Theodore solo había deseado una cosa en su vida. Y dicho deseo no era ser noble. Muchísimo menos casarse.
Desde que tenía memoria, su sueño había sido recorrer los mares, perderse entre el infinito horizonte y las estrellas que guiaban a los navegantes. Había trabajado duro para ganarse un lugar como marinero, lejos de la política y las intrigas que le atribuía su familia. Pero ahora, sentado en el salón principal del fuerte, escuchaba a su madre hablarle con el peso de una vida que nunca quiso sobre sus hombros.
Su abuelo había muerto, y ahora necesitaban a alguien que tomara su lugar. Ese era el problema principal.
Pero el único descendiente de él era su madre y no había otro familiar además de ella para proporcionarle un sucesor puesto que el mismo Lord Terrelle habia actuado como sucesor para el verdadero Archiduque Van Eck que murió en su juventud. Su madre era la unigénita de Lord Terrelle, lo que la convertía en la única heredera del título y lo que a su vez los ponía a ellos en la línea de sucesión porque era imposible que sus primas –las princesas– lo heredaran o algo así. La verdad es que Theo no escuchó con mucha atención la explicación de su madre, tan ensimismado como estaba en su cólera interna.
—No quiero— le respondió tajante—. No lo voy a hacer.
—¡No puedo creer que estés rechazando esta oportunidad! —exclamó Tedros, su hermano, golpeando la mesa con la palma abierta—. ¿Sabes cuántos nobles darían lo que fuera por un título como el que te han ofrecido?
—No lo quiero —replicó Theodore con frialdad, cruzándose de brazos—. No quiero el maldito título, ni la fortaleza, ni quiero ser parte de su juego de poder. Yo tengo mis propios planes para mi propia vida. Si es tanto el honor, tómalo tú, Teddy.
Lady Tessa, su madre, suspiró profundamente, dejando la copa de vino sobre la mesa antes de hablar.
—Hijo, esto no se trata de lo que quieres. Es una cuestión de deber. El Archiducado de Adamas es más que una posición y un título, cariño, se trata del legado de nuestra familia. Te has criado en Ferrum y bien sabemos todos que el hierro está en tu sangre pero mis orígenes son Adamasís y por lo tanto los tuyos también. La sangre Van Eck te llama.
—¿Nuestra familia? —preguntó Theodore con sarcasmo—. Tanto cariño y solo soy yo quien tendrá que abandonar su vida, sus sueños para mudarse a un continente que ni siquiera conoce y en el peor de los casos, hasta tendrá que casarse con una completa desconocida. Pero esto es por nuestra familia, ¿verdad?
—¡Sí, lo es! —gritó Tedros, levantándose de su asiento—. Porque ser parte de esta familia significa sacrificio. Lo hemos dado todo por ti, Theodore, y ahora es tu turno de devolvernos algo.
Theodore se levantó también, furioso.
—¿Qué me habéis dado todo? He sido yo quien trabajó para conseguir su lugar allá en el mar, en un barco, porque ustedes, en especial tú hermano, nunca estuvieron de acuerdo con ello. ¿Con qué cara me pedís tirar todo por la borda solo porque así lo deseáis?
Lady Tessa se levantó con más calma, pero su mirada era igual de severa.
—Hijo, entiende algo: el mundo no gira en torno a deseos personales. Esta familia tiene una responsabilidad. No solo con nosotros mismos, no solo aquí en la puerta, sino con el reino…
Pero Theo no la dejó seguir.
—¿Y qué hay de tí, madre?— espetó, con veneno—. Estás aquí en Ferrum cumpliendo tus deseos personales.
—¡No le hables así a mamá!—le regañó Tedros.
—No, Ted, él tiene razón. El título debería haber sido mío por ser heredera de mi padre, pero yo me he ido y he tomado otro. Ahora ha vuelto a mí, pero mis votos matrimoniales me obligan a rechazarlo y entregarlo a alguien más, a mi heredero. De la misma forma en la que hubiera sido si tu padre y yo nos quedabamos en Adamas.
Theo miró a su hermano mayor con el ceño fruncido.
—Yo soy el heredero de nuestro padre, Theo—Tedros se sobaba el puente de la nariz mientras le explicaba—. No puedo irme.
—No soy el único hijo.
—Trist ha hecho votos, Theo. No puede romperlos para irse y tampoco puede irse con su esposa y romper reglas Adamasís. Y el pobre Gray es demasiado inexperto—su madre lo miró con aquellos ojos grises que él había heredado llenos de cansancio—. Lo que quiero que entiendas Theo, es que esta situación estaba destinada a suceder de una forma u otra. Así son las reglas, el primer hijo varón hereda lo del padre y el segundo lo de la madre. No importa en qué continente estemos. Tu apellido es Annesley, pero tienes mi sangre Van Eck corriendo por tus venas, y en ellas viene un peso que no puedes ignorar, mi amor. No importa cuánto intentes huir, ese peso siempre te encontrará.
Con las energías drenadas repentinamente, Theo se dejó caer en su silla.
—Entonces estoy acabado.
—Si rechazas este título, pondrás en peligro todo lo que hemos construido—intervino su padre, que se había mantenido en silencio todo el rato.
—¿Y qué pasa con lo que yo he construido? —respondió Theodore, su voz cargada de frustración—. ¿O eso no importa?
Hubo un silencio tenso en la sala, roto solo por el crujido del fuego en la chimenea. Finalmente, Lady Tessa se acercó a Theodore, colocándole una mano en el hombro.
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Editado: 04.02.2025