El arte de amar.

Capítulo 28

Ian me tenía en absolutamente todos los sentidos, cada día que transcurría era mejor que el otro y jamás me cansaba de tenerlo a mí lado, no cuando él era tan perfectamente correcto y en ocasiones molesto.

Amaba absolutamente todo de él, su humor, su paciencia, su sarcasmo, su calidez, su madurez, sus celos, su todo, estaba tan completamente embelesada con su jodida persona, que ya no había espacio para dar marcha atrás, no después de tanto.

Mi cuerpo estaba obsesionado con él, no había día en donde no lo deseara hasta más no dar, aun así, el pelinegro siempre se encargaba de satisfacer todas y cada una de mis necesidades —lo hacía de la manera más deliciosa posible y ¡Mierda! — ¿Cómo podría controlar alguna vez mí hambre por él? ¿Era posible siquiera?

Blake se había enterado de la peor manera posible de mí regreso con Ian, se suponía que iba a salir de viaje y no llegaría hasta el otro día, aun así, eso no fue lo que sucedió, ni de cerca, el rubio volvió antes de lo previsto y me encontró teniendo sexo en la sala, debo decir que la cuestión fue horrible ya que mi hermano casi mató al pelinegro y bueno… ¡Nuestro regreso fue oficial!

Ian y Blake tuvieron una larga charla, escuché a mí hermano gritar una y otra vez amenazas, mientras que Ian lo miraba con calma y respeto, se dejó insultar y después de eso aseguró una y otra vez que nada malo sucedería de nuevo y que él me respetaría y me amaría de principio a Fin. Debo Decir que Blake no estuvo muy de acuerdo, aun así, respetó la cuestión y era por ello por lo que mi noviazgo con Ian se hizo de nuevo oficial.

Todos nuestros amigos estuvieron felices por la cuestión, Tanía había estado evitando estar en mi casa, ya que ella y Blake no querían verse ni nada por el estilo. —No sabía que más había sucedido ahí—, sin embargo, ella y Diego mantenían muy pendientes de la cuestión y los amaba por ello, valoraba demasiado su amistad y consejos, realmente apreciaba el hecho de que jamás se hubieran rendido conmigo y con Ian.

Las cosas con Ian no podían estar mejor, en serio, ahora me sentía llena de nuevo, como si perteneciera a algún lugar y ese lugar era precisamente sus brazos.

Ian había querido hablar varias veces conmigo, algo sobre mis padres, pero la verdad siempre había sacado excusas para evadir el tema, no quería hablar de mis padres, no quería que ellos opacaran la felicidad que tenía por volver con la persona que amaba, así que Ian había dicho que podíamos hablarlo cuando quisiera y lo amaba realmente por darme tiempo, fuese por lo que fuese.

Yo no estaba huyendo de nada, simplemente quería un poco de tiempo.

Aquella tarde había quedado en reunirme con Tanía después de haber salido del hospital, los exámenes seguían debido a que el doctor quería descartar cualquier problema de mi cabeza y aunque al principio me había negado, Ian me había convencido pacientemente y bueno… ¿Cómo podría negarle algo a aquellos ojos azules?

El día estaba un poco oscuro y me arrepentí realmente de no haber llevado un paraguas, ya que obviamente se veía que pronto iniciaría una densa y brutal tormenta, en ese momento me encontraba a dos cuadras de la sala de café en donde últimamente me reunía con la rubia que ahora estaba pasando por momentos difíciles, seguí caminando por la acera de pavimentos oscuro, cuando de repente comencé a sentirme observada. Aquella era una sensación pesada que me hacía sentir incómoda y hasta cierto punto paranoica.

Miré disimuladamente hacia los lados, pero no había nadie, en absoluto, las calles estaban totalmente solas a parte de un señor que iba deprisa huyendo de la tormenta que se avecinaba. Caminé rápidamente tratando de pasar el callejón de tiendas cerradas, pero entonces, sin importar que tan rápido me moviera, la constante y frívola mirada seguía sobre mí.

No la estaba imaginando, no lo estaba haciendo, no, no, no…

Mí respiración se agitó cuando doblé por una tienda la cual, al igual que la otras, se encontraba firmemente cerrada. ¿Dónde estaba la gente? ¿A dónde habían ido?

Después de un momento a otro, mientras yo seguía caminando rápidamente, empezó a llover, a cantaros y con fuerza, en ese instante estaba dispuesta a parar, así que a través de la lluvia seguí caminando rápido para pasar el otro callejón que se avecinaba, aquel estaba más solo y oscuro que el anterior, aquel era como un gran misterio que no entendía y me comenzaba a asustar.

¿Qué jodida mierda estaba sucediendo?

Me pregunté frenéticamente en la mente, cuando escuché pasos más acelerados a espaldas mías, y si, ahora no era una duda, era claro que me estaban siguiendo y el pánico se apoderó de mí, estaba presa del miedo y me costaba respirar.

¿Quién me seguía? ¿Qué quería? ¿Me iba a robar? 

Mordí mí labio inferior e intenté secar mí rostro el cual estaba emparamado por la fría lluvia, me sentí flaquear un poco cuando una pregunta más frecuente en mí —y mi infancia— surgió aterradoramente.

¿Me iban a agredir sexualmente? ¿Era eso?

El desespero aumentó al entender que mí soledad no iba a ser remediada por nadie, en ultimas estancias empecé a correr sin más, tenía miedo, mucho, pensé en Ian y en cuánto deseaba que estuviera ahí mismo conmigo, necesitaba ayuda, no quería estar sola, no podía, no…

Continúe corriendo sin más, la lluvia en cada instante era más fría e intensa, me sentí ahogar justo cuando estaba llegando al final del callejón, era tanta mí desesperación y descuido, que sin poder evitarlo pisé una gran roca y resbalé, en cuestión de segundos choqué con el piso y todo mí peso cayó sobre mí mano izquierda, un grito de terror salió de mi cuando sentí el dolor más horroroso recorrer mi mano izquierda, la cual se encontraba en un extraño ángulo por debajo de mí.

Me la había roto… ¡Había arruinado mí mano!

—Dios… —Jadié con dolor.

Lloré histéricamente mientras intentaba ponerme de pie, luché una y otra vez contra mí dolor, terror y malestar. Cuando ya estuve a punto de poder pararme, descubrí que ya era demasiado tarde, aquella persona me había alcanzado y logró pararse frente a mí, intenté arrastrarme, pero no pude, el dolor en mí brazo me hizo gritar agónicamente y todo se detuvo en mi vida cuando levanté la vista hacia aquella persona y logré reconocerla inmediatamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.