La Malquerida

CAPÍTULO 02

—Hola amiga, llevo todo el día tratando de contactar contigo. —habló Ana. Hoy teníamos el mismo turno en el hospital que iniciaba a las seis de la tarde. 

Desde ayer no tenía contacto con ella o Francis, quien por cierto estuvo llamando todo el día. Pero me limité a ignorar sus llamadas y bloquearlo.

—Estuve haciendo muchas cosas y tuve tiempo de atender mi teléfono.

En realidad pase todo el día en mi apartamento. Recibí una llamada de Marcos y escuchar su voz me dio la paz que necesitaba.

—De seguro fue tu novio quien te robó todo el día.

Ana sabía de la existencia de mi novio, pero no que esté estuviera casado. No tenía el valor para decírselo.

—Él está de viaje. Pero cuéntame, ¿Qué tal te fue con el abogado? 

—¡De maravilla! el idiota estaba casado y solo quería una noche de aventura conmigo. 

—¿No entiendo? 

—Me llevó al apartamento de su amigo para ocultar el hecho de que estaba casado. Pero su amigo llegó a tiempo. Él es un hombre soltero y después de sacar a su amigo, me invitó a salir. Muchos hombres son unos desgraciados, no iba a acostarme con un hombre casado.

Comprendía lo que mi amiga decía, pero ese no era mi caso. Por qué Marcos y yo nos amábamos. No podíamos estar juntos porque su esposa estaba enferma y no podía dejarla en esas circunstancias.

Entendía la situación y por eso no le exigía a Marcos la separación. No quiero que me malentiendan, tampoco deseaba su muerte. Pero no importaba el tiempo iba a esperar a Marcos hasta poder estar juntos sin ocultarnos.

—Iré por algo de comida que no sea del hospital. ¿Quieres algo? —decidí cambiar el tema de conversación.

—Por favor tráeme unos buenos tacos mexicanos, son una delicia.

—Está bien. Anotado. Cuídame las espaldas en lo que regreso. 

Durante nuestro turno no podíamos salir del Hospital, pero estaba cansada de la comida de aquí adentro, así que fui en auto a una cafetería que se encontraba cerca. 

Compré los tacos de Ana y también una porción para mi. Me dieron la orden para llevarlo y subí a mi auto. Miré por el retrovisor y presioné él acelerador.

¡Pam! 

Escuché un sonido extraño. Me bajé del auto y mi peor pesadilla se hizo realidad. Un neumático estaba pinchado.

—¡Rayos! ¿Qué voy a hacer ahora? —bufé para mí misma.

—Señorita, disculpe ¿Todo está bien? 

Un desconocido se acercó.

—En realidad no, tengo un neumático pinchado y soy mala cambiando neumáticos.

—Si trae la de repuesto, con gusto la puedo ayudar. 

—Si, si. 

El desconocido me ayudó y a sacar el neumático y a colocarlo. Mientras eso sucedia recibí mensajes de Ana 

Ana

¿Ya vienes? Francis te busca con desesperación. Creo que ya se dio cuenta que no estas en el hospital. 

Dory

Pinche, un desconocido me está ayudando. 

 

—¡Listo! Neumático nuevo. —exclamó. 

—Muchas gracias, de verdad. 

—Creo conocerla de algún lado —dijo, mirándome con curiosidad— ¡Ya recuerdo! Usted es la señorita del bar…ayer en la noche un hombre se estaba sobrepasando con usted. 

Ni siquiera preste atención al hombre que golpeo a Francis, pero supongo que decía la verdad. 

—Esto sí que es casualidad, primero ayer salvándome de un abusador y esta noche con mi auto. 

—Si le soy sincero, no confío en las casualidades y si me lo permite me gustaría invitarla a un café y le puedo explicar un poco. 

—Muchas gracias por el café, pero tengo que regresar a mi trabajo —le mostré mi carnet del hospital. 

—¿Qué le parece mañana? —insistió. 

—En verdad le agradezco las dos veces que salvo mi vida, pero tengo novio y no quiero crearle falsas expectativas. 

—Ya veo, pero iba a hacer solo un café de amigos. Pero dejaré que el destino cause otro reencuentro. 

—No se lo dije, no creo en el destino. 

Subí a mi ami auto y cerré la puerta. 

—Soy David —extendió su mano. 

—Mucho gusto. —apreté su mano. 

—¿No vas a decirme tu nombre? —inquirió

—En el próximo reencuentro te lo diré. 

No iba a existir otro encuentro, esto solo había sigo una extraña casualidad. 

Arranqué mi auto y salí del estacionamiento. Presioné el acelerador hasta llegar al hospital. Ana me esperaba en la entrada. 

—Francis está como loco, ve a verlo a su oficina. 

Estaba tratando de evitar a Francis, pero más tarde que temprano, era mejor enfrentarlo. Fui a su nueva oficina la que le asignaron como subdirector. 

Toqué la puerta y escuché un “pase”. Ingresé, él estaba sentado mientras veía algo en su computadora. 

—¿Me buscabas? —cuestioné. 

Cerró su computadora y la hizo a un lado. Levantó su rostro y dejó su mirada fija. Se puso de pie y rodeo el escritorio. Me crucé de brazos, esperando una respuesta de su parte. 

—¡Lo siento! —resopló—. Mi actitud, anoche en el bar, fue… Indebida. 

—Esperé esa actitud de cualquier hombre en este hospital, pero no de ti. Eras mi amigo. 

—Conoces mis sentimientos hacia ti. Y al enterarme de que estabas con un hombre casado, perdí la razón, ¿por qué quieres estar bajo las sombras?, cuando puedes tener todo conmigo con solo pedírmelo. 

—Francis no voy a discutir ese tema contigo. Te dije que solo podíamos ser amigos y lo aceptaste. No puedo ofrecerte más. 

—No entiendo por qué prefieres estar con él, ¡Está casado Dorothy! 

—¿Sabes qué? Olvídalo, ya no puedo ofrecer ni siquiera una amistad. 

Salí de su oficina, sin importar que gritará mi nombre. 

Nadie iba a comprender mi relación con Marcos, ambos nos amábamos. Cuando todos los obstáculos fueran derribados íbamos a estar juntos.

Mientras caminaba por los pasillos recibí una llamada de Marcos. Sentí mi corazón acelerado, él solo ver su nombre en la pantalla de mi teléfono me alegraba el alma.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.