Mi Pequeña Adicción

Lo arruine

Donato

Mis labios impactan en los de ella. La textura suave de estos me reciben con el mismo anhelo que sienten los míos, necesitábamos este beso. Su error es abrir su boca dándole permiso a mi lengua que entre y juegue con ella como esa noche, con la diferencia que esta vez profundizaría su alma si es necesario.

¿No puedes conformarte con lo que te da? No. Le respondo a mi conciencia, parece que no entiende que necesito más de ella, Madison debe darme más.

La hago girar, sin separar nuestros labios, para que quedemos frente a frente y poder saborearla a mi antojo. Sus pequeñas manos se posan sobre mi pecho, pero lejos de poner distancia entre nosotros, las apoya en esa zona y se aferran a las solapas de mi saco, al tiempo que las mías recorren desde sus hombros hasta su cintura, la aferro contra mi cuerpo.

El beso suave se vuelve feroz y hambriento, olvidándose de que cualquiera podrías verlo. No importa que sea el jefe y dueño del bufete, debo dar el ejemplo y no entablar una relación con mi secretaria, pero ya no podía soportar las ganas de besarla.

Deja de pensar en los contra y concéntrate en la mujer que tienes entre tus brazos. Me regaña mi conciencia.

Le doy un mordisco al labio inferior de Madi logrando que suelte un jadeo, uno que me hace despertar mis instintos más salvajes, llevo mis manos hasta el borde de su falda ajustada, tocando la piel expuesta que me permite la prenda. Ajusto mi agarre a sus muslos y la levanto en el aire haciendo que Madi suelto un gritito que cayó una vez más con mi boca.

Camino con ella a cuestas hasta el escritorio donde la apoyo, mis manos acarician su espalda, llegando a su cuello y enredando una de mis manos en su cabello. Sus labios se mueven al compás de los míos. Cada fibra de mi cuerpo reacciona al encanto que eta mujer posee y si fuese por mí me quedo en sus labios por siempre, pero como el destino me odia, el teléfono de mi oficina suena.

Madi se despega un poco de mis labios con mucho esfuerzo, ya que no quiero que el momento de vulnerabilidad se pierda, observa de reojo al estúpido teléfono y después a mí.

—Debe ser trabajo y...

La callo uniendo nuestros labios de nuevo, en vez de empujarme y negarse, me besa intensamente, despertando una parte de mi cuerpo que desea unirse a ella desesperadamente, sin embargo el teléfono no deja de sonar y no hay forma que nos concentremos en nosotros.

—Sea quien sea lo mandaré al diablo. —gruño separándome de ella.

Paso mi cuerpo por encima del suyo haciendo que pegue la espalda sobre el escritorio y yo quedando sobre ella, todo sea por tomar el teléfono entre mis manos, pero no negaré que la posición es estimulante. Madison me da una sonrisa maliciosa, se queda apoya sobre sus codos al tiempo que llevo el teléfono a mi oreja, se relame sus labios.

Carraspeo incómodo y hablo con tono profesional.

»Buenos días, Donato Greco, ¿con quién tengo el gusto? —no me pierdo los movimientos de la morena que me hipnotizan.

—Señor Greco, soy la directora de la escuela de Valentino. —dejo de ver a Madison al tiempo que me alejo de ella. —El niño...

—¿Qué tiene mi hijo? —la corto brusco.

La morena se baja de un salto del escritorio y se pega a mí para escuchar la llamada.

—El pequeño se ha caído y se lastimó su brazo, fue un raspón sin importancia, pero nuestro deber es...

—Patrañas. —suelta Madison furiosa. —Esos niños lo volvieron a molestar. —gruñe entre dientes.

—En cinco minutos estaré ahí. —le cortó sin escuchar lo siguiente que dice.

—Esos niños me van a conocer, les enseñaré a no meterse con Valentino y a este a como golpearlos. —abro mis ojos con sorpresa y niego.

—No, no le vas a enseñar a Valentino a que le pegue a nadie, no está bien, Madi. —se cruza de brazos.

—Vemos como lo impides. —me desafía.

—Soy su padre. —se encoge de hombres.

—Y yo su psicóloga, amiga y confidente, así que te vengo ganando, Donato.

No es por meterme, pero ella ha sumado más puntos con el niño que tú. Debo darle la razón a mi conciencia, pero no a Madison o esta bailará de felicidad por ser la ganadora.

Pega la vuelta sobre su propio eje y camina fuera de mi oficina acomodando su ropa, la cual desajuste hace unos momentos. Borro la imagen del beso que nos dimos y tomo mi móvil, el portafolios y llaves de mi auto. Imito la acción de mi secretaria y camino fuera de mi oficina, encontrándome con ella lista para acompañarme.

—¿Dónde vas? —sus ojos me observan indecisos.

—Contigo. —responde insegura. —Pero si no quieres...

—Vamos. —la tomo de la mano y tiro de ella hasta la caja metálica. —Valentino querrá verte.

—Bien. —es lo único que dice.

(...)

Unos minutos después, donde ninguno de los dos nombra lo del beso, nos encontramos en la escuela de Valentino. La directora observa de mala manera a Madison y está la devuelve la mirada, pero es mucho más repulsiva, tan así que la mujer entrada en años se siente incómoda y ha pedido que traigan a mi hijo en este mismo momento.

La puerta de la oficina de la directora es abierta y por esta entra la maestra de mi hijo y por detrás este con sus ojos rojos por llorar, me pongo de pie para recibirlo, pero este corre a los brazos de Madison que le recibe gustosa. Me quedo como un estúpido esperando un abrazo que no llega.

—¿Qué te han hecho? —Madison le pregunta a Valentino que solo niega escondiendo su rostro en el pecho de ella. —¿Otra vez esos demonios te han molestado?, si es así te enseñaré a vengarte de ellos. —esta mujer no es prudente.

—Señorita, no debe decirle esas barbaridades al niño. Él se ha caído. —la directora le reprende sin saber dónde se metió. —Nadie es culpable de su golpe. En esta institución no permitimos...




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