Mi pequeño amor secreto

Capítulo 1.-El mejor amigo de mi hermano.

Capítulo 1.-El mejor amigo de mi hermano.

Esa tarde calurosa de verano, mientras me arreglaba para la reunión familiar que se realizaría en mi casa, me pregunté cómo me vería con el vestido que mi mejor amiga Sherlyn me prestó.

A los 14 años yo era de esas niñas que no saben nada de la vida ni del amor, mucho menos. Me pasaba los días preocupada por mi aspecto. Casi no tenía pechos y la mayoría de mis compañeras de salón ya contaban con llamativos atributos físicos, por lo que yo me desesperaba más por crecer. No sé si ellas eran muy precoces o yo muy lenta.

Después de bañarme me vestí en tiempo récord. Al verme me sorprendí porque no solía usar prendas que fueran de mi talla. El vestido era de algodón blanco y tenía un estampado de delicadas flores. Era la cosa más linda que me había puesto. Me miré al espejo y descubrí que combinaba perfecto con mi piel y cabello. También me percaté de que moldeaba el busto que hasta entonces había subestimado. No era mucho, pero mejor que nada.

Antes de bajar a la sala me escabullí a la habitación de mamá y tomé una de sus cremas de belleza. Adicionalmente pensé que no estaba de más un poco de polvo facial.

 —¿Qué haces aquí?—Del susto casi se me cae el polvo.

—Magaly—Exclame aliviada. Era mi prima. Venía acompañada de Wendy. Ambas se veían espectaculares, solo se llevaban un año, así que parecían gemelas. Lucían perfectas manicuras, peinados de salón y ajustados vestidos.

—No me digas que estás pensando en camuflar tu cara de pecosa—No tuve tiempo de responder—Le diré a tía Irene, se supone que no deberías estar metida aquí, hurgando en sus cosas como una rata. Qué feos modales y créeme que ni con todo el polvo del mundo lograras ocultar esas pecas—Magaly movió la cabeza y me miró con una sonrisa maliciosa.

—Oh, y te ha salido un grano en la barbilla—Comentó Wendy.

Me miré al espejo y descubrí que era cierto. Maldita adolescencia.

—Si quieres yo te ayudo con eso—Comentó Magaly con un suspiro.

—¿En serio?

—Sí, tengo unos polvos compactos especiales.

Cuando terminó de espolvorearme la cara me sentí mucho más segura.

Bajamos a la sala. El timbre sonó y fui a abrir. Era Reinhard, el mejor amigo de mi hermano.

Henry y Reinhard eran como pan y mantequilla, inseparables desde la infancia, así que no podía faltar a la pequeña reunión. Reinhard prácticamente era como de la familia y estaba acostumbrada a que invadiera la casa y se quedara a dormir.

No lo había visto en los últimos meses porque viajó con sus padres a arreglar unos asuntos de su escuela.

Al encontrarnos de nuevo noté que había cambiado durante esas vacaciones de verano. Ya no era el mismo adolescente larguirucho y desenfadado con voz aguda. Es decir, seguía siéndolo a sus 17 años.

Sin embargo, era muy notorio que había cambiado.

Él casi cumpliría 18, dentro de unos pocos meses. Delante de mí tenía a un chico un poco más alto, con los hombros más anchos y los rasgos más definidos. Se veía muy atractivo. Me extrañó esa percepción de la que antes no me percaté. Me sonrió y noté que su dentadura adolescente y desalineada ahora era deslumbrante y varonil.

—Hola, Katia. Cuánto tiempo sin verte—Me saludó con un timbre de voz más grave. Cuando pasó por mi lado percibí que usaba una loción masculina.

Reinhard y yo no éramos muy cercanos. Manteníamos una relación cordial pero no profunda ni intima. Quizá por la diferencia de edades. Reinhard me llevaba 3 años y algunos meses, es decir casi 4 años. En ocasiones nos dirigíamos algunas palabras y él bromeaba conmigo, pero no pasaba de ahí.

Reinhard solía darme palmaditas en la cabeza y cuando era más chica me molestaba por mis vestidos. Hice una mueca ante ese último recuerdo. Decía que eran horribles y yo pensaba igual, pero no había mucho que hacer, mamá me obligaba a usar la ropa que mis primas, Wendy y Magaly, dejaban. Odiaba que Reinhard me fastidiara con eso. Tampoco es que fuera desagradable todo el tiempo. Era amable pero no hablábamos mucho.

—Katia, ¿Cómo has estado? —Se detuvo, posando en mí esos ojos grises, casi transparentes. No sé por qué me intimidó un poco. Él me ponía nerviosa.

—Excelente, ¿Y tú?

—También, ¿Estrenando? —Dijo curioso, dándole un vistazo a mi vestido.

—Algo así—Le regalé una sonrisa intentando disimular mis nervios ante su atenta mirada. Reinhard me devolvió el gesto.

—Me alegra que hayas cambiado los vestidos de princesa—Observó. Al parecer tampoco lo olvidó.

—No eran de princesa.

—¿Si? Pero eran rosas.

—¿Y qué?—Seguí su juego.

—Todo lo que sea rosa es de princesas—Dijo burlón, al parecer disfrutando de mi molestia. Sus ojos grises se iluminaron.



#5045 en Novela romántica
#1331 en Chick lit
#1037 en Novela contemporánea

En el texto hay: adolescente, romance, amor

Editado: 27.05.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.