Más allá de un te quiero

LA APUESTA.

El resto de la semana transcurre entre movida y movida para Isabela con todas sus actividades extracurriculares: El viernes es el único día que tiene libre por la tarde, sin embargo, dedica su hora diaria a darle la tutoría a Alec. Como de costumbre él no muestra interés al principio, luego parece motivarse un poco, pero luego simplemente vuelve a distraerse. Ella intenta no perder la paciencia con él, principalmente porque no quiere darle el gusto de reconocer que no se cree capaz de enseñarle algo, pero también porque no piensa perder la oportunidad de obtener esos puntos extras solo por un chico como él. El sábado acompaña a su madre a hacer las compras, es uno de los momentos que más disfruta, pues es de las pocas cosas en las que Isabela siempre puede escoger o decidir. Intenta convencerla de que le permita llevarse su auto al instituto, después de todo, la deja conducir siempre que vaya ella o su padre junto a ella, pero desde hace más de un año– exactamente el veinticinco de septiembre –, ella no quiso aceptar que su hija volviese a conducir. Es inútil, la mujer se niega una vez más.  

Finalmente, el domingo cumple su voluntariado en el hogar de ancianos en donde conversa con su abuelo asignado, un anciano de setenta y nueve años quien curiosamente también se llama Oliver como su hermano.

—¡Gané! —Grita el hombre cuando derriba a su reina en el tablero de ajedrez.

Isabela suelta una carcajada al escuchar a Oliver, el abuelo asignado de la casa del retiro y quien casualmente tiene el mismo nombre que su hermano. Disfruta mucho de compartir con él, lo ha hecho desde hace un tiempo y se logró ganar el cariño del hombre, pues según las enfermeras y cuidadoras, él no salía de su habitación ni siquiera para jugar al bingo o ver la televisión, pero cuando Isabela apareció, comenzó incluso a sonreír.

—Estás haciendo trampa, Oliv — Issy utiliza el mismo apodo para él, que usaba con su hermano —. Se dice jaque mate.

—Pues yo ahora declaro que se dirá, “gané”. Porque es la verdad, ¿no?

—Está bien, ganaste – la joven recoge las piezas agrupándolas en su mano –. ¿Quieres otra partida?

—La verdad es que no. Ya me aburrí de ganarte.

—¿Qué te apetece hacer entonces?

—¿Qué te parece si hacemos llamadas de bromas otra vez?

Isabela vuelve a reírse ante la ocurrencia del anciano. Recuerda que hace casi un mes, ella le propuso esa idea pues era una de las cosas que más le daban risa hacer con su hermano cuando eran niños. Claro, en aquel entonces eran pocas las personas que tenían identificador de llamadas, incluso se utilizaban guías telefónicas para saber el número de otras personas, así que era menos probable que reconocieran o re direccionaran la llamada. Cuando ella le propuso la idea a Oliver el anciano, éste soltó una carcajada divertida y en seguida estuvo de acuerdo, Isabela sacó su teléfono celular y utilizando la opción de número privado, comenzó a marcarle a varios números para que Oliver pudiese decir algunas de sus bromas. Una de ellas, fue el preguntar si su refrigerador está andando, cuando la otra persona respondía que sí, él le decía, “corra y persígalo antes de que se le escape.”

Se la pasaron bomba ese día.

—Eres tremendo Oliv. ¿Quieres que me prohíban la entrada al Centro de Jubilados por conducta inapropiada?

—¡Qué va! Nadie se va a enterar. Anda, te prometo que solo será una.

—De acuerdo, pero solo una, ¿sí?

—Sí.

La joven mira a todos lados para cerciorarse de que nadie la está mirando y cuando lo confirma, saca su teléfono móvil y se lo entrega al hombre quien ya sabe cómo hacerlo de tantas veces que lo hizo aquel día.

Mira como el hombre presiona un número al azar y espera atentamente a que alguien responda. Hace varios intentos pero en todos resulta caer ocupado o saltar a buzón de voz.

—¡Mierda!

—Tal vez otro día, Oliv. Ya terminará la hora de recreación y tendré que irme.

—Un intento más, por favor.

Marca un número más, mientras Issy ve a todas partes para asegurarse de que nadie los está viendo. Se siente un instante como si estuviese en una especie de cárcel o algo así, donde no dejan utilizar el teléfono móvil. Realmente no es así, pero si alguien lo pilla diciendo todas esas bromas por teléfono, a ella pueden llamarle la atención e incluso prohibirle hacer el voluntariado en esa residencia. A pesar de tener mucha libertad, los abuelos también tienen ciertas normas que cumplir y claramente éste tipo de cosas no están permitidas.

—¡Oye amigo! ¿A qué hora te llevo el cargamento? —dice Oliv cuando por fin parece que alguien le ha contestado. Utiliza un acento extraño, algo parecido al acento sureño—. ¿Cómo que cuál cargamento? El cargamento de cocaína. ¿A qué hora lo quieres en tu casa?

—¡Oliv! – Issy abre los ojos como platos mirándolo estupefacta.

—Pues a mí no me vengas con tonterías, yo quiero lo acordado o si no, ya sabes cómo te irá. ¿Cómo que tú no eres Cheli? No te pases de listo conmigo o mis hombres te irán a dar una visita.



#38046 en Novela romántica
#10597 en Thriller
#4252 en Suspenso

En el texto hay: romancejuvenil, amorprohibo

Editado: 06.10.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.