La Chica Perfecta

Capítulo 3

«Negociando Un Matrimonio Por Mayor” 

 

—¿Prometes amar y respetar a Ederish Mitchell en la salud y en la enfermedad, en la tristeza y en la pobreza todos los días de tu vida…? 

—Acepto… 

¡Esto no podía estar pasando! 

 

—¡NO!

Algo intangible impactó en mi pecho y me hizo despertar de aquella reverenda pesadilla, con los ojos de par en par y el corazón acelerado; y es que, sí se había sentido muy real, o quizá todo lo contrario. 

¿Una boda? ¿Con Lucas Maxwell? ¡No!  No podía ser posible. 

Seguro me había caído mal la ensalada Oliver o el jugo de arándano que me había tomado al finalizar. 

¡Sí! Eso debía ser. 

—Estás bien, qué bueno —Dijo mi hermana Gloria, sentada a la orilla de mi cama viéndome con bastante preocupación —¡Cielos! Por un momento creí que te habías vuelto loca. 

¿Loca?. 

Bueno, no todos los días tenía sueños tan deschavetados como ese. 

—¿Por qué? Solo fue una cena como todas las que tenemos cuando vienen los Maxwell. 

Porque sí, había sido la cena más aburrida de mi vida ¿Cierto?. 

Sin embargo, como si hubiera desafiado al destino de alguna manera y él quisiera vengarse, Gloria negó. 

—Claro que no, te pusiste a enumerar e incluso hiciste una lista de todas las razones por las que tú y Lucas Maxwell no se podían casar. Inclusive dijiste que él era el novio de Amanda Pearsons y hacía todo lo que ella quería, como si fuera su perro… 

—¡¿No?! 

—¡Sí! 

¡Rayos! 

—¿O sea que lo de la boda iba en serio?. 

—¿Tú qué crees?. 

¡Joder! 

—Papá no sería capaz de eso.

—O quizá sí y tiene un motivo. 

Negué frenética. 

—¡No! ¡No me enviaría a la boca del lobo!. 

—No lo sabes. Al final estamos hablando de la familia Maxwell y ya sabes cómo son ellos y el cariño que se profesan. Eso y que todo lo que dijiste terminó por convencerlo. 

—Yo no sería capaz de… 

—Oh, y también dijiste que a pesar de que a veces se comportaba como una lacra despiadada y egoísta, te gustaba… 

¡Idiota, Eddy, idiota! 

Arrugué mi rostro, cerré mis ojos y después de darme una bofetada mental por tarada, me di palmaditas de apoyo mentales, pues si yo había hecho eso, que no recuerdo que hice, el lunes por la mañana sería mi fin. 

¡Estaba pérdida! 

Caí de espalda en la cama y solté un grito frustrado en la almohada. 

—¡Moriré sin victoria ni gracia!.

Gloria sonrió. 

—Eso no es cierto, aunque sí, acepto que a papá se le metió mucho más la idea en la cabeza cuando dijiste que te gustaba, y Lucas no parecía nada contento. Aún así, cuando te agarran los ataques de histeria no hay poder en el mundo que te calle, así que fue en gran parte tu culpa… 

Y vaya que ella tenía razón. 

Me acosté en la cama de modo fetal y resoplé, rogando a las deidades de la poca dignidad que se apiadaran e hicieran que Lucas olvidara mis palabras por completo. 

En mi mente ya me podía hacer la idea de Lucas, Amanda y sus amigos haciéndome la existencia miserable el lunes por la mañana. 

Debí estar senil o de lo contrario yo no tenía porque haber dicho eso. No era mentira y ya lo había pensado antes pero, ahora él sabía que lo pensaba y seguramente me odiaba por eso. 

Más de lo que ya lo hacía. 

—Dime que al menos no me desmayé en frente de ellos. 

—No, lo hiciste justo en el momento en el que salieron por la puerta. Saliste de tu trance, dejaste de temblar y de hablar, y luego caíste de bruces al suelo. 

—Bueno, al menos fue después de que se fueran… 

—No —Gloria arrugó su entrecejo —hablaba de la puerta de la sala. 

Y así, una vez más, caí en un abismo sin fin de vergüenza. 

¡Genial!(!). 


 

☆゜・。。・゜゜・。。・゜★

 

El domingo por la mañana me levanté decidida a una sola cosa: hablar con papá para que se olvidara de esa locura de casarme con Lucas Maxwell. Si necesitaba crear otra empresa con el tío Maxwell podía hacerlo sin arruinar nuestras vidas, porque si de algo estaba segura, es de que no quería atar mi vida a mis dieciocho años a alguien que, no sólo no me amaba, sino que ni siquiera me soportaba. Esa idea estaba destinada al fracaso y en ella solo podía ver la firma de infelicidad plasmada en su centro. 

Podía estar muy enamorada de ese tipo, pero de ahí a querer casarme con él sabiendo nuestra pésima relación personal, era algo muy distinto. 

Amaba a Lucas Maxwell, pero a pesar de mis complejos, me amaba más yo, y eso se lo debía justo al hombre y a la mujer que tenía enfrente. 

—¡Tiene que ser una broma! 

—De hecho no —respondió con envidiable calma —De hecho ya tenemos el nombre de la empresa y el edificio ya está en construcción. Seremos socios de nuevo. 

—¡Pero ya son socios en la empresa de autos, papá! ¿Para qué más? —increpé molesta —Además, Lucas ya tiene novia… 

—Claro que no, jamás se la ha presentado a sus padres, no es algo serio. 

—¡Llevan más de un año! 

—¿Y? No están comprometidos. Bueno, él sí, contigo. 

Miré a mi madre en busca de ayuda, pero ella con facilidad decidió mantenerse al margen de esto, asintiendo y negando a lo que sea que leía en la nueva edición de su revista. 

—¡Es injusto! 

—No, no lo es porque sé que te gusta y sé que no le eres tan indiferente como aparenta serlo. 

—¡Oye! ¡Tú no podrías saber eso! 

—Claro que sí, fui joven —encogió sus hombros sin darle mayor importancia, pues seguía revisando archivos en su computadora y firmando hojas que luego escanearía para evitarse el tener que ir a la empresa los domingos. Mi padre dejó de lado el trabajo al escuchar un chasquido de mi lengua y juntó sus manos al frente como todo hombre de negocios —Escucha, cariño. Sé que ustedes se llevaban muy bien antes y eran muy unidos. También sé que ese cariño está por algún lado… 




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