La Chica Perfecta

Capítulo 4

“Steve Maxwell” 

 

12:45 de la tarde. Había decidido que apenas terminara de armar mis maletas, con las nuevas mudadas de ropa que me llevaría esta semana al internado, iría a almorzar, pero daba la casualidad que ya había terminado de organizar todo y mi padre no salía de su despacho. Todo parecía indicar que Beatriz tenía órdenes directas del monarca del hogar de no servir la comida hasta que estuviéramos todos en el comedor. 

De casualidad solo faltaba él. 

Bueno, aguantaría. 

Al menos había logrado desayunar un par de tostadas con jalea de maní y un jugo de naranja natural. Eso hacía que soportara el vacío un poco. 

Me recosté boca abajo sobre la cama, con mi mirada puesta en la cómoda, hecha de madera fina de nogal. Por un instante me detuve a pensar en lo loca que estaba por acceder a las locuras de mis padres, pero estaba decidido y si quería que mi plan secreto funcionara, tenía que hablar con Lucas, cosa que no me hacía mucha gracia o me llenaba de emoción. 

Tomé de la mesita de noche mi reproductor, me coloqué los auriculares y cerré los ojos, dispuesta a dejar por la paz aquel tema, aunque fuera solo por el resto del día. Me concentré en la canción de Ariana Grande "Thank you, next", luego me dediqué a tararear "Love Story" de Taylor Swift y así dejé pasar mis pensamientos entre música. 

Hasta que llegó la noche y ni siquiera me di cuenta de que me había perdido el almuerzo. 

Sí que estaba inmersa en mis pensamientos, y vaya que eran muchos. 

Decidí apagar la música y relajarme un poco. 

Al menos diez minutos pasaron de suma tranquilidad en mi vida, cuando de nuevo todo se fue al caño gracias a mi adorable familia. 

O eso creí. 

Me sentía molesta ¿de acuerdo? Molesta con ellos, con Lucas, conmigo y con la existencia misma. Me sentía derrotada y es que era una pelea interna que ni siquiera había debatido o peleado. No quería unir mi existencia a la de Lucas Maxwell, pero estaba lo suficientemente enamorada como para considerarlo. Y así, como si el apellido Maxwell fuera todo en mi vida, la puerta se abrió y por ella se dio paso a mi habitación… ¿Un oso de peluche?. 

¿Pero qué…?. 

Tomé la almohada dispuesta a atacar. Por un segundo creí que era papá tratando de hacer las paces, Gloria pidiendo una disculpa por haber expuesto mi mala suerte en el internado o mi madre queriendo mediar a favor de ellos, pero no. Era…

—Porque es una buena compañera, porque es una buena compañera, porque es una buena compañera, y nadie lo puede negar… 

Debía ser una broma. 

Descalza y con mi cabello alborotado, salí corriendo emocionada al escuchar aquella gruesa, pero dulce voz, detrás de la puerta. 

Una voz masculina que me gustaba oir, solo por el hecho de que siempre había sido única para mí. 

¿Recuerdan que dije que no tenía una mejor amiga a quien contarle mis fracasos?. 

Pues digamos que eso no incluía a un mejor amigo a quien le contaba al menos una parte de todo. 

—¡Llegaste! —Grité y abrí la puerta, lanzándome a sus brazos —Dime que te quedarás bastante tiempo. 

—Hola, Eddy —Susurró en mi oído con tono afable, presionandome de la cintura para que no cayera de trasero al suelo —No has cambiado en nada. 

—Claro que no. El que ha cambiado eres tú. 

Steve me sujetó con firmeza, desenrollé mis piernas de su cintura y me bajé un poco apenada, recibiendo de sus manos el precioso oso de peluche de color rosa. 

Al tenerlo enfrente le di un nuevo vistazo y ¡Vaya! Sí que había cambiado. 

Había visto las revistas de la "Society of Business" en donde hablaban del gran trabajo que estaba haciendo como gerente general de "Empire Moon", una de las empresas hoteleras de las cuales mis padres y los suyos eran socios, en Barcelona, España. 

¡Wow! En las fotos se miraba cambiado, pero teniéndolo aquí, de frente, el mayor de los Maxwell no era el mismo que se había ido de aquí hace dos años. Ahora tenía frente a mí a un sujeto alto, más o menos de 1.80 metros de altura, con brazos fuertes, cuerpo ejercitado y sonrisa de ensueño, vestido con un traje Silbon negro y por dentro una americana confort de color azul marino y zapatos pulcros y negros. 

Era él, seguía siendo él, pero sentía como si no lo fuera. 

—Quizá sí estuve un poco ocupado. Iba cada tres días al gimnasio y todas las mañanas corría antes de alistarme para ir a la empresa, y como soy obstinado, iba en bicicleta —expuso esbozando una hermosa sonrisa. 

Tomé el peluche que me ofrecía y sonreí al ver que llevaba grabado mi nombre en el pecho. 

—Es hermoso, gracias. 

—No, tómalo como las disculpas por lo que mis padres quieren hacer. 

Y así como si nada, la sonrisa desapareció de mi rostro. 

Lo tomé de la mano y tiré de él para que entrara al cuarto y poder hablar con él del tema sin sentirme vigilada. 

Acá ya no se sabía. No podía confiar en las paredes y mucho menos si vivía en la misma casa que mi padre, la reencarnación de James Bond, sólo que él era 001 porque le faltaban 5 tornillos en ¡su terca cabeza!. 

Cubrí mi rostro y le di la espalda. 

—Veo que las noticias en serio corren. 

—Mucho, en especial cuando es el mismo novio el que me llamó para avisarme que se quería ir de casa por esa locura… 

—¡¿De casa?! —Destapé mis ojos con admiración de la mala —. ¿Tanto así odia la idea?! 

Steve asintió doblando sus labios. 

—Yo odio la idea. 

—¿Por qué no soy suficiente para tu hermano?. 

El mayor de los Maxwell negó. 

—Porque eres demasiado para él. 

Sonreí, le di un abrazo y le dejé un beso en la mejilla. Si algo agradecía era tener a alguien en quien poder confiar y sentirme protegida dentro de la familia Maxwell. 




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