Mi Pequeña Adicción

Irresponsable

Donato

Cierro mis ojos por un instante juntando el valor que necesito para afrontar el nuevo problema que tengo en puerta, ¿Cómo le diré a mis padres que tengo un hijo?, pondrán el grito en el cielo, me dirán que soy un irresponsable y en parte es verdad. No tengo excusa para lo que paso, pero en mi defensa diré que no estaba enterado de que Bianca salió embarazada después de vernos unas ¿qué?, ¿tres veces?, no fue más que eso y creo que hasta menos, ya no lo recuerdo, han pasado siete años.

El ADN no falla, Valentino es mi hijo, además que el parecido que tengo con él es más que obvio que yo soy su padre. Bianca me lo entrego como si fuese una bolsa de papas, como si de una cosa sin valor se tratara. Por un instante pensé que me pediría dinero, sin embargo me dijo que en el viaje por "trabajo" le darían todo lo que necesite, solventarían sus gastos. No quiero saber a qué se dedica, solo espero que no me traiga más problemas de los que ya tengo.

Tarde o temprano vendrán, ¿Lo sabes? Lo sé, pero no hace falta que me lo recuerdes, le gruño furioso a mi conciencia. Después no digas que no te avise. 

—Si desea me puede dejar en su casa, señor. —Valentino me trae de vuelta al presente. Le doy una corta mirada y niego. —Puedo quedarme solo, no toco nada y tampoco hago ruido. —susurra nervioso sin levantar la cabeza de sus manos entrelazadas.

—Claro que no, Valentino. —dictamino severo. No estoy molesto con él, sin embargo la situación me supera.

—Lo siento, señor. —suelto un bufido y me giro en su dirección

—Valentino, mírame. —ordeno en tono suave. Necesito que se tranquilice, uno de los dos debe estar tranquilo para enfrentar a mis padres. —Soy tu padre, no un señor, así que llámame de esa forma. —me mira de reojo con temor.

Estás siendo muy brusco, además no puedes obligarlo, dale su tiempo. Siento como mi conciencia me regaña y tiene razón.

»Lo siento. —susurro estirando mi mano para acariciar sus cabellos oscuros. Se ataja de mi contacto dejándome extrañado por su reacción. —No te haré daño. Puedes llamarme como gustes. —asiente sin verme. —Bien, ¿listo para conocer a tus abuelos?

—No. —me gusta su sinceridad, no obstante no la necesito ahora. —¿Es necesario que lo acompañe?

—Valentino, esto es muy difícil, créeme que lo sé. Mis padres no son malas personas, ellos te tratarán muy bien, capaz me golpeen a mí, pero contigo será todo lo contrario. —sus ojos se abren como platos.

—¿Su madre lo golpea? —niego divertido.

—No, claro que no. Ella es un tanto escandalosa y de algo chiquito hace un mundo. —como tú que eres un pequeño niño de apenas seis años, pienso. —Te puedo asegurar que siempre ha querido un nieto y hoy le daré el gusto. —asiente dudoso. —¿Vamos? —da apenas un asentimiento con su cabeza. —Que Dios se apiade de mí. —murmuro bajando del auto.

Ayudo a bajar a Valentino, lo tomo entre mis brazos por más que pueda caminar, ha empezado a hacer frío y no quiero que se enferme, además lo siento más seguro si está cerca de mí. Camino con él a paso lento, retrasando el momento de la verdad. Ya imagino la cara de mi madre, los reproches de mi padre y la felicidad de mi hermanita.

Tomo una bocanada de aire antes de abrir la puerta de la casa de mis padres, ingreso con Valentino aun en mis brazos, lo primero que hace es esconder su rostro en mi cuello, tiembla, su cuerpito vibra en mi pecho causándome desazón y furia. Quisiera saber que le hizo vivir Bianca.

No pude ni preguntarle, me lo dejo ayer en la mañana, en la tarde hicimos la prueba de ADN y en la noche Valentino ya estaba durmiendo en mi cama, mientras que ella aseguraba volver en dos meses o lo que durara su viaje.

Escucho voces llegando a la sala, contengo la respiración una vez más, cuento hasta diez y doy el paso más importante de mi vida hasta ahora, entro a la estancia donde mi familia completa conversa animadamente de temas sin importancia o tal vez sí, sin embargo el mío sí que lo es.

—Familia. —llamo la atención de los tres, fijan sus rostros sonrientes en mí y en seguida cambian a sorpresa. —Tengo algo pequeño que contarles. —muevo mis ojos en dirección a Valentino que no se gira a ver quién está en la sala.

—¿Qué significa esto, Donato? —mi padre se pone de pie. —Responde, muchacho.

—El pequeño que tengo entre mis brazos, se llama Valentino, tiene seis años y es mi hijo. —suelto rápidamente sin dejarlos procesar la información. —Espero que le den una buena bienvenida, ya se encuentra muy asustado.

Mi hermana abre sus ojos como platos, la boca de mi madre cae al suelo por la sorpresa y mi padre arruga su ceño con desconcierto, pero ninguno dice nada y lo agradezco. Responderé a todo lo que deseen saber o espero poder hacerlo, ya que carezco de información más que el parecido que tengo con mi hijo y la prueba de ADN.

—De acuerdo. —mi madre se coloca de pie e intentando poner una sonrisa en su rostro camina en nuestra dirección. —¿Duerme? —niego queriendo despegarlo de mi cuello sin éxito. —Déjalo, debe estar tan abrumado como todos. —apoya su mano sobre la espalda de este y da un respingo del susto. —¿Valentino, verdad?

—Hijo, te dije que mi madre es algo escandalosa, pero hace el mejor pastel de chocolate, ¿Te gustaría probar? —parece que la comida es un buen incentivo. Se despega poco clavando sus ojos azules en los míos.

—Por Dios. —jadea mi madre tapándose la boca. —Es tu hijo. —viro los ojos y asiento.

—Te lo acabo de decir, madre. —me fulmina con la mirada. —Ya, no te alteres, por favor. —Valentino voltea el rostro en su dirección.

—¿Hay pastel, señora? —a mi madre se le forma la sonrisa más grande del mundo.

—Hay más que eso. Tengo pastel de chocolate, de frambuesa, un refresco de frutilla o naranja ¿Qué te gusta? —Valentino la mira extrañado y después a mí.




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