Valentina
Miré el reloj en la pared y vi que ya eran las tres de la mañana. Todo lo que había sucedido en las últimas horas comenzaba a pesar en mis hombros. La intensidad de la noche, la decisión de acabar con Cameron, y ahora el inminente regreso a Rusia llenaban mi mente. A pesar de todo, sentía una extraña calma; sabía que habíamos hecho lo necesario para proteger a nuestra familia.
Me volví hacia Demian, que seguía de pie, observando la sala con una mirada calculadora. Sabía que él también debía descansar, pues necesitaríamos nuestras fuerzas para lo que estaba por venir.
—Ven, Demian —le dije con un tono más suave—. Te llevaré a la habitación donde te quedarás esta noche.
Demian asintió, aceptando mi oferta sin decir una palabra. Caminamos juntos por el largo pasillo hacia la parte de la villa donde estaba la habitación de invitados. El cansancio empezaba a notarse en cada paso, pero había una sensación de alivio en el ambiente, como si el primer obstáculo ya hubiera sido superado.
—Gracias por todo esta noche, Demian —le dije cuando llegamos a la puerta de su habitación—. Sé que lo que viene no será fácil, pero estoy segura de que juntos lo enfrentaremos.
Demian me miró y asintió con una leve sonrisa.
—Sabes que siempre puedes contar conmigo, Valentina. Estaré listo para lo que sea —respondió antes de desaparecer en la habitación.
Volví sobre mis pasos, encontrándome con Fernando al final del pasillo. A pesar de todo lo que habíamos vivido, sus ojos seguían siendo un refugio de seguridad y fuerza. Sin decir nada, me tomó de la mano y caminamos juntos hacia nuestra habitación. El cansancio físico empezaba a arrastrarme, pero su presencia siempre lograba hacerme sentir más ligera.
Cuando llegamos a nuestra cama, me recosté con un suspiro profundo, dejando que el silencio de la noche me envolviera. Fernando se acostó a mi lado, su cuerpo cálido y familiar. Se acercó, abrazándome desde atrás, y su brazo pasó con suavidad sobre mi vientre, donde nuestros hijos estaban creciendo. El contacto de su mano me trajo una sensación de paz indescriptible.
—¿Estás bien? —preguntó en un susurro, su voz baja, como si temiera romper el frágil equilibrio de calma que habíamos logrado.
—Sí —respondí con una pequeña sonrisa, cerrando los ojos mientras sentía su mano acariciar mi barriga—. Todo estará bien. Ahora estamos juntos, y eso es lo que importa.
Fernando me apretó un poco más, sus dedos dibujando pequeños círculos en mi vientre. Era su forma de decirme que estaba allí, de reafirmar su amor y compromiso, sin necesidad de más palabras.
—Te amo, Valentina —murmuró, su aliento cálido contra mi cuello.
—Y yo a ti, Fernando —susurré de vuelta, sintiendo cómo el sueño empezaba a apoderarse de mí.
El cansancio finalmente me venció, y mientras me hundía en el sueño, lo último que sentí fue el latido constante de Fernando junto a mí y la seguridad de saber que, pase lo que pase, estaríamos juntos en cada paso del camino.
Desperté lentamente, sintiendo la calidez de la cama y el suave silencio que llenaba la habitación. Me moví un poco, estirando los brazos, pero algo me hizo detenerme de golpe. Fernando no estaba a mi lado. Mi mano encontró el espacio vacío en la cama, aún tibio, pero la falta de su presencia me hizo abrir los ojos de inmediato.
Miré alrededor de la habitación, esperando verlo en algún rincón, pero estaba sola. Volví la mirada al reloj en la mesa de noche y noté que ya casi era mediodía. Me levanté de la cama con rapidez, sintiendo una ligera punzada de alarma. No sabía cuánto tiempo había estado durmiendo, pero todo lo que había pasado la noche anterior aún pesaba en mi mente.
Caminé hacia el baño, decidida a comenzar el día y encontrar a Fernando. Me desnudé y dejé que el agua caliente de la ducha cayera sobre mí, limpiando no solo mi cuerpo, sino también la tensión acumulada. El agua me devolvía algo de calma, preparándome para lo que vendría. Sabía que debíamos organizar nuestra partida a Rusia, pero antes de eso, debía dejar claras algunas cosas en la oficina.
Después de secarme, me dirigí al armario y escogí un vestido sencillo pero elegante, en tonos claros. Sabía que pronto enfrentaríamos tiempos más oscuros, pero hoy quería mantener la ligereza en mi apariencia. Me vestí rápidamente, sintiendo cómo el tejido suave caía sobre mi piel, y luego salí de la habitación.
Bajé las escaleras con paso firme, buscando a Fernando o a alguien que pudiera informarme sobre su paradero. Al llegar a la sala principal, me encontré con uno de los guardias, quien me saludó con un leve movimiento de cabeza.
—¿Dónde está Fernando? —le pregunté, intentando no sonar demasiado preocupada.
El guardia me miró con seriedad antes de responder.
—Salió hace un rato, señorita Valentina. No dejó muchos detalles, solo mencionó que tenía algunos asuntos urgentes que atender. Pero no se preocupe, estará de vuelta pronto.
Fruncí el ceño. Sabía que Fernando era muy reservado con ciertos temas, pero la situación era diferente ahora. No me gustaba la idea de que estuviera afuera sin informarme, especialmente después de lo ocurrido con Cameron.
—Está bien —respondí, intentando mantener la calma—. Preparen un auto, necesito ir a la oficina.
El guardia asintió inmediatamente y se puso en marcha para organizarlo todo. Mientras lo hacía, mi mente ya estaba enfocada en lo que debía hacer. No podía dejar que mis responsabilidades en la empresa quedaran desatendidas, pero también tenía que hacerles saber que estaría fuera por un tiempo. La seguridad y los asuntos familiares ahora eran lo más importante.
Cuando el auto estuvo listo, salí de la villa, asegurándome de que los guardaespaldas me siguieran de cerca. Mientras el coche se deslizaba por las calles hacia la oficina, sentía cómo se acercaba un nuevo capítulo en nuestras vidas. Y aunque la incertidumbre pesaba, sabía que estaba lista para enfrentar lo que fuera necesario.
Editado: 28.11.2024