Viernes 20 de mayo, 2040.
Duele, quema y lastima.
Mi proyecto de vida, aquel que elaboré cuidando cada detalle, se estropeó por la falta de una compañera matrimonial. La razón por la que incluí a Natalie dentro de mis planes fue porque era la mujer que escogí. Sin embargo, ella se rehusó a recorrer el mismo camino, decidiendo probar nuevos aires de la mano de otro.
Me amargué por ese pensamiento.
Las mujeres cuando lo tenían todo, no lo valoraban. Yo fui un novio excepcional, atento y amoroso. Además, siempre cuidé de ella, cuidé de mi reputación para que no se vea perjudicada de ninguna manera e incluso interpreté el papel de un personaje principal perfecto, sin defectos. No era intenso, tampoco convertí nuestra relación en una tóxica, me gané a su abuelo e hice lo imposible por su bienestar, pero…
Me dejó.
Resultaba poco creíble procesar cómo es que se fue malogrando mi día. Más aún, cuando la ilusión permanecía en mi corazón. Desde nuestra ruptura, experimenté mucha ansiedad y las ganas de querer verla me colmaban al extremo de no permitirme dormir. Intenté frenar mis impulsos y los mandé a lo más hondo, no obstante, mi cuerpo se movió por sí solo y terminé quedando en ridículo frente a mi ex.
—¿Le doy otro igual, señor Clayton? —preguntó el encargado, luciendo una sonrisa. En menos de un mes, me convertí en un cliente habitual que gastaba grandes cantidades de dinero en alcohol.
—Por supuesto. —cedí ante la tentación, extendiendo mi copa. Mientras el hombre se ocupaba de su trabajo, opté por torturarme y volver a abrir mi billetera. Se suponía que mi principal preocupación debía ser la empresa por las elecciones, aún así, no me podía concentrar.
Tan pronto como la abrí, me topé con la foto de mi familia y otra separada de Natalie. Había sido un niño muy privilegiado, tanto que se me revolvía el estómago al no estar a la altura del apellido. Y por muy vergonzoso que fuera de admitir, no podía expresar ni compartir mis verdaderas preocupaciones. No cuando tenía la responsabilidad de ser un ejemplo para mis hermanos menores y ser la imagen de los Clayton.
Suspiré, bebiendo un trago tras otro.
Esa noche, fue complicado de entender cómo es que llegué a casa de Renata. Por el día, hablé con ella, avisándole que iría a visitarla a su departamento, no obstante, ocurrió el encuentro con Natalie y vine directo al bar. Después de eso, recordé vagamente cómo tomé un taxi y me tropecé en las escaleras. Más tarde, el recuerdo se transformó en uno borroso e irreal. En algún instante, sentí los labios de alguien, sus caricias y yo correspondí totalmente despechado, queriendo olvidar el dolor por un momento. A continuación, nos trasladamos a la cama y de pronto…
Mis ojos se abrieron de golpe, aumentando mis ganas de vomitar por la fuerza con la que me levanté. Hice mi mayor esfuerzo para mantener la calma al sentir mi cuerpo desnudo debajo de la sábana. Poco a poco, identifiqué la habitación en donde me encontraba. Además, a medida que lo hacía, mi presión cayó como las temperaturas bajo cero y al momento de girar mi cara a la derecha, se me reinició el cerebro.
Quedé sin aliento, porque…
—No puede ser. ¡Demonios, Alonso Clayton!
Gruñí, jalando mi cabello.
a mi lado se encontraba mi mejor amiga desnuda.