—No sé cómo serán las cosas en tu país, Theo, pero aquí existe un único poder soberano, el nuestro. La familia Miranda somos los Altísimos Reyes de Adamas y todo el país está bajo nuestro cobijo. Sin embargo, somos un continente demasiado grande por lo que necesitamos ayuda para cuidar de todos los que se encuentren en las partes más lejanas a Estralar.
—Para eso, tenemos la ayuda de cuatro Reyes menores que nos sirven de apoyo. Los de los Bosques, los de las Costas este y oeste y los del Valle—hubo un ligero cambio de ánimo cuando Assilyn, muy digna y sabia explicó eso, pero no preguntó—. Ellos también tienen sus funciones clave. Dependiendo de la zona en la que se encuentren, manejan diversas actividades: Los Bosques nos proveen de madera y el Valle dan su agricultura además de que tienen la más grande granja de miel que se ha visto jamás en el mundo. Las Costas, tanto la del Este como la del Oeste, controlan la entrada y salida del país. Ellos manejan los puertos, los barcos mercantes, y vigilan que nadie indeseado cruce nuestras fronteras.
Theodore para nada se esperaba que lo llenaran de información en la primera noche, pero esperaba entender la urgencia conforme avanzaba la velada. Después de todo, el sol apenas estaba metiéndose. La noche era joven.
—Pero es Estralar, el Corazón, quién maneja realmente el comercio —continuó Aelyn, cruzándose de brazos—. El mercado de Estralar es uno de los más grandes e importantes del mundo. Comerciantes de todas partes llegan hasta aquí para vender sus productos o comprar los nuestros. Todo lo que circula o sale de Adamas, pasa antes por el Corazón.
—Tu territorio está en el reino de los Bosques pero no respondes ante ellos. En realidad, se supone que es una extensión de aquí aunque todos lo consideran como una tierra independiente—explicó Danell, apoyando los codos en la mesa.
Theo asintió, lo entendía. En Aurum había algo similar. Una delegación, le llamaban. Un pequeño pedazo de territorio que le pertenecía a otros países para que se sientan seguros en las tierras ajenas. Y el Sultanato de Cuprum la había implementado últimamente por petición del segundo príncipe, que contrajo matrimonio con una muy importante noble Silveriana. Theo recordaba que la gente susurraba entre interesada y aterrada por el hecho de que sus acompañantes fueran nada más y nada menos que un ejército de cinco mil soldados con armaduras y capas negras como el carbón. Para alojarlos a ellos era ese pedazo de tierra que hoy día, era un pequeño Silver dentro de Cuprum.
Nunca tuvo oportunidad de ver a la novia, pero se enteró después que era más hermosa de lo que los ojos humanos podían soportar, tanto que no existían palabras suficientes para describirla. Aún así, cinco mil soldados a su disposición le parecían una exageración.
—Sin embargo, lo que se dice sobre los Bosques no es del todo cierto —la voz de Danell se tornó baja, como si fuera un secreto que no debía ser pronunciado en voz alta—. La madera, es decir, todos piensan que su única función es proveernos de ella, pero en realidad son el corazón de nuestra industria más importante.
—¿Industria? —preguntó Theo, frunciendo el ceño.
—Las minas —susurró Aelyn, inclinándose ligeramente hacia él—. Por siglos se ha contado que Adamas posee magia y es gracias a ella que nacieron nuestras gemas, pero la verdad es que las extraemos del subsuelo de los Bosques. Están ocultas bajo la maleza, protegidas por la naturaleza misma.
—No solo piedras preciosas —agregó Assilyn, la tercera, con una sonrisa casi cómplice—. También hierro. Hierro para armas.
—Entonces…
—Exacto —confirmó Aelyn—. En las profundidades del bosque hay forjas ocultas, talleres donde se fabrican joyería, armas y armaduras. Adamas no es un reino de guerra, es verdad, pero sería ingenuo no estar preparados para una sabiendo que Silver es nuestra nación vecina.
—Aún más considerando que están en guerra estos días— comentó Aislinn, sus hermanos la miraron con sorpresa—. Escuché cuando hablaron con mi tío Terrelle… Una mujer le declaró la guerra al príncipe heredero del Sur y al mismo tiempo un Duque del Norte a ellos dos.
—¿Eso es verdad?
—Sí…Un golpe total. El Duque declaró que el trono de Silver está vacío y que ninguno de los otros tiene derecho legítimo. Tres reinos donde antes había uno —resumió Aelyn—. Tres ejércitos distintos. Y una guerra que cada semana parece cambiar de bando.
—Es por eso que nos urgía que llegaras, Theo. Sin un Maestro de Guerra no podemos hacer nada—dijo Danell—. Cuando el tío Terrelle murió, nuestras armas quedaron encerradas y el sello de las forjas solo reconoce a alguien de apellido Van Eck, por eso no puedo abrirlo yo.
—Y en tanto haya alguien con la sangre de Van Eck vivo, nosotras tampoco— Amaly sonaba casi fastidiada.
Theo tragó saliva.
—¿Creen que esa guerra nos alcanzará?
—No creemos —dijo Aelyn, con dureza—. Lo sabemos. En cuanto uno de ellos se quede sin recursos, mirarán hacia Adamas. Estamos desprotegidos, es por eso que necesitamos acelerar todo para que puedas abrir la maldita Caverna de nuevo.
—¿Qué es la Caverna?
—El almacén más grande de Adamas— le respondieron—, está escondido bajo la Fortaleza de Nellis. Nadie, fuera de la familia real y unos pocos elegidos, sabe de su existencia. Solo tiene una entrada y una salida. Dentro de Nellis está la puerta pequeña, por ella es donde se entra a la Caverna y se abre la puerta grande que es inaccesible por cualquier otro lado de la montaña.
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Editado: 28.07.2025