El arte de amar.

Capítulo 8.

Estaba tratando por todos los Dioses no comenzar a gritar vulgaridades por todo el lugar, mi sangre hervía llena de cólera retenida mientras Blake me arrastraba de la mano por todo el bar, la cosa y el momento era de locos, pero entonces también debía admitir que estaba un poco recelosa por su actitud, muy pocas veces había visto enojado a Blake, normalmente era un maldito bloque de hielo que no le mostraba nada a nadie, pero cuando se ponía en actitud "agresiva" daba más miedo que la mierda.

—Que me sueltes. —Le gruñí enfadada zafándome de su agarre. —¿Estás estúpido o qué? —Le pregunté mirándolo mal.

Su mirada colérica se posó en mí y supe que estaba en verdaderos problemas, apenas él entró a la cabina de música, pasó por encima de Diego y sin importarle mis insultos, me había sacado volando del lugar sin más.

—Cierra la boca. —Me ordenó enojada, y me miró mal. —Acabaste totalmente con mi paciencia, Isabella.

—¿Y? —Pregunté enojada—, que asco. —Comencé a limpiar la mano en donde él me tocó. —estoy segura de que tomaré alguna clase de enfermedad grave por estar en contacto contigo.

—No estoy para tus juegos e insultos. —Se acercó a mí y yo retrocedí rápidamente.

Odiaba cuando me intimidaba con su maldita altura.

—No puedo creer que me hubiese obligado volver a este sitio. —Continuó hablando con enojo. —No voy a perder mas mi tiempo aquí, nos vamos a ir ahora.

Miré de reojo hacia la entrada del bar, no quería que Ian aparecía por esa puerta, siendo sincera, lo último que quería es que hubiese un enfrentamiento.

—Ya te lo dije la ultima vez, Blake. —Mis ojos se centraron en los suyos. —No volveré a esa casa, ¿tanto te cuesta entenderlo?

—Isabella.

—Oh claro, no puedo entenderlo porque careces de suficientes neuronas.

La mirada que él me envió me hizo sonreír a pesar de todo.

—Mira que no es tu culpa, lo que pasa es que cuando estabas pequeño, en vez de leche te daban petróleo, y aquello te arruinó. —Mi voz estaba llena de humor, aun así, yo solo estaba tratando de esconder mi miedo.

—¿Podrías madurar, Isabella Gibson?

—Oye, no digas ese apellido. —Solté de repente en forma de advertencia.

No quería que nadie se diera cuenta realmente quien era, lo último que necesitaba justo ahora era a personas acercándose a mí por interés a la fortuna de mis padres, además estaba el hecho de que por primera vez en mi vida quería ser apreciada por ser yo misma.

—Es tu apellido. —Soltó mi hermano sin más.

—Te dije que te calles. —Gruñí. —Quiero que te vayas.

Traté de girarme para volver al bar, pero él me tomó de la mano y me impidió llegar más lejos.

—Isabella estoy intentando ser paciente contigo, quiero ayudarte. —El aire salió de mis pulmones. —Déjame ayudarte, cochinita.

Mi cuerpo se tensó inmediatamente al escuchar esa palabra, aquel apodo desencadenó varios recuerdos dentro de mí, recuerdos oscuros.

Cochinita.          

—No me llames así, Blake. —Mi voz tembló.

—Isa…

—No, no me llames de manera agradable, no actúes como si fueses un simpático hermano mayor, de hecho, no deberías ni siquiera estar hablándome. ¿Qué haces? —Pregunté enojada—, quiero que te vayas.

—Tienes que volver a casa. No dejaré que tires tu vida por la borda.

—No, ya te dije que no. —Mis manos comenzaron a temblar fuertemente, aun así, traté de esconder mi terror. —¿Por qué simplemente no desapareces de mi vida? ¿Por qué no puedes ver que no quiero volver allá?

Él guardó silencio.

—Te odio Blake, así como los odio a ellos e incluso más. —Sus ojos se nublaron con un poco de dolor, pero lo ignoré. —Te odio.

Él no entendía que yo no podía volver a ese lugar lleno de dolor y menos ahora que había conocido tan solo un poco de felicidad al lado de Ian, yo no podía estar cerca de ninguno de ellos nunca más, estar con ellos era como clavar una y otra vez dagas en mi corazón ya muerto.

—No me odias. —Dijo él con suavidad, sin embargo, supe que aquellas palabras eran más para él que para mí. —Yo no dejaré que nadie te haga daño, Isabella. Nada malo sucederá de nuevo, lo prometo.

—No prometas cosas que no puedes cumplir. —Le gruñí. —Vete.

Me pregunté por un momento si era posible en algún punto morir envenenada por tanto odio, porque si en algún punto ese era el caso… Mi muerte estaba muy cerca.

—Largo. —Mi voz subió un tono más arriba, yo en ese punto ya no podía controlar mi creciente histeria.

Mi pecho en ese punto subía y bajaba justo como el de Blake, el aire parecía haberse escapado de nuestro alrededor, incluso mis pulmones parecían querer estallar.

—Solo te pido que seas consiente, Isabella. Este lugar no es para ti y…

—¡Vete! —Grité sin más.

Intenté empujar a mi hermano y él me detuvo, claramente no quería forcejear conmigo, aun así, tampoco me dejaría golpearlo.

—Ya es suficiente. —Una firme y masculina voz sonó detrás de mí. —Ella te dijo que te marcharas. ¿La escuchaste?

Otra mano se posó en mi brazo y fui obligada a dar un paso atrás, Ian me acercó a su cuerpo y yo solo pude temblar sin más.

—Yo creo que no estoy hablando contigo. —La mirada de Blake se plasmó en la mano de Ian, y lo vi tensarse.

—Dijo que te fueras, y tú te irás. —La voz de Ian era tranquila. —Sí ella tiene que volver a decírtelo, yo no seré muy cordial contigo.

—¿En serio? —Mi hermano sonrió.

Ian se tensó y la sonrisa de mi hermano creció aun más, enredé la mano en la camisa del pelinegro de manera rápida, temiendo que pudiese tirarse sobre mi hermano.

No quería una pelea, no quería que Ian se metiera en problemas por golpear a Blake, sabía que el pelinegro podría ser letal, en su mirada peligrosa se veía que podía hacerle daño si quería a mi hermano. Pero, por otra parte, también sabía que Blake no se quedaría quieto, y no me perdonaría nunca si le hacía daño a Ian.




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