Mi pequeño amor secreto

Capítulo 3.-¿Me recuerdas?

Capítulo 3.-¿Me recuerdas?

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Para ti.

Nunca olvidaré el día que te conocí, ni la fecha, ni la forma en que entraste a mi vida y en mi mente, colándote como la suave brisa que se filtraba por mi ventana, y como estaba tan acostumbrada a ella, y fue tan natural tu llegada, no opuse resistencia. Amarte fue tan vital como respirar.

-.-.-.-

Cuatro años después.

Mamá organizó una fiesta para celebrar que mi hermano Henry se graduó con honores de la Universidad e iniciará una maestría en derecho penal, así que sí, ya era oficialmente un abogado que se salía siempre con la suya.

Estas vacaciones de verano yo había cumplido 18 años, así que me había graduado de la preparatoria y estaba preparándome para iniciar la universidad cuando iniciara el nuevo ciclo escolar. Sin embargo, no habían sido las vacaciones que yo esperaba. Me la había pasado trabajando sin descanso.

Me consolaba saber que faltaba poco para que regresara a clases, iría a un curso de preparación de ingreso a la universidad, estaba emocionada y nerviosa porque aplicaría un examen para una facultad donde podría estudiar artes plásticas, ya que amaba dibujar, era mi pasión desde pequeña.

En el mismo campus impartían diseño de modas, así que mi mejor amiga Sherlyn y yo seguiríamos juntas, lo cual me hacía muy feliz porque adoraba a esa chica.

Aquel día había sido especialmente ajetreado, me había pasado medio día limpiando las ventanas, lavando los pisos, sacudiendo el polvo de cada rincón. Mamá quería que todo este impecable. Contrató a algunos mozos, pero llegarían a la hora del banquete, sino estaba segura de que me habría puesto a mí a hacer todo.

Trapeé la sala mientras que mi hermano Henry estaba acostado en el sillón chateando en su celular.

—¿No piensas ayudarme?—Solté al ver su postura de holgazanería y que no se inmutara ni un poco ante el hecho de que estuve corriendo de aquí para allá durante todo el día.

—Noup—Respondió en un tono relajado, sin mirarme. Sus dedos volaban en la pantalla.—Mamá te mandó a ti. ¿Cuándo dejarás de ser tan quejumbrosa?

—Al menos quita tus pies para que pueda trapear—Me enfadaba su indiferencia.

Tonto hermano mayor desinteresado.

—Eh, eh, no me hables así niñita—Dijo con su tono de mimado, que me sorprendía que aun usara a su edad. Se puso de pie.—Vamos, Katia, apresúrate y te daré una scooby galleta—Pasó por mi lado y subió a su habitación. Sus zapatos estaban sucios así que dejo huellas en el camino.

En ese momento recordé por qué mi hermano mayor me caía tan mal, no siempre, pero a veces.

No me quedó más remedio que volver a trapear. Preferí no reclamarle, porque, uno: Era su día. Dos: No quería tener problemas con mamá.

Henry era el príncipe de mamá. El niño de sus ojos. Desde que tengo uso de razón ha sido así y eso que él tiene casi cuatros años más que yo, o sea prácticamente un adulto joven. Mamá aún cree que los hombres tienen que ser atendidos y servidos. Odio esa idea.

No entiendo cómo tantas chicas se babeaban por Henry. Si lo conocieran no pensarían que es irresistible, pero supongo que ellas se dejaban llevar por su buena apariencia física.

Yo me encargo del aseo de la casa, es grande y espaciosa y ser limpiada por una sola persona es una tarea pesada. Trato de no darle muchas vueltas. Tengo suerte de que no vivimos en una mansión. Al menos tengo mi propio cuarto. Mi espacio sagrado.

Cuando terminé con el trabajo, la luz del sol estaba en su máximo punto y gotas de sudor corrían por mi frente.  Estaba tan exhausta que querría dormir un día entero.

El cansancio era enorme, aun así, estaba emocionada.

Hace mucho que no se celebraba algo en casa. No era una fanática de las fiestas ni de las reuniones sociales, me parecían ocasiones agradables, pero era demasiado tímida como para conseguir amigos, sin embargo, esta vez era especial.

Me había comprado un vestido.

No recordaba la última vez que estrene ropa. Ninguno de los viejos y desgastados vestidos que tengo en mi armario me serviría.  No era una fiesta de gala pero iba a ser algo grande y tampoco quería desentonar.

Mamá se esforzó en que la decoración fuera de lo más distinguida. La casa nunca se había visto más arreglada. Las mesas acomodadas en el jardín junto con sillas blancas de madera lucían muy elegantes. Mamá colocó preciosos ramos de flores. Henry no opinó nada al respecto, pero sé que no le gustaron. Aun así, no tardó ni diez minutos en estar listo. Además, cosa inusual, parecía bastante entusiasmado con la fiesta.

Se me escapó un suspiro y me vestí de prisa. Aunque a veces me hacía enojar, estaba feliz por Henry.

Él siempre lograba cumplir todo lo que se proponía y yo lo admiraba en silencio sintiéndome afortunada por ser su hermana menor y deseando ser como él. Henry se había granjeado siempre todo el afecto y la atención de quienes lo rodeaban. Él era el orgullo de la familia, el alumno brillante. En cambio, yo era solo Katia. No era tan excepcional.  Sea como fuere trataba de mantener el optimismo.




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