Capítulo Seis.
Una Historia de Amor.
DARYL
Hanna y yo no cruzamos palabra en el auto. Solo se escuchaba ese incómodo ruido que hacían las teclas de su iPhone al enviar un mensaje de texto, así como el sonido de su cámara cuando tomaba fotos del cielo.
Kevin, el tío de Hanna, nos dejó en la entrada del restaurante. Quedamos que nos vendría a recoger dentro de dos horas ya que, el local cerraba a las diez y media.
Estaba encantado con el lugar que escogí. Lo bueno de haber reservado una mesa con antelación fue que la recepcionista nos dio la mejor mesa, con vista completa a la calle más lujosa de California.
No me esperaba que el lugar no fuera del agrado de Hanna. Miró a toda la gente con una cara de pocos amigos y en un tono de voz casi inaudible, protestó:
—Habiendo tantos lugares hermosos en la ciudad. ¿Por qué vinimos a parar aquí?
—Las reservaciones en los otros restaurantes ya estaban llenas y solo encontré aquí —le expliqué—. De todos modos… Es bellísimo.
—Si bellísimo le llamas a una casa vieja y degradada.
Un mesero se acercó a nuestra mesa para tomar nuestra orden. Revisé que tuviera el dinero suficiente para pagar por la comida y le dije a Hanna:
—Adelante, pide lo que quieras.
Hanna ordenó una paella. Yo, por el contrario, ordené un plato de alitas picantes de pollo y una porción de papas fritas.
Ella no habló durante la cena. Solo se dedicó a comer y a beber alcohol en exceso, hasta caer en la mesa borracha.
Yo no tomé ni un sorbo de alcohol; mi deber era llevarla a su casa sana y salva.
Desbloqueé el teléfono gracias a mi huella dactilar. Abrí la aplicación de la cámara y la abracé para tomarnos una foto. Ella al instante, tapó la cámara y apagó mi teléfono.
—¿Qué crees que estás haciendo?
—Solo quería tomarme una foto con mi novia y que ella me enseñe a publicar contenido en redes sociales, ¿está mal eso?
—Es que yo… —se quedó en silencio. Le dio un trago a su copa de vino y manifestó—: Lo medité y…
Tienes razón.
Si, eso fue lo que escuché.
Después de meses que me había llevado la contraria y me cuestionaba sobre por qué no publicamos una foto juntos en redes sociales, ella me salía con esto.
—Por ese motivo es mejor que las cosas sigan siendo como antes —Hanna argumentó—. Nada de fotos en redes sociales, ni gestos cariñosos en público. Solo actuemos como una pareja normal y no como los romances empalagosos de película.
—Será como tú digas entonces.
¿De qué servía contradecirla cuando Hanna quería que las cosas se hicieran así?
Solo estaba limitado a obedecer.
Como Kevin ya debía estar en camino, me disculpé con ella para ir al baño a lavarme las manos.
Solo que en la mesa había dejado algo a lo que Hanna siempre quiso tener acceso.
Mi celular.
Ella lo podía desbloquear con su huella dactilar.
Estaba en manos equivocadas.
No porque tuviera cosas malas que esconder; al fin y al cabo, confiaba en Hanna tanto como ella había puesto su confianza en mí. Sin embargo, el hecho de pensar que ella esperaba a que me diera la vuelta para hurgar en mi privacidad no me gustaba.
Para nada.
Al regresar del baño, Hanna estaba revisando mis chats y mi galería. Se levantó de la mesa, me puso el teléfono a unos centímetros de los ojos y me reclamó:
—¿Esta es la razón por la que no quieres acostarte conmigo?
Hanna me indicó la foto del curso de verano que había hecho hace unos meses en Miami, donde estaba en un campamento con todos mis compañeros.
Al deslizar la foto, me mostró la foto donde yo estaba en medio de dos chicas.
Ay, mierda.
Arlette y Dakota.
Cómo pude haber olvidado hablarle de ellas.
***
ALICE THOMPSON
Querido Gael...
Esta vez me desperté sin renegar por lo poco que recibo de la vida aunque no he hecho nada para merecer cosas buenas. Supongo que eso cuenta como un avance… ¿verdad?
Tal parece que en estos años que viví en el limbo, no me he perdido de nada, hasta que mi tía me convenció de salir de casa y empezaron a suceder cosas demasiado extrañas.
Liam Rogers era el primer culpable de que me preguntara qué estaba pasando con el mundo.
¿Qué clase de persona intenta sacarte un tema de conversación cuando apenas se sabe tu primer nombre?
Tenemos algo en común, es cierto. Ambos perdimos a un ser querido, es cierto también. Aún así, no puedo aceptar su amistad; al hacerlo, estoy dando a entender que sólo quiero ser su amiga por lástima o por compasión. Y ese título de hipócrita por supuesto que no me gustaba.
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Editado: 28.01.2024