Torrent. 29 d’octubre, 07:36 h
Miquel estaba revisando los planos cuando llegó la alerta roja de la AEMET. Un mensaje seco en el móvil: “Aviso por lluvias extremas. Nivel rojo. Evite desplazamientos. Aléjese de cauces y zonas bajas.”
Abrió la ventana. El cielo estaba sucio, de un gris que parecía cocerse desde dentro. El aire olía a tierra mojada y a algo más: a miedo.
Marcó el número de su contacto en la AEMET. Una voz cansada le atendió.
—¿Sabéis si se ha convocado el Cecopi?
—No. Nadie mueve ficha. Estamos dando avisos desde las 7:30 y ni rastro de coordinación autonómica. Solo alcaldes llamando como locos.
—¿Y Canós?
—Comiendo con una periodista, según dicen por aquí.
Miquel colgó. El portátil mostraba el mapa de los barrancos: el del Forat, el Magre, el Verd. Las líneas rojas de caudal eran claras. Nadie parecía querer verlas.
Torrent. 09:12 h
La lluvia no paraba. En la televisión, la delegada del Gobierno anunciaba reuniones con alcaldes. Nadie del Consell aparecía. Clara le escribió: “Estoy en Carlet. La cosa se pone fea.”
Miquel se calzó las botas, se enfundó la chaqueta impermeable y bajó al garaje. El Ibiza blanco esperaba como un testigo mudo. Puso rumbo al barranco del Forat.
Barranco del Forat. 10:23 h
La escena era aterradora. El agua ya lamía el borde de los muretes. Campos anegados, acequias que ya no sabían por dónde correr. Un anciano miraba desde el puente viejo con los brazos cruzados.
—Esto no se veía así desde lo del ’82 —dijo sin que nadie se lo preguntara.
Miquel pensó en Ferran. En la cinta medio enterrada. En los contratos fantasmas. En las válvulas desaparecidas de los registros. Todo encajaba con precisión siniestra: habían modificado el sistema de evacuación para justificar inversiones que nunca llegaron. La naturaleza no perdona las trampas.
Sedaví. 12:11 h
Los primeros vídeos empezaban a circular: calles como ríos, alcantarillas vomitando agua. La CHJ lanzaba un aviso oficial sobre el caudal del Forat, pero no había nadie de la Generalitat para recibirlo.
Clara le envió una foto de Algemesí: un coche atrapado bajo un puente. Dentro, una mujer golpeando el cristal.
—La rescataron tarde —escribió—. No lo consiguió.
Miquel tragó saliva. El móvil vibró de nuevo.
Lucía: “Aún en Lisboa. Vuelo a las 17:45. ¿Sigue lloviendo mucho?”
No respondió. ¿Cómo explicar que su tierra se estaba deshaciendo?
València. 15:00 h
La Generalitat subió la alerta al nivel 2. Miquel estaba en Benitancó, donde, según los contratos, debía haber una estación de bombeo. Solo encontró una explanada de grava y un cartel desvencijado.
Desde allí vio el agua comer la cuneta de la CV-406. Un coche se deslizó, patinó y quedó medio sumergido. Corrió hacia él, rompió la ventanilla trasera con una piedra y sacó a una adolescente empapada y temblando.
—Gràcies… —balbuceó.
Llamó al 112. Nadie respondió.
Torrent. 17:02 h
Canós no aparecía por el Cecopi. Cuando llegara ya sería tarde. Mientras, el agua desbordaba el Forat en Picanya y Catarroja. La alerta masiva a los móviles no se había activado.
Miquel subió a la azotea de su madre. Desde allí vio coches apilados en la calle Mayor, árboles caídos, una ambulancia atascada entre contenedores flotantes. Gritos, sirenas, nada de órdenes.
19:18 h
—¡Que suene la puta alerta! —gritó un técnico en el Cecopi.
Pero era tarde. El sistema ES-Alert se activó a las 20:12. Para entonces, varias decenas de personas ya habían muerto. En ascensores, en sótanos, en coches.
20:47 h
Miquel caminaba por la avenida al Vedat, con el agua por las rodillas, ayudando a un anciano que no podía salir de su portal. El asfalto parecía moverse. El alumbrado público se apagó de golpe. Solo quedaban los faros de algunos coches varados y la luz difusa de una linterna.
Clara lo llamó desde Carlet.
—Han muerto dos niños. En una escuela. El barranco entró como un animal. Nadie avisó. Nadie…
La voz se le quebró. No había espacio para más palabras.
22:03 h
En la radio, un portavoz del Consell justificaba: “La situación ha sido cambiante y compleja. Se han seguido los protocolos…”
Miquel golpeó el volante. Había estado allí. Había visto las trampas, las firmas falsas, los informes maquillados. Los protocolos no habían fallado: fueron escritos para no cumplirse. Y encima llegado el momento no habia nadie. El pueblo estaba solo en manos de mercaderes de votos.
23:38 h
La ciudad y toda la comarca de l'horta era un lamento ahogado. Lluvia, barro, silencio. De los 202 muertos que ya contabilizaban, casi la mitad habían sido víctimas del retraso, de la dejadez, del cinismo.
Esa noche, desde el porche de la casa de su madre, Miquel escribió en su moleskine:
“Las válvulas que faltan en los planos no fueron errores. Fueron decisiones. Y cada una de esas decisiones ha costado vidas. Como la inaccion del CECOPI hoy”
Cerró el cuaderno. Llamó a Clara.
—Tenemos que contarlo todo.
Ella no respondió enseguida. Luego dijo:
—Entonces prepárate, Miquel. Porque lo que viene será peor.
Y lo que venía… ya se estaba gestando.