La Chica Perfecta

Capítulo 7

"El Horrorefico Día" 

—¿A qué hora sales, loca? —preguntó sin voltear a verme, haciendo rodar sus ojos con fastidio. 

—A la misma hora que tú, tarado —Me bajé del auto y azoté la puerta, provocando que un tornillo cayera de algún lado del compareciente vehículo, antes de que la puerta también se aflojara. 

Lucas me miró embravecido y con los ojos bien abiertos, como diciendo "Te voy a asfixiar mientras duermes" y yo traté de disimular mi vergüenza cuando un grupo de chicos del internado se pusieron a reír. 

Si la del carro de la deshonra no fuera yo, también me reiría. 

—Increíble que tenga que pasar por esto —Bufó el pelinegro, encendiendo el pedazo de chatarra que se apagaba cada dos minutos. 

Cuando al fin el motor arrancó, Lucas lo movió y metió el auto en su antiguo estacionamiento, junto a un montón de autos lujosos. 

Los parqueos tenían el nombre registrado en el piso. Todos sabrían que el auto era el de él. 

No pude evitar reír, cuando despacio bajó un pie y luego el otro, cuidando de no terminar de desarmar el transformer que nuestros padres nos habían regalado. Pero quizá, debería rebobinar y contar todo desde el principio. Desde aquel terrorífico día… o sea, ayer. 

El día que nuestros padres nos condenaron al exilio y nos tocó vivir en la deshonra. 

Quizá deba empezar por ahí. 


 

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

UN DIA ANTES… 

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

 

—¡Tú no me puedes hacer esto! —señalé ofuscada al tipo de cabello corto y ordenado —. ¡¿Crees que soy una mercancía?!. 

A nuestro alrededor todos gritaban algo distinto y discutían entre ellos. 

Lucas, el ogro con el que me habían comprometido, bufó. 

—Para ser una mercancía necesitas ser vendida y que alguien te quiera, pero ni aunque te regalen te recojo. 

¡Hijo de su….!

—¡Ja! Y… y tú, ni aunque te encuentres tirado en una alcantarilla, ¡pedazo de ogro! 

—¡¿Y según tú esa es una ofensa?!. 

—¡Sí, porque ni ogro entero que eres! 

Si las miradas fueran láseres, seguro Lucas y yo seríamos cenizas, pero como no lo éramos y por más que nos odiaramos teníamos unos padres como esos, decidimos dejarlo por la paz, no sin antes cruzarnos de brazos al mismo tiempo y darnos la espalda. 

Mi decisión era clara y había sido tomada. Ni mi padre ni nadie me ataría a él… ni siquiera mi tonto corazón. 

—Yo pienso que la casa será un buen inicio —Dijo mamá, tomando el brazo de papá en apoyo —. ¿Qué tal si les damos ya la sorpresa a los chicos?. 

¡¿Sorpresa?! Amaba las sorpresas. Mi mayor sorpresa sería que me dijeran que me estaban haciendo una broma por el día de los inocentes y que todo esto era solo para fastidiarme. Que Lucas volviera a ser un infeliz desgraciado en nuestras reuniones familiares y que jamás pensarían en que él y yo teníamos algún futuro. 

«que fuera eso, una simple y tonta broma» 

Sin embargo, por la sonrisa desafiante de mi madre y la mirada de victoria de mi padre, entendí que ya no había nada que pudiera hacer. 

Rodé los ojos y me giré furiosa hacia Gloria un segundo. 

—A mí no me mires —Alzó las palmas fingiendo demencia. 

Era absurdo, era una conspiración, un sucio y nefasto complot. 

—No podemos hacer esto, tenemos diecisiete años.

—No, en realidad hace dos horas cumplieron los dieciocho, y como regalo de cumpleaños —papá señaló con ambas manos el interior de aquella horrible casa —. Una casa, un carro —indicó con la mirada puesta en el viejo cacharro en el que habían llegado los Maxwell «Ni estando senil me subiría a eso» y esto. —sacaron los anillos de compromiso de nuestras abuelas, dándole el del abuelo Maxwell a Lucas y haciendo que a la fuerza tomara yo el de mi abuela. 

Al parecer tanto sus abuelos como los míos estaban de acuerdo. 

—¡Es ilegal! 

—Claro que no —Dijo mi sueg…el tío Max —. Tienen, ya, su mayoría de edad cumplida. ¿Qué otros padres le darían a sus hijos una casa, un auto y de paso unas joyas tan caras?. 

—Eso no es un auto… 

—y esta no es una casa. 

Nos quejamos Lucas y yo en un instante que pareció casi mágico, donde no hubieron malas miradas y hasta parecía que quería sonreír. 

Pero luego su boca terminó por acabar con todo el progreso que nuestra mala relación había tenido. 

—¡Yo no me estoy mudando a este lugar y menos con ella!. 

—¡Yo prefiero comer gusanos a tener que pasar el resto de mi vida con ese amargado! ¡¿Por qué no fue Steve?! —Hice un puchero y miré a mis futuros suegros, sacándoles una sonrisa de ternura. 

Crucé mis brazos y con mis ojos le declaré la guerra a ese ogro. 

—Porque él no te vio primero. —lo escuché decir con una cara de amargura y mirada lejana. 

No entendía a lo que se refería, pero sabía que necesitaba ir a un psicólogo porque, en serio, tenía un serio problema de bipolaridad. 

—Es todo —Habló papá, acercándose a su mejor amigo —. No los trajimos aquí para que lo negociaramos. Están aquí porque hoy comienzan con su nueva vida. 

—¡¿Disculpa?!. 

—¡¿Qué dijiste?!. 

El pelinegro y yo nos miramos aterrados. 

No pudimos preverlo antes, no pudimos negarnos o tratar de evitarlo, porque cuando menos lo descubrimos, dos autos más se parquearon frente a la casa de brujas. Un cedan negro de la colección de mi padre y un deportivo azul con blanco de la colección del tío Max. 

Esto era sospechoso. 

Del cedan bajó Beatriz cargando una maleta muy parecida a la mía, y del auto deportivo bajó el mayordomo de los Maxwell, llevando una maleta de ruedas, una guitarra y una mochila llena de lo que parecía ser ropa. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.