El arte de amar.

Capítulo 24

Me dolían los ojos de todas las lágrimas que estaba reteniendo, pero no iba a llorar, no lo haría y punto. Ya no era una jodida débil, no iba a rendirme ante nadie.

Realmente por un momento pensé que él se iba a hacer la víctima, creí que en la carta iba a decirme que lo que yo había visto entre su persona y Ágatha no era real y miles de cosas más, sin embargo, el pelinegro jamás intentó defenderse, no lo hizo, sólo se dedicó a decirme una y otra vez cuán importante era para su persona, cuánto me amaba y al final, cuánto me extrañaba.

No lloré mientras leía la carta, no hice otra cosa que mantener mí ya grato silencio y me permití el absorber las palabras de él, sin importar mucho el hecho de que no quería saber absolutamente nada de su ser.

«Te dejo libre»

Ian era un jodido idiota, ¿cómo se atrevía a decir aquello? ¿Desde cuánto yo estaba en prisión? ¿Como que me dejaba libre?

Por un momento tuve la insana necesidad de llamarlo para tratarlo mal, yo no quería saber mucho de su amor, no quería saber nada de él sin importarme qué en su carta hubiera dicho que me amaba y si me amaba tanto ¿Por qué me falló? ¿Por qué lo hizo?

Le había dicho una y otra vez que lo único que yo quería en la vida era respeto y confianza, siempre le dejé claro que no era su obligación amarme, aun así... ¿Por qué no fue sincero? ¿Por qué no me aclaró que sentía algo por ella? ¿Por qué no evitó romperme el corazón?

Era innecesario seguirme haciendo preguntas, ya el tiempo había transcurrido y no se podía llorar sobre el agua derramada, sus palabras quizás pudieron crear mucho dentro de mí, pero mi densa burbuja de silencio impidió que me doliera demasiado. Era como si yo me encontrara anestesiada completamente de la realidad.

Tiré la carta sobre el sofá más cercano y traté de calmar mi respiración inestable.

Ya había soportado pasar un mes entero sin ver a Ian, no lloré o hablé sobre aquello, sólo me dediqué a avanzar con mi calma y eso era lo que iba a seguir haciendo, el dolor estaba ahí, pero yo podía seguir ignorándolo sin más.

Si había aguantado un mes, sólo sería cuestión de tiempo para que yo pudiera vivir con su ausencia por siempre, después de todo, yo siempre había estado sola, no lo necesitaba directamente a él.

No sé cuánto tiempo pasé ahí sentada en mi cama sin hacer mucho, mi mente era un revoltijo de pensamientos que no me dejaban respirar, en un punto me planteé el salir a dar un paseo o algo así, sin embargo, no llegué muy lejos porque llamaron a mi puerta de nuevo y dos segundos más tarde, mi hermano apareció tras la puerta.

Me quedé en silencio y esperé un regaño por parte de él, después de todo odiaba que lo desobedeciera directamente.

—Aquí estás —habló en voz baja, mientras me observaba fijamente— el psicólogo me contó que lo dejaste hablando solo.

Rodé los ojos y me encogí de hombros.

—¿Estás bien? —quiso saber y yo asentí sin más.

No había nada que pudiera decirle, era mejor que yo continuara callada y listo, mi relación con Blake cada vez era mejor que antes, su compañía me calmaba e incluso me hacía feliz, sin embargo, ese no era un buen momento. Desde hacía un mes no lo era.

—Vi que Tanía estuvo aquí... ¿Ya se fue del todo?

Asentí.

Blake suspiró frustrado y terminó de entrar a la habitación, él estaba por decir algo, aun así, no llegó muy lejos porque sus ojos se fijaron en la carta que estaba encima del sofá.

—¿Qué es eso?

No respondí, claro que no.

—Como sea -Blake caminó hacia el sofá y yo me tensé cuando lo vi tomar la carta de Ian.

Por alguna estúpida razón sentí que estaba traicionando la confianza del pelinegro al permitir que mi hermano leyera sus palabras, aquellas eran algo personales y estaban destinadas sólo para mí... Sin embargo, sin importar mi incomodidad, no interrumpí la lectura del rubio.

Blake era un cabrón cuando quería serlo y en ese momento no fue la excepción, lo vi sonreír disimuladamente ante lo que leía.

-Super profundo la cosa esta -sus ojos verdes dieron con los míos -se ve como que el idiota se va a suicidar en cualquier momento.

Le di una mirada llena de advertencia.

Yo detestaba a Ian, aun así, no quería que nunca le pasara algo malo...

—Su declaración de amor es muy ridícula, aun así, es una reclamación —se encogió de hombros— yo jamás me vería haciendo algo así, ¿no sientes como que es muy humillante?

Sonreí ante sus palabras y él sonrió aún más.

Maldito Gibson.

—¿Entonces va a contarme porque no quieres volver con Ian?

Yo negué firmemente.

—Eres una romanticona, Isabella —puso la carta en su lugar y se inclinó contra la pared más cercana—, hace un mes estabas casi muriendo cuando él no venía a verte, deduje que era porque realmente lo amabas o algo así, pero entonces... ¿Ya no quieres verle? ¿Lo botaste? ¿Por qué?

Mordí mi labio inferior, suspiré tras una pausa, me puse de pie y tomé un cuaderno con un lapicero, escribí rápidamente algo y se lo mostré al rubio.

—No se puede amar a una persona infiel y traicionera— él leyó las palabras que estaban en el cuaderno y frunció el ceño.

—¿Infiel? ¿Ian te fue infiel? —Blake se veía incrédulo.

Yo miré mis manos cuando sentí el mismo dolor característico en el pecho.

—Me cuesta creerlo y no necesariamente porque el bastardo me caiga bien, —comenzó a decir— él se ve como si no pudiera obtener oxigeno si tú no estás cerca, se ve como un jodido idiota. ¿Como es eso de que te traicionó?

Me encogí de hombros y sentí mis ojos llenarse de lágrimas.

«No llores, no llores, no llores...»

—Voy a matar a ese cretino. ¿Quieres que lo haga?

Negué de nuevo.

—Lamento todo lo que te está sucediendo, Isabella -dijo después de un momento—, no merecen tanto dolor y mucho menos mereces sentirte así, no lo haces. —aseguró— quizás querrás asesinarme por lo que te voy a decir y esto va en contra de mis instintos asesinos, aun así, creo que quizás deberías hablar con ese cretino de Ian, deberías darle una oportunidad de poder expresar todo, deberías darte una oportunidad a ti misma de ser capaz de cerrar el ciclo.




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