Estació Joaquín Sorolla, València
26 de octubre, 10:42 h
El Euromed llegó finalmente con el retraso habitual y la resignación en los rostros de los pasajeros, un trasunto de lo que Miquel sentía; quizás llegaba tarde, como casi siempre.
Cruzó el vestíbulo arrastrando su troley, y con una carpeta bajo el brazo. Alquiló un coche sencillo en la oficina de la estación —un Ibiza blanco, discreto, funcional—, y se dirigió hacia Torrent, el lugar donde todo comenzó, y del que siempre quiso salir sin saber muy bien por qué.
Condujo en silencio. Las avenidas de València le resultaban reconocibles pero ajenas. Los edificios nuevos brotaban donde antes había solares vacíos. Las rotondas, los murales urbanos, los carriles bici… Todo había cambiado, pero él no podía evitar seguir el viejo camino mental de cuando bajaba a casa por la CV-36. Cada giro, cada señal, traía un recuerdo encapsulado en el tiempo.
Torrent. El Vedat
11:50 h
Su madre vivía en la misma casa de siempre, una casa modesta, con jardín delantero y árboles recortados con esmero . La persiana del comedor estaba subida, señal inequívoca de que ya sabía que él venía. Lo recibió con un abrazo sin preguntas.
—Ja era hora que aparegueres, fill. Sabia que vindries amb tot açò de les pluges.
—Hola, mare. He vingut a vore com està tot… i a despejarme un poc
Hablaron poco. Su madre no necesitaba explicaciones largas. Miquel se duchó, se cambió de ropa y se asomó un rato al porche. La tierra del jardín, aún húmeda, despedía ese olor a raíz y a tiempo que solo reconoce quien ha crecido pisándola. Fue entonces cuando llamó a Lucía.
Ella contestó con un “hola” que parecía traído por el viento.
—Ja estic ací. Torrent.
—Imaginaba que no tardarías mucho. Dale recuerdos a tu madre. ¿Estarás mucho tiempo?
No sabia bien como enfocar la respuesta, así que tiro de palabras que no significaban nada
—Depende, tengo que comprobar algunos informes.
—Claro es lo que hace un auditor, comprobar informes
Hubo una pausa, de esas que pesan más que las palabras. Al final sintió que debía decir algo y solo le vino una idea a la cabeza.
—¿Nos veremos pronto?
—Quizá. Déjame que termine unas cosas y lo sabré, ahora ando liada.
—Claro. Ya me dirás.
Y colgó.
Miquel se quedó mirando el teléfono. No había rabia ni decepción. Solo esa punzada sorda que deja la soledad cuando aparece sin llamar. Lucía no era una promesa, ni un refugio. Pero representaba un tiempo en el que creía que había cosas que valían la pena.
Barranco de l'Aixavegó, Alzira
13:02 h
Había preguntado discretamente a un antiguo colega de la Diputació sobre el lugar exacto donde encontraron a Ferran. Se lo había dicho sin rodeos: “A la salida del pont vell, donde empieza el barranco. Estaba solo. Con el portátil encima, seco. Pero él… .”
Aparcó el coche junto a un descampado y caminó hasta el lugar. El cauce estaba seco, pero se intuía el rastro de las últimas lluvias. Los juncos aplastados, la tierra removida. Un banco de madera, una papelera oxidada. Nada parecía fuera de lugar, y sin embargo, todo lo estaba.
Miquel se agachó y recorrió con los dedos una línea de piedras junto a la ladera. Recordaba esa manía de Ferran: dejar marcas mínimas como si dibujara con códigos invisibles para quien supiera mirar. Allí, entre dos rocas, encontró una cinta de balizamiento medio enterrada. Roja y blanca. Como si alguien la hubiera quitado a medias. O como si no quisieran que se viera.
Sacó su libreta. Apuntó:
"Zona: margen norte. Marcaje oculto. Cinta parcial. Posible punto de observación. Revisar qué estaba comprobando Ferran."
Entonces abrió su portátil. Había un informe antiguo, de 2021, con el sello de Ferran. Un anexo olvidado con un croquis simple, a mano, señalando una anomalía hidráulica: una válvula de retención construida en 2009, modificada en 2016 y eliminada del inventario en 2022. Sin razón técnica aparente. Tenía que ver cuantas más podría haber.
— Te mataron por esto,—susurró Miquel.
Sacó el móvil. Buscó un nombre que ya no era solo una periodista: era su única aliada.
—Clara, sóc jo. Estic a Alzira. Ferran estava revisant una instalación anul·lada que no consta en el registre. Potser es el fil del que tirar. I estic casi segur que no va caure accidentalment
—Dona’m hora i mitja —dijo Clara—. Ara estàs dins, Miquel. Ja no pots tornar enrere.
Él cerró los ojos. Y supo que tenía razón.