Mi pequeño amor secreto

Capítulo 2.-Una paleta de corazón.

Capítulo 2.-Una paleta de corazón.

Reinhard mostraba un semblante frío y sereno, pero adornado con una pequeña sonrisa, dotada de una pizca de algo parecido a la malicia. A su edad ya era bastante seguro de sí mismo.

—¡Reinhard!—Exclamaron mis primas mirándolo como si fuesen unas polillas deslumbradas ante un foco de luz.

—Si me permiten un comentario—Dijo Reinhard con una mezcla de galantería y sorna.

—¡Claro!—Dijo Wendy rápidamente, pestañeando sus ojos coquetamente, sin embargo Reinhard no la miraba. Ni a Magaly, quien había erguido su espalda y sacado sus prominentes pechos hacía delante.

—Katia, te ves maravillosa. Eres la más hermosa de la fiesta—Dijo con una amplia sonrisa. Abrí la boca, impresionada. Él nunca me había dicho algo así—¿No están de acuerdo, chicas?—Volteó hacia ellas.

Los ojos grises de Reinhard desprendían una mirada cruel, acerada y afilada.

La cara que pusieron mis primas fue épica. Se miraban la una a la otra, confundidas y sin saber qué decir.

—Si, si...

—¿Tu crees?—Cuestionó Magaly sorprendida.

—Claro—Afirmó él muy seguro.

—¿Y qué piensas de nosotras? —Wendy se cruzó de brazos.

—Lindas—Declaró con simpleza—Pero si quieren unos sabios consejos de belleza vean a Katia. Ella es esbelta, muy guapa, puede ponerse lo que sea, incluso una bolsa de basura y se verá muy bien—Dijo con total descaro, conteniendo una risa.

Magaly apretó los puños y sonrió falsamente. Wendy hizo una mueca. Se marcharon sin poder disimular su enojo, repiqueteando sus zapatillas en las baldosas.

Reinhard y yo nos miramos, ambos aguantábamos la risa y cuando estuvieron lejos rompimos a reír en fuertes carcajadas que aliviaron mi tensión.

—Gracias por lo que dijiste—Dije algo tímida y me atreví a mirarlo.

—¿Qué cosa? —Se hizo el desentendido.

—Por lo que dijiste a mis primas...Por ayudarme—Por ser lindo, quise decirle.

—Ah, eso. No fue por ti—Se encogió de hombros. Me petrifiqué en ese instante—Solamente lo hice porque me caen mal las chicas engreídas que creen que pueden pisotear a los demás. Me pareció divertido hacer enfurecer a tus primas—Reinhard soltó una adorable risa.

Estiró una mano y me alborotó el cabello, como si yo fuera un cachorro lanudo. Esos eran sus gestos habituales conmigo. Refunfuñé irritada y él se rio con mayor desenvoltura.

—Por cierto, de qué sabor es tu glaseado—Se me quedó viendo a la cara fijamente y me sonroje—Parece de vainilla—dijo pasando un dedo por mi mejilla y yo me quería morir cuando vi que la piel de su yema lucía más blanca porque había barrido el maquillaje que me aplicó Magaly. Ese era el Reinhard que conocía, molestoso y burlón.

—No te lo pongas, no lo necesitas—Dijo muy serio.—Nos vemos, pecosita—Me dedicó una sonrisa. Esta vez el apodo que acostumbraba decirme, la mayoría de las veces con el afán de fastidiarme sonó amable y tierno.

Estaba a punto de irse pero entonces se detuvo y me miró largamente, de pronto parecía pensativo y dudoso. Se metió las manos en los bolsillos del pantalón ajustado que usaba.

—Katia, tengo algo para ti—Dijo, haciéndome pestañear varias veces. ¿Reinhard con un regalo para…mí?

—¿Qué es?—Pregunté ante su inesperada revelación.

—Ven, vamos al jardín—Lo seguí y salimos al jardín trasero.

Se estaba muy bien afuera, muy tranquilo. Había oscurecido y desde ahí podía verse la ciudad, calle abajo, con sus luces titilando. Una brisa cálida corría por el patio. El cielo era de un azul desvaído, pero ya se divisaba el brillo de algunas estrellas.

Algo robó mi atención. Al fondo del jardín, entre las plantas noté que flotaban puntos de luz resplandecientes. Reinhard también las vio. Era un espectáculo mágico para admirar.

—Katia, ¿Sabes que significa bioluminiscente? —Comentó Reinhard, observando a los pequeños insectos.

—No.

—La bioluminiscencia es la capacidad de producir luz.

Lo escuché en silencio y dejé de mirar a las luciérnagas, me quedé absorta en su rostro. Sus ojos grises parecían desprender luz.

En ese momento pensé que él era bioluminiscente.

 Reinhard quitó las manos de los bolsillos de su pantalón y sacó una paleta.

—Toma, es para ti.

Era una paleta en forma de corazón y me sonrojé.

Ahí estaba ese chico, con una sonrisa irresistible, ofreciéndome un caramelo,  el mejor amigo de mi hermano, el chico que se burlaba de mí cuando era una niñita.

Nunca me había regalado algo antes, bueno sí, una vez me dio un sapo muerto en una caja y se carcajeó al ver mi cara. Qué puedo decir, tenía un humor un tanto oscuro. Sin embargo, esta vez solo estaba siendo ¿Gentil? ¿Considerado?




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