El Distrito X

PARTE 1. CAPÍTULO II

CAPÍTULO II

Una noche "luminosa"

1

  Estaba casi seguro de que le había visto un arma. Por eso no dejaba de observar el Gabán negro resplandeciente. Al niño, ese hombre inexpresivo le parecía un superhéroe, con su calma de siempre y ese aspecto inusual. Frex ni lo veía, aunque sabía que el pequeño le había visto la sobaquera, e incluso la empuñadura de la pistola, no le importaba. No obstante, había algo que le estaba molestando desde que subieron al tren. Eran esos ronquidos insoportables de Piero, que estaba casi en un letargo. Y otra cosa, la cabeza inclinada en su hombro del novato, ya la había retirado unas seis veces.

Aún sentía esa mirada concentrada del niño, que no se agitaba por disimularla. Afuera, los árboles pasaban como una bala. Una niebla blanquísima empezó a taparlos, como si quisiera apoderarse de ellos. El agente solo pensaba, 10 veces había revisado el bolsillo interior de su abrigo, cerciorándose siempre que no hubiera perdido la carta.

Hacía unas dos horas empezaron su viaje. En la vera del camino había visto granjas, pequeños pueblos, ríos y muchos otros atractivos. Ahora el crepúsculo mantenía esa caja rodante como una avería en la naturaleza, con esas luces que parpadeaban, trastabillando contra la profunda oscuridad. Frex sabía que en esos alrededores solo había piedra y la tierra era yerma. Lo sorprendió la gran cantidad de pasajeros, por lo general, no había muchos.

- ¿Has visto mi teléfono? -dijo una mujer que iba en los asientos delanteros.

-No, seguramente se te cayó al suelo… es imposible que se pierda.

- ¿Me ayudas a buscarlo? -pidió la mujer, con una leve desesperación. Cosa que no le pasó por alto a su acompañante.

- ¡Claro! -se apresuró a decir, pero lo dijo muy alto. De inmediato bajó la voz-. Por aquí no está, ya busqué.

-Busca bien -le espetó la otra, con claro enojo.

Regrath se despertó, su cabello estaba alborotado (lo tenía muy largo, pero no usaba fijador). Dio un respingo, más de vergüenza que de sorpresa. Notó el alivio de Frex cuando retiró su cabeza. Piero no cesaba de roncar. Además, tenía las piernas muy desparramadas. Aun así, su peinado no estaba desarreglado, seguía tieso como una roca, cosa que estaba comprobando Regrath, que lo pinchaba curiosamente. Eso bastó para despertar a Piero. Pero cuando abrió los ojos, el chico ya estaba sentado.

La mujer que buscaba el teléfono estaba muy histérica, los pasajeros empezaban a irritarse con ella. Frex se levantó para ir al baño, y de paso, matar a la mujer con la mirada.

 

2

  Cuando fue a lavarse las manos vio un teléfono sobre el lavabo, era extraño que estuviera allí, porque era el baño de caballeros, y la dueña era una dama. Igualmente, lo tomó, se lo entregaría. No había dormido en todo el trayecto y estaba cansado. Abrió la puerta y cuando salió se estrelló con una mujer. Era la del teléfono.

-Creo que esto es suyo, ¿Verdad? -Expresó Frex, mientras le clavaba una mirada inquisitiva a ella.

-Tiene razón, es mío. Muchas gracias. Si… lo perdí y estaba empezando a preocuparme, es mucha suerte que apareciera.

-Tenga más cuidado la próxima vez -dijo el agente algo receloso, pero sin elucubrar profundamente la situación.

La mujer le respondió con una inclinación de cabeza.

Cuando estuvo de vuelta, Piero se arrellanaba en el asiento, estaba leyendo atentamente una revista, ojeaba constantemente la foto de una colonia, y sus ojos refulgían de euforia. Antes de sentarse, Frex atisbó al niño, este lo había estado esperando, deseando ver otra vez el arma, pero no lo consiguió.

Era la undécima vez que revisaba si tenía la carta. ¡Mala suerte! No estaba.

 

3

  Verificó una vez más por si cometió un error, efectivamente, la carta ya no estaba. Era algo de suma prioridad encontrarla, primero, buscó en su maleta, ahí no había más que papeles y otras cosas. Estaba completamente seguro de que no la había sacado de su Gabán. Entonces, ¿Por qué no estaba? Regrath se percató de la agitación de Frex. Algo muy inusual.

- ¿Qué sucede, Frex? -dijo el chico, poniéndose cada vez más nervioso.

-La carta ha sido robada, ¡Si! Es la única posibilidad. Esa mujer me ha engañado (sin embargo, ¿Cómo sabía que justamente yo iba a ir al baño?) y no sé cómo lo ha hecho -Frex parecía hablar consigo mismo.

- ¿Qué? -Preguntó Piero, mostrando una gran sorpresa, aunque habló con un tono circunspecto. Esas cosas nunca le sucedían a Frex, era algo insólito-. ¡Vaya! Te dejan una responsabilidad y no puedes evitar meter la pata.

Regrath ya había calado las intensiones de Piero, le pareció absurdas aquellas palabras. Eso solo denotaba la envidia que le tenía a Frex. No entendía por qué se comportaba así, tan despreciable, tuvo ganas de darle un puñetazo en la cara, y uno que lo dejara sin dientes.

Frex no se daba cuenta de la indignación del muchacho, y tampoco prestó atención a las palabras bífidas de Piero. Para él, lo más perentorio en ese momento era recuperar la carta. Se levantó como un rayo, se dirigió hacia los puestos de adelante. Pero la mujer se había ido. No quedaba más que un papel con lo siguiente: muchas gracias, amor. No entendió por qué la palabra amor, tampoco le dio importancia.




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