Mi Pequeña Adicción

Muchos problemas

Madison

Miles de maldiciones suelto al tener que solucionar el desastre que arme, ¿Por qué no pienso cuando me encuentro enojada?, siempre debo actuar y después sopesar las mis malvadas ideas, ahora estoy en serios problemas, ¿Cómo haré para atender a la señora Messina y después ir por Valentino sin que nadie sepa?, porque si una sola persona se entera de que mande a dormir al dueño del bufete estoy muerta. 

Eres una impulsiva, estoy cansada de tener que estar resolviendo tus dramas. Mi conciencia nunca es de ayuda cuando más la necesito.

Piensa, Madi piensa. Miro como Donato duerme plácidamente, es demasiado hermoso para ser real este hombre. Concéntrate, Madi me doy un regaño mental. ¿Qué se hace en estos casos? Tomar el primer avión a New York y volver a vivir con mis padres. No, eso no, ¡Dios! Tiro de mis cabellos un par de veces al tiempo que escucho las puertas del ascensor, mi cuerpo se pone rígido y lo único que atino a hacer es ver quien llego, estiro mi cuello y gracias a que la puerta de la oficina de Donato se encuentra abierta puedo ver que la señora Messina ha llegado.

Contengo el aliento y una tonta idea se me pasa por la cabeza, no creo que pase algo malo porque yo la atienda como si fuese un abogado más ¿No?

¿Qué?, no, claro que no. No hagas eso, ¿Te has vuelto loca? Nos traerás cientos de problemas más de los que ya tenemos. Dictamina mi conciencia.

La ignoro acomodando mi traje azul y camino fuera de la oficina cerrando la puerta a mi espalda para que nadie vea a mi jefe dormido. La mujer frente a mí me observa interrogante, debe ser por el nerviosismo que cargo, ya que cuando hable por teléfono con ella hace dos días todo estaba normal.

—Señora Messina, ¿Cómo está? —estiro la mano en su dirección.

—Bien, señorita... —deja la palabra en el aire queriendo saber mi apellido.

¿También mentiras con tu nombre? Obviamente no le respondo a la metiche de mi conciencia.

—Chambers. —nos damos un apretón de mano con una sonrisa cálida de su parte y una falsa por mi lado. —¿Me acompaña? —le señalo el pasillo que nos lleva a la sala de juntas donde Donato recibe a los clientes.

—Pensé que me recibiría el señor Greco. —murmura fijando sus ojos en mí. —No es que me incomode tratar con una mujer, pero la cita que programo su secretaria era con él. —agradezco no haberme presentado el día que programe la cita o si tendría que mentir con mi nombre.

—Él llevará su casa, pero los pormenores los recibiré yo. —le explico caminando a la sala de reuniones. —Ahora si se siente incómoda podemos reprogramar, ya que el señor Greco se encuentra con su hijo. —y sigo mintiendo. Donato me va a matar.

—No sabía que el señor Greco tiene hijos, creí que era soltero. —¡Dios!, volví a meter la pata.

¿Cuándo no lo haces? Yo no pagaré por tus errores. Se queja mi conciencia abandonándome.

—Es reciente. —me limito a responder abriéndole la puerta para que ingrese. —Le haré un par de preguntas ¿Le parece? —asiente varias veces tomando asiento frente a la silla que debería usar Donato y yo.

Si ese hombre no me despide después de esto, no sé qué más espera para hacerlo. La idea era dejarlo dormir como un bebé, pero me olvide de Valentino y es que el pequeño no estaba yendo a la escuela y la madre de Donato lo cuida mientras este trabaja, todo eso era hasta hoy. El niño ha comenzado a tener una vida un tanto normal gracias a su padre después dela que la loca por madre que le toco lo dejara a la buena de Dios.

Gracias al cielo, la señora Messina se va conforme con la conversación que tenemos y le digo que dentro de dos días Donato la recibirá y llevará su caso personalmente, ella encantada, puesto que este es el mejor del país, pregunto por los honorarios y dije que lo arreglara con él, ya que yo no llevo eso y es verdad, no creo que sea tan costoso ¿No?

Y si lo es lo pagarás de tu bolsillo por metida. Regaña mi conciencia. Veré cuando pase ahora mejor me fijo como sigue ese hombre y después de controlar que respira me iré volando a buscar al niño, espero que me lo den en esa escuela o no sé dé que me voy a disfrazar.

Al entrar a la oficina lo encuentro aún dormido en el sofá con la cabeza torcida a un lado, mi primer impulso es acomodarlo para que su cuello no sufra y después recuerdo que firme un contrato engañoso donde debo darle el doble del suelo que recibo si renuncio y se me pasa. No merece mi lástima, es un engendro de la naturaleza, así que lo dejo todo torcido y que sufra de una tortícolis que me va a valer tres cacahuates lo que le suceda.

Después de diez minutos en taxi llego a la escuela donde Valentino estudia, busco al pequeño con la mirada en la fila de los miles de niños que me observan como si fuese un extraterrestre, estos gritan, se empujan y hacen escándalo, ¿Cómo hay personas que desean ser padres? Mi abuela decía los niños son lindos al horno y con papas, totalmente de acuerdo con esa señora.

Encuentro mi objetivo en una esquina alejado de todos mirando sus manitos y una fibra dentro de mi pecho se mueve, sus ojos están repletos de lágrimas que no deja caer y a su alrededor hay unos mocosos que lo señalan con sus diminutos dedos y no llego a oír lo que le dicen, pero estoy más que segura que no son palabras lindas.

Me acerco a ellos como alma que se la lleva el diablo, me planto detrás de la bola de mocosos y escucho lo que dicen, Valentino no ve, ya que su cabeza sigue baja.

"Tu madre no te quiere por tonto"

"Tu padre tampoco lo hace"

"Nadie lo hace porque eres feo"

La sangre mi hierve y cuento hasta diez recordando que son angelitos del señor y están influenciados por adultos malintencionados. Que sean niños no significa que no pueda enseñarles modales y no a meterse con el más débil.




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