El arte de amar.

Capitulo 19

Sabía que todo estaba mal cuando vi un auto estacionado en la entrada de la casa en donde se estaba quedando Isabella, y no sé cómo, pero enseguida supe que era de él, de Davy, —claramente sería él— juro que nunca en la vida sentí tantos celos e ira como en ese momento, porque de solo pensar brevemente que ellos estaban solos y juntos, y que el bastardo probablemente se estaba aprovechando de la amnesia de ella, sentí altos niveles de asesinato e irritación.

 

¡Iba a matarlo si la tocaba! ¡Iba a hacerlo! ¡Jodidamente lo haría! 

 

Unas horas antes cuando había estado terminando algunos avances sobre el nuevo lugar que estaba pensando comprar para abrir otro bar, recibí una llamada de Blake, al principio me había tensado, una llamada de él podría significar que algo malo le había pasado a Isabella, y el solo tener ese pensamiento en la cabeza logró carcomer mi mente y mi alma —no soportaría que otra cosa mala le sucediera a ella—, además estaba jodido porque llevaba varios días sin verla y eso me convertía en un hombre desesperado y melancólico. —Realmente no lograba vivir sin ella— aún así, Blake tenía razón... Lo mejor era que le diera tiempo, no podía presionarla a recordarme, no cuando le había hecho tan daño.

 

Cada noche el recuerdo de ella me volvía pedazos, a veces simplemente no podía con mi culpa, no después de todo lo que le había hecho y siendo sincero, de solo pensar que quizás pudo morir por mi culpa, aquello siempre hacía que mi corazón doliera tanto que la única solución para calmarlo era ahogarme en frío y amargo licor. 

 

No debí haberle hablado nunca de aquella manera, no debí haberla gritado, no debí haber besado Ágatha solo para demostrar un estúpido punto... Solo debí haberle dicho a Isabella que la amaba, que de verdad lo hacía, y que la amaría como nunca amaría a nadie más —estaba seguro de ello—. Sin embargo, no pude decir nada porque ya lo había jodido todo.

 

Blake me había dicho que debía salir de la ciudad para ir a firmar unos acuerdos, que el viaje había salido de la nada y no podía faltar, —y aunque escuché la frialdad en sus voz cuando me habló—, no pasé por alto el respeto que identifiqué cuando dijo que sabía que yo era el unico que podía cuidar realmente a Isabella, aseguró que iba a terminar todo rápido e iba a volver de prisa para el cumpleaños de la pelirroja, y antes de colgarme después de haber pedido el favor de quedarme con su hermana, me advirtió que si me pasaba de listo con ella me asesinaría.

 

Así de amable era el jodido Gibson.

 

Ya de pie en la puerta de la gran casa, pensé en tocar la puerta, pero de último momento lo deseché y sin importarme nada, la abrí y me encontré con una escena que me enfureció como nada en el mundo. Ella y él estaban juntos y muy cerca, demasiado.

 

Isabella en ese momento estaba sentada en el sofá y frente a ella estaba Davy, él le estaba diciendo algo y ella lo estaba mirando embobada —sentí mi ira crecer aún más—, todo empeoró cuando noté que ambos estaban totalmente mojados y la ropa que llevaba la pelirroja era totalmente transparente, sus pechos podían verse un poco a través de la tela blanca de su top.

 

No tenía sentido perder los estribos, no debía hacerlo, yo era un hombre tranquilo y nada lograba enojarme, ya no, ya no...

 

Hablé conmigo mismo, pero me fue imposible drenar mi ira y mis condenados celos.

 

Sabía a lo que me enfrentaba, sabía que apenas él supiera que Isabella había perdido la memoria y no era capaz de recordar lo que habíamos vividos, él se iba a aprovechar de eso e iba tratar de volver con ella, podía ver en sus ojos que la quería de vuelta y ¡Joder!, primero loco antes de permitir que ella volviera con ese idiota abusivo. 

 

Era muy consciente de que quizás Isabella nunca me perdonaría, y, a decir verdad, pensar eso me mataba lentamente, pero prefería que me recordara y me odiara, a que nunca supiera que alguna vez me amó y se entregó a mi como solo se entrega una persona que ama descontroladamente.

 

Con todo y sin miedo a nada.

 

Con el paso de los días había aceptado que tenía que decirle la verdad, debía decirle porque aquella noche ella se había ido tan molesta y con los ojos llenos de lágrimas, tenía que decirle porque habíamos discutidos y porque ella había llorado, yo definitivamente necesitaba ser sincero, pero entonces, primero tenía que asegurarle y demostrarle que la parte más oscura mía la amaba como a nadie, y que, aunque quizás ella nunca me iba a perdonar por lo sucedido, yo siempre iba a estar ahí. Y esperaría el momento adecuado para volver si ella me quería de regreso. 

 

Si me necesitaba y me seguía amando como al inicio...

 

Después de haber gritado prácticamente a Isabella para que se fuera a cambiar de ropa, no esperé prácticamente a que ella terminara de subir las escaleras, para así saltar encima de Davy.

 

—Quiero que algo te quede claro —le avisé al idiota mientras me acercaba a él—. No te quiero ver encima de ella ¿Me entiendes?, vas a dejarla tranquila y, sobre todo, no la vas a joder en nada, ya no.

 

Mi voz era baja, pero estaba llena de fría amenaza.

 

—Deja de hablarme con autoridad —gruñó él —¿Quién crees que eres tú para darme órdenes? —Preguntó burlonamente. 

 

Pensar y después actuar.

 

Ese era uno de los lemas más grandes de mi vida, siempre lo hacía, trataba de actuar de manera responsable y sabia, sin embargo, en ese momento no existía nada racional en mí, no cuando me acerqué a Davy, lo tomé de su camisa, lo atraje a mí y le di un brutal, contundente y salvaje golpe en la mandíbula.

 

Davy gruñó con fuerza al recibir el golpe, y yo lo empujé con firmeza.

 

—¿Quién soy?, soy el que te va a romper la puta cara si vuelves a pasarte de listo conmigo, voy a olvidar que eres un puto niño y te daré una gran lección.




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