese posible.

—Te va a encantar, lo juro. —Se acercó, tomó mi mano y me obligó a levantarme—. Vamos, necesitas ponerte ropa más decente, pelirroja. 

Le agradecía mucho a Ian por haberme entregado una llave de su departamento o si no, no estaba segura muy bien de como hubiera entrado al lugar, aun así, podría estar muy convencida de que Diego me habría obligado a subir por encima del balcón o algo parecido, solo para lograr su objetivo. 

Diego me aseguró miles de veces de que a Ian no le importaría que dejáramos el trabajo votado a media noche, según él, ya tendría un remplazo para los dos. Tampoco traté de preguntar mucho sobre la cena, no estaba segura de que restaurante estaría abierto a media noche o algo por el estilo.

Después de una rápida ducha y haberme puesto un sencillo vestido negro de encaje y vuelo alto, escogí unas botas igualmente oscuras y dejé mi corto cabello caer sutilmente sobre mis hombros. Había pensado en tapar mis estúpidas pecas, pero decidí no hacerlo, no tenía por qué tratar de sorprender a nadie, además estaba el hecho de que sabía que a Ian le molestaba cuando hacia aquello y, mi estúpida y nueva yo no quería decepcionarlo.




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