La Rebelión de los 57. Prados y Nieve

Capítulo IV

Frío y oscuro, son las únicas palabras en las que podía pensar. Las piedras duras raspaban las palmas resecas de sus manos. Sus labios temblaban del miedo, de una forma u otra, sabía que las cosas empeorarían. Los segundos se hacían eternos, cada vez el ambiente era más pesado; unas pisadas aterradoras se escucharon a la distancia, una luz bañaba las paredes de los calabozos. Irónicamente, Diago esperaba que le trajeran mejores noticias, pero nada había cambiado, y lo aceptaba de una forma muy pesimista. Ya no sabía por qué mantuvo esperanzas. 

Soldados de la Orden de la Cobra le hicieron nudos con cuerdas alrededor de sus muñecas mientras mantuvo las manos en la espalda, lo hicieron caminar por varios pasillos hasta un sitio que desconocía. Estuvo yendo a paso moderado, esos hombres tatuados de frente no dieron ni una sola palabra, con una vista determinante en su misión que era, solamente, escoltarlo fuera de su celda. 

Diago, a duras penas, hacía bailar sus ojos por toda esquina posible de esos jardines: flores muy curiosas, únicamente rosas tan blancas que parecían papel; varios hombres y mujeres nobles, tatuados en sitios visibles como la frente, sobre el pecho, la mejilla o en las palmas de las manos, lo contemplaban con una enfermiza superioridad. No podía verse a sí mismo del todo, pero estaba seguro que su piel bronceada pasó a ser un tono algo más grisáceo estando tanto tiempo adentro de una celda y con tan poca comida. Era un mutante comparado con las pieles tan dulces, caramelizadas y limpias de la élite, quienes disfrutaban de la reunión comiendo pasteles y aperitivos. 

Escuchaba las risas, los comentarios, los chimes y calumnias sobre él, cuando el hambre lo estaba matando y casi fue rajado por caballos, a diferencia de todo lo que opinaban de él. Le daba coraje cada maldita palabra que pronunciaban sus estiradas lenguas, pero no podía hacer nada, ni siquiera devolverles los insultos, estaba escrito en las estrellas que sería peor. Estaba listo, preparado para morir, una voz en sí mismo le decía que no era tan malo, que era lo necesario; ni siquiera lagrimeo con sus propios sermones, pero cuando vio esa hoja platinada reflejar la luz desde tan alto, comenzó a dudar. 

No habría nada que pudiese hacer, ya había llorado lo suficiente, su dignidad e integridad se hicieron nada casi tanto como el excremento humano, sufrió y agonizó sin luz durante dos días; incluso con todo eso, hasta con el peso de la realidad encadenándolo, dudó de su destino. No tenía sentido, pensó, pero algo en él lo estaba forzando a actuar. Comenzó a frenar con los pies, con todo lo que pudiera dar su esquelético cuerpo, se lanzaba sobre los soldados y recibía ganchos fuertes en el estómago.  

Se retorcía en el suelo, con su inmundicia, los soldados todavía tenían las agallas de tomarlo y seguirlo arrastrando. Las personas invitadas, élite de las praderas, señores feudales, hasta gente reconocida de otras naciones, gritaba más a su desgracia que antes, haciendo su camino más miserable. Diago comenzó a llorar con fuerza, sus quejidos eran ensordecedores, el soldado a su derecha lo calló de un puñetazo en el rostro, pudo hacer que llorara menos. Sin embargo, sus protestas desesperadas continuaban irritándolos. 

─ ¡Por favor! ¡Considérenlo! ¡No debo estar acá! ¡Debo estar con mi familia! ¡No me maten! ¡Por favor, no me maten! ─ gritaba Diago a pleno pulmón. 

Lord Bones y el príncipe Sirius también iban escoltados, sólo que por una formal y encantadora guardia de guardaespaldas tatuados y sirvientes. Su vestimenta era muy diferente a la habitual, era más adecuada a la situación y al festejo, siendo llamativos ciertos colgantes de oro en sus chalecos: ¿Qué celebraban exactamente? ¿El capricho de un niño? Seguramente. 

Lord Bones observó esos asientos con melancolía, mientras el resto era ocupado por el príncipe, Akali, Jerald y Umbra, había un espacio donde podría caber otro más, pero nadie se sentaría ahí. Con tristeza, recordaba esos momentos cuando su esposa se sentaba allí a su lado o sólo convivían en esa terraza. Un fuerte calambre recorrió su pecho, en especial el lado izquierdo, como si se lo arrancaran. Comenzó a apretar el rostro en llanto mientras las lágrimas estaban preparadas para salir, ni siquiera los escandalosos gritos del ejecutado lo hacían reaccionar de ese trance memorial. 

─ ¿Lord Bones? ─ profirió el príncipe, acariciando un hombro. 

─ ¿Sí...? 

─ ¿No verá la ejecución en mi nombre? Está por empezar. 

─ Claro, sólo... meditaba. 

El joven debajo de la terraza era abucheado y profanado cada vez más mientras iba entre los caminos que hacían los invitados para evitarlo. Además de las manchas de tierra y su descolorida piel, se iba llenando de golpes y heridas, como todos los días: éstas dolían más, no sabía por qué. Algo fuerte en su pecho se lo decía mientras escupía lágrimas. Hasta quiso suplicarle a una mujer entre la multitud, tuvo que forcejear para alcanzarla, pero ella lo aplastó con una buena cachetada y con miles de risas de la gente a su alrededor. 

Diago llegó hasta la tarima que tanto lo esperaba, con una hoz afilada, una cuerda tensada y un féretro con un hoyo prácticamente perfecto. Sus llantos y exigencias fueron cada vez más ensordecedores, nadie le prestaba atención, sólo lo pasaban por alto y la única cucharada de atención que le dieron fue cuando lo golpeaban y lo ultrajaban. Se sintió como la nada, una porquería, sólo querían que lo escucharan y lo dejasen ir, pero lo redujeron a eso. 

Después de tantos años repantigándose en el suelo, resistiendo el hambre, peleando con maleantes, ahogándose en las minas y aguantando el lloriqueo, todo concluía en esto. Una ejecución por decapitación, con un dolor en condiciones dudosas, pero algo que no dudaba era su deseo por vivir. El mundo podría ser una mierda, así como su realidad, pero cuando tienes tus momentos contados más allá de tu voluntad, empiezas a arrastrarte por verlo. Había algo especial en la realidad que lo mantenía deseando vivir, pero no lo entendía con exactitud, sólo lo deseaba a todo pulmón 



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En el texto hay: fantasia, aventura epica, magia acción

Editado: 05.01.2024

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