Mi pequeño amor secreto

Capítulo 6.-Fresas por la mañana.

Capítulo 6.-Fresas por la mañana.

Por la madrugada me levanté al baño. No tenía uno propio en mi habitación así que salí al pasillo arrastrando mis sandalias, conocía el camino de memoria así que me moví por inercia y no prendí la lámpara.

Casi muero del susto cuando la puerta del baño se abrió y vi salir, a nada más y nada menos que Reinhard. Habría dicho algo, pero estaba demasiado desorientada y sorprendida. Reinhard se había quedado a dormir toda la noche en la habitación de al lado sin que yo supiera nada.

Durante unos segundos nos quedamos de pie, frente a frente, mirándonos bajo la luz que se filtraba del baño. Ninguno acertó a hacer nada. Parecíamos un par de sonámbulos. Él tenía su el rebelde y oscuro cabello revuelto y los ojos muy abiertos. Me habría dado risa de no ser porque tenía tanto sueño y mi cerebro no acababa de encender por completo.

—Buenas noches—Dijo con sequedad y pasó por mi lado con rapidez, como si hubiese visto a un fantasma.

Cuando se fue recuperé el aliento y los latidos de mi corazón aminoraron. Me metí al baño e hice lo que debía. Luego me dirigí cautelosamente a mi cuarto y caí rendida a mi almohada.

Al despertar a la mañana siguiente las penas que por la noche me parecieron inmensas se sentían más ligeras. Mamá estaba loca y no dejaría que me despedazara la ilusión. Un día podría tener toda la ropa que quisiera sin que se metiera conmigo. Un día quizás me trataría sin tanta dureza.

Cuando los gritos de mamá se volvieron demasiado molestos para seguir acostada pensando en la inmortalidad del cangrejo, me levanté perezosamente, me puse encima lo primero que encontré y abrí la puerta.

—Prepara el desayuno—Dijo mamá. —Iré a tomar un baño.

—Está bien—Asentí y bajé a tomar agua.

Aún estaba adormilada, pero al entrar a la reluciente cocina todo mi cuerpo se tensó y casi me fui hacia atrás cuando vi que Reinhard estaba en mi casa, en mi cocina, bebiendo una taza de café.  

Oh, casi había olvidado el incidente en la madrugada. Casi sentí que lo había soñado.

Sentí pena porque ni siquiera me había pasado el cepillo por el cabello y porque aún no me lavaba los dientes. Seguro tenía aliento de dragón. Lo bueno era que estábamos lejos. Al menos no era la única que tenía aspecto mañanero.

Reinhard llevaba una playera y un pantalón de pijama, ambos de mi hermano. Su cabello oscuro estaba muy despeinado, pero sus ojos grises parecían luminosos y espabilados. Mi corazón tembló incontrolablemente.

No iba a poder soportar tener a ese intruso rondando mi casa. Tenía unas ganas irresistibles de observarlo, pero me obligué a controlar mi mirada para no ser obvia.

—Hola—Me saludó despreocupado, mirándome de reojo, como si no hubiera pasado nada incomodo entre nosotros. Me hizo sentir bien.

—Hola—Dije con una sonrisa. Había decidido que no le daría más vueltas a lo que pasó anoche. Fue una equivocación y no me tiraría a morir por eso.

—¿Qué haces aquí? —Inquirí sin querer sonar grosera, solo estaba muy sorprendida de que siguiera en mi casa.

Reinhard continuó con una postura muy apacible, atento a la cafetera que trabajaba llenando la cocina con su aroma.

—Henry amablemente me ha invitado a almorzar para compensarme por lo que su hermana pequeña me hizo ayer—Comentó como si hablara de otra persona. Dejó su contemplación de la cafetera. Abrió el refrigerador y lo revisó, como si fuera su casa—Aunque obviamente, debió ser otra quien lo hiciera—Dijo remarcando la palabra otra y sus ojos se posaron sobre mí con interés.

—Lo siento por lo de ayer—Dije un poco apenada.

—Está bien, todo olvidado—Respondió con sencillez, para mi gran alivio. —Pero antes, dime ¿Qué te ocurrió anoche?—Añadió con curiosidad, arqueando una ceja.

—La falta de sueño—Expliqué.

Se rio entre dientes.

Me aproximé con cuidado para tomar un vaso de la alacena y luego lo llené con agua. La bebí con ganas mientras sentía la mirada de Reinhard.

—Por cierto, lindo pijama, fresita—Una sonrisa de burla se extendió en sus labios. Me acordé de sus molestas frases de antaño.

Me sonrojé y pasé saliva.

Antes de bajar me había colocado mis prendas de casa. Eran un poco reveladoras. No sexys, pero si descubiertas. Consistían en un short corto y una blusa de tirantes. Sin embargo, Reinhard se limitó a seguir mirando la cafetera, lo cual agradecí.

—Ya vuelvo—Dije rápidamente y salí de la cocina.  Fui a mi habitación, después cambiarme, acicalarme y lavarme los dientes, bajé. Nunca me había arreglado tan rápido en mi vida.

Reinhard seguía en la cocina, de pie contra la encimera, observando tranquilamente por la ventana mientras bebía una segunda taza de café.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.