Mi Más Grande Error

Prólogo

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Alejandro permanecía en silencio, tratando de pasar desapercibido entre la gente que empezaba a llegar a la sala de velación en la agencia funeraria donde el cuerpo de su padre yacía dentro de un lujoso ataúd. Su madre, sentada en un sofá cerca del mismo, recibía las condolencias de todos los que iban llegando. Él permanecía ajeno a todo, dado que hacía mucho que no vivía con ellos y no participaba en el negocio familiar, así que casi nadie de los presentes lo conocía.  

Su mirada vagó de nuevo por la sala y reparó en una joven que iba entrando. Era voluptuosa, con curvas generosas, las caderas anchas y el busto grande, pero firme. Su rostro era de una belleza muy discreta, clásica, pero atractivo. Vestía totalmente de negro y, lo que más le llamó la atención, era la profunda tristeza que se notaba en su mirada. Alejandro podía asegurar, incluso, que estaba luchando por contener las lágrimas. 

La desconocida se acercó a su mamá quien, al verla, se puso de pie inmediatamente. Ambas se abrazaron y murmuraron algo que nadie pudo escuchar. Desconcertado, él vio como ambas lloraban y su mamá besaba en la mejilla a la joven, quien luego, con la mirada baja y en silencio, se retiró hacia la salida.  

Por impulso, él empezó a caminar hacia la puerta y una vez afuera, vio de reojo cómo ella se sentaba en un rincón, apartada del resto de los dolientes que estaban en la sala común. Alejandro caminó hacia la cafetería, se sirvió una taza de café y regresó. Disimuladamente, se sentó cerca de la puerta, mirando a la joven. ¿Quién era? ¿Por qué se mostraba tan consternada en el velorio de su padre? 

Los empleados de la casa de modas que dirigía su mamá seguían llegando y, al descubrir a la joven, se acercaban a ella y le daban sus condolencias, mismas que ella agradecía con una gran tristeza en su mirada, para luego ellos despedirse y entrar a la sala de velación privada a acompañar a la mamá de Alejandro. 

¿Quién era ella y por qué todos parecían conocerla y la consolaban? ¿Qué relación tenía con su difunto papá? ¿Por qué lucía tan dolida? 

La escena se repitió una y otra vez, durante la siguiente hora. Él ya se sentía bastante molesto e intrigado. ¿Acaso había sido la amante de su papá? ¿Cómo es que alguien tan joven y tan bella se había atrevido a enredarse con el viejo? ¿Pero, entonces, por qué su mamá la recibió con tanto cariño? La bilis empezó a subir por su garganta. ¿Esa advenediza pretendería acaso quitarle a su mamá su herencia? ¿Acaso quería despojarla del negocio por el que la familia tanto había luchado? ¿Y por qué carajos todos los empleados le rendían tanta pleitesía? 

Tratando de controlar su enojo, se acercó a donde la joven permanecía sentada, con la mirada baja, estrujándose los dedos, y se sentó en un sillón junto a ella. 

— ¿Conociste al difunto? — Le preguntó en voz baja, luego de un momento de silencio. 

La joven levantó la vista por un momento, lo miró, asintió en silencio y luego volvió a ocultar el rostro. Alejandro se sorprendió de que hubiera lágrimas en sus ojos. ¿Tanto le dolía la muerte de su padre? ¿O era el interés económico de perder su posición lo que la tenía así? 

— ¿Eras su amante? — Preguntó sin miramientos. — No pude evitar fijarme en que muchos te dan las condolencias a ti también. 

La joven levantó la vista de golpe, lo miró totalmente azorada por un instante y, poniéndose de pie, caminó a toda prisa hacia la salida de la funeraria, sin decir una sola palabra ni despedirse de nadie.  

Alejandro negó en silencio y se levantó para seguirla, cuando llegó a la puerta, miró para todos lodos buscándola, había mucho tráfico y la calle estaba muy concurrida, quizá se hubiera ido hacia el parque que estaba en la esquina. Dudó por un momento si buscarla para insistir en cuestionarla, pero al final desistió. Encogiéndose de hombros, decidió mejor regresar al lado de su madre. Ya averiguaría luego quién era esa advenediza, si el patrimonio de su progenitora estaba en peligro o no y cómo la iba a ayudar a proteger su casa de modas. 




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