La Chica Perfecta

Capítulo 6

“Casa De Brujas” 

 

Después de aquella eufórica cena nos despedimos de todos, dejamos en el pasado el tema de Lucas y su novia, la víbora, y fingimos que todo estaba normal. Todo parecía ir bien, pero en mi interior sabía que aquella pizca de valentía me saldría cara al siguiente día. Le había contestado a Lucas, había humillado a Amanda y es que todo se escuchaba tan bonito, sino era porque aquí estaba con mi familia y sabía que era mi terreno de batalla, pero allá… allá me comerían viva.

Quizá debía hacerme a la idea de que para el martes en la mañana no sería más que un recuerdo en el árbol genealógico de los Mitchell y seguro también aparecería en el periódico matutino como "La Chica que murió por dárselas de valiente". 

¡Puff, vaya! Era una tonta. 

Quizá solo debía irme por las sombras, o no asistir esta semana. 

Sin previo aviso mi foco se encendió. 

¡Eso era! 

¡No iría a estudiar esta semana!. 

Quizá nunca más. 

Alisté algunas cosas antes de dormir, cepillé mis dientes, me coloqué ropa más cómoda y floja y me hice un moño antes de dormir. 

Pensé en leer un libro antes, pero, ¿qué decir?. Apenas mi cabeza tocó mi almohada fui reclamada a los brazos de Morfeo. 

 

Por la mañana cuando Beatriz hizo el llamado para avisar que ya estaba listo el desayuno, fingí estar lo más dormida posible, aunque en realidad no había dormido en toda la noche. 

¿Por qué? Bueno… todo estaba bien, hasta que a punto de caer en el sueño profundo entre los brazos de Morfeo, vi que Morfeo era igualito a Lucas Maxwell y me desperté. 

Después de eso ya no pude dormir. 

Por lo menos estaba en mi casa y no iría a estudiar, así que ya no tendría que ver su cara de ogro haciéndome malas miradas por cada pasillo en el que me lo encontrara o durante las clases. No lo vería en toda la semana y eso me daba ánimo. 

Saber que al menos aquí era lib…

—¡Buen día, Eddy!. 

Ay, no. 

—Sé que estás despierta. 

—No, mamá, estoy dormida. Sal de mi cuarto. 

—Claro que no. Tienes que ir a clases, pero antes tu padre quiere que vayas a un sitio con él. 

—No quiero, déjame dormir. 

Abracé mi almohada de My Little Pony y me arropé hasta la cabeza. Sin embargo, mamá no era de las que desisten rápido y eso lo demostraría. 

—Última oportunidad —sentenció. Estaba usando su voz autoritaria y podía asegurar que tenía la vista puesta en sus impecables uñas —. Voy a contar hasta dos. 

—¡No quiero, Alexandra! 

—¡Unoo!. 

Esto no era bueno. 

—¡Pero, mamá!. 

Ella no podía obligarme. 

—¡DOS!. 

Y lo hizo ¡Joder!. 

Me tomó de los pies con todo y frazada, me lanzó al suelo y como si fuera una tétrica escena de "Actividad Paranormal" me arrastró por toda la habitación hasta llegar a las escaleras, donde nos esperaba su cómplice. 

—¿La violencia era necesaria, amor? —preguntó mi padre a mi madre, con sus manos sobre su cintura y sus brazos en jarra. 

—Conté hasta dos —Respondió mi madre con naturalidad, cosa a la que ni él, ni mi hermana, que estaba al pie de las escaleras, refutó. 

Todo el mundo, ¡El universo entero! Sabía, que cuando Alexandra Mitchell decía una cosa, se hacía, y cuidado con negar de alguna manera. No querías hacerla contar hasta dos. 

Pero yo lo había hecho. 

—Bueno, Eddy. Ve a vestirte, te esperamos en el auto en diez minutos. 

—Yo no quiero ir al instituto. ¿No quieres que haga más diseños para los autos?. 

Papá negó. 

—Cinco minutos —sentenció con suprema seriedad antes de bajar la escalera y salir de la casa con Gloria y mamá siguiendo sus pasos. 

¡Genial(!) 

 

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

 

Un short blanco corto, un par de converse y una camiseta blanca. Ese era mi conjunto para ese día. 

El día que, sin saberlo, comenzaría mi condena. 

Mi familia solía ser bastante convincente. A veces o casi siempre solían hacer sus planes y yo solo los seguía. Sé que me amaban, también que me habían dado la oportunidad de elegir muchas veces sobre mi vida, pero ahora sentía que debía salir corriendo y no regresar. Algo que no podía explicar, me decía que estaba yendo justo al matadero. 

—Ya quita esa cara. 

Papá me miró de reojo por el espejo retrovisor. 

Con mi poca dignidad negué. 

—No sé qué planean o a dónde me llevan —me crucé de brazos y formé un puchero —. No confío en su palabra. 

—Teníamos un acuerdo, hija. 

—No, el acuerdo lo hiciste tú y el tío Máx. 

Cabe destacar que íbamos de camino en dirección a la casa de los Maxwell, por tanto no era difícil adivinar que algo tenía que ver con su absurda idea de casarme con aquel ogro sexy. Posiblemente él ya estaría en el internado. 

En una vuelta equivocada mi padre cambió de dirección, se metió en una calle diferente, un poco apartada de las demás casas, y se detuvo frente a una casa de dos pisos con paredes hechas de cristal y concreto, un hermoso jardín lleno de orquídeas y caleus y una cochera no muy grande. 

De hecho la casa no era tan grande. 

El estilo era único, desde afuera se miraba el pasillo en forma de “U” que era adornado por grandes cuadros viejos pero coloridos. Las paredes de concreto eran viejas; parecían haber sido refinadas ya un par de veces, y creo que hasta las habían querido pintar de un espantoso color mostaza. Si bien la estructura de la casa no parecía tan nueva desde fuera, esperaba que por dentro el panorama cambiará al menos un poquito. No obstante, no podía estar más equivocada; El desastre que reinaba en el centro del recibidor, en la sala e incluso en la cocina era abismal. Vidrios rotos, madera vieja por todos lados, ripio, macetas quebradas y uno que otro ratón rondando por la cocina. Ese lugar no era habitable ni siquiera para un animal y no tenía ni la más remota idea de que era lo que mi papá quería hacer aquí. 




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