Llevamos alrededor de una hora y media en el coche de camino a la hacienda que está a las afueras de la ciudad y aunque parezca poco tiempo hoy precisamente no estoy de humor, aunque tengo que fingir lo contrario.
—Mira Aurora, creo que ya estamos llegando — comenta Deva mirando a través de la ventana.
Hay más luces de carros delante de nosotros, percibo esto cuando nos acercamos al portón negro con guardias a los lados revisando la lista de invitados para saber si están o no están.
Podría decir que es una fiesta exclusiva, pero no lo es, que está claro que no todos pueden entrar a la fiesta de Don Sorní, un italiano de renombre que está metiendo sus narices y en territorio que no le corresponde.
Para poder entrar nosotros cambiamos nuestros nombres y el apellido, no es la primera vez que no hacemos, así que ya es casi normal que lo hagamos.
—Sí, ya veo —susurré.
Sintiendo como el carro avanza hasta llegar a la entrada dónde verificarán nuestros nombres.
El chofer baja su ventana y da nuestros nombres.
—Las hermanas Telesca.
Acomodo mi cuerpo al igual que deba porque sabemos que ya entramos en el juego.
[...]
Si creía que la casa era enorme por fuera, era que no la había visto por dentro, parecía todo un casino, más porque la mayoría de los hombres que estaban sentados se encontraban con mujeres encima o insinuándoseles.
Déjame dirige una mirada que entiende a la perfección que es nuestro momento de humear antes que el anfitrión de la fiesta aparezca.
Inclina un poco mi cabeza dando la señal para que nos movamos de sitio.
—¿Ahora?
—Sí —es lo único que contesto.
No me gustaba hablar mucho cuando estábamos en estas situaciones, ya que nunca se sabía quién podría estar cerca escuchando cada frase.
Nos quedamos cerca de la mesa de los bocadillos cuando un camarero se nos hace de que con vino blanco.
—Señoritas —dice con cortesía.
Daba la impresión que ese mesero de ojos grises observaba todo a su alrededor, aun cuando su mirada no mostraba más que frialdad, aunque muchas veces las miradas engaña más que las mismas palabras.
También volvió a parecer el mismo sentimiento de saber quién es, algunas veces tengo muy mala memoria para recordar a las personas
—Gracias, pero estamos embarazadas —menciona fingiendo vergüenza de Deva.
El chico naciente y se va a otra pareja que acepta algunas de las copas que él lleva en la bandeja.
—Deja de decir eso —reclamé.
—Es la única manera que no nos miren raro cuando rechazamos las bebidas.
Deja que el aire que tenga atrapado salga a través de mis labios.
A decir verdad no me gustaba estar en estas situaciones, prefería ir directo al grano, por eso cuando mi padre me llevaba al almacén lo disfrutaba más.
Un dolor en mi codo se hace presente.
—¿Viste?
Golpeó sin cuidado la mano de Deva por haberme pellizcado.
—¿Qué?
—Al mesero guapo de allá —señala disimuladamente.
Observa hacia uno de los meseros que para mí no tiene nada que no se vea a cada momento En este país, como su cabello rubio al igual que el otro mesero aunque a este se le ve un poco más oscuro, pero cómo estamos un poco apartadas no puedo diferenciar el color de sus ojos, hay muchas chicas en esta fiesta con casi la misma tonalidad de cabello para decir verdad.
—Están guapo.
—No venimos a eso —respondo —deberíamos empezar ya, deja de suspirar por personas, ¿Okay?
Escuchamos resopla antes de rodar los ojos y asentir.
—Creo que yo sé dónde está una de las cosas que necesitamos.
—Está bien, entre más rápido, mejor.
Intento buscar otra vez al mesero de ojos grises, pero el instante me regaña, por eso no debería de interesarme por alguien que ni siquiera conozco.
Deseo ignorar una presión en el pecho e irme con Deva seguir con el plan.
[...]
Por fin hemos ingresado al servicio de las cámaras de seguridad, era un poco complicado porque teníamos que hacerlo rápido para que nadie se dé cuenta de que habíamos husmeado más de las cuentas y que nos vayamos acercando hacia la zona de seguridad que tenían afuera de la casa.
Habíamos tenido suerte de que no estuviera ninguno de los guardias, aunque había uno dentro, fue fácil distraerlo.
Hace unos momentos cuando ingresamos de nuevo a la casa ya había aparecido el anfitrión de la fiesta, Don Sorní había llegado una hora antes de lo que habíamos pensado, pero creo que es mejor así se adelanta más el trabajo, él no se ve tan mayor de lo que hubiera esperado en su cabello se pueden notar varias canas dispersadas en su cabello oscuro.
Antes de venir para acá hablamos con papá de cómo hacemos para capturar su atención y lo que nos dijo fue lo más fácil del mundo.
Los hombres a veces eran tan predecibles.
—Nos acercamos, esperamos y todo listo, ¿Okay? —informe.
—Sí.
Comenzamos a movernos hacia la dirección en la que ellos se encontraban, Don Sorní estaba reunido con varios hombres a su alrededor.
Lo bueno de esto era que muy pocas personas sabían que Julio Bird tenía una hija, ya que él y yo lo habíamos preferido así desde el inconveniente de hace años.
—Señoritas...—el primero en hablar es un hombre que está acompañado con una chica rubia y de vestido verde.
—Telesca —completé su frase con una pequeña sonrisa.
Cómo odiaba hacer algo que no era.
—¿Son hermanas? —mencionó otro hombre levantando una de sus cejas.
Todos estaban vestidos de trajes elegantes y seguramente costosos.
—Sí —esta vez contestó de afirmando un poco su voz.
No resultamos mucho aquí delante de tantas mujeres iguales, aunque la mayoría eran esposas, amantes o damas de compañía.
—Son bastante diferentes —comentó Sorní por fin uniéndose a la conversación.
A su lado había una chica de cabello rojizo la cual él tenía su cintura rodeada, la chica con cuidado nos mira y entiendo a la perfección la señal de sus ojos aceituna.