Reina Efímera

¡Mis hermanas!

 

Mi sueño fue profundo y con un descanso reparador. Abrí mis ojos lentamente, estaba acostada sobre un tapete tejido con cintos dorados. Lo primero que vi fue que, a la distancia Jon sostenía su espada haciendo movimientos veloces y asombrosos con su mano. Nigromante no se veía a mi alcance.

—¡Buenos días!

Pegué un brinco, Nigromante estaba recostado a mi lado.

—¿Qué tal tu sueño?

—Muy bueno, gracias.

Sus ojos cenizos se posaban en los míos. Nigromante tenía medio recogido el cabello, los mechones le llegaban a su pecho fornido.

—Tu canto a la luna a noche fue dotado de hermosura…

Sonreía apenada.

—No lo entendí hasta que Jon hizo una plegaria.

—Eres muy perspicaz, tienes la capacidad de comprender sin necesidad de muchas palabras. 

Al ver su gentileza, preferí seguir en la conversación.

—Nigromante, ¿lo de anoche fue magia, o en verdad estábamos en ese lugar?

—¿Tú que crees?

—Un poco de ambos.

Sonrió.

—Te lo dije, eres muy inteligente.  Tu respuesta es correcta.

Me sentí alagada pero no lo tenía del todo claro.

—¿Ambas?

—Es normal que haya tendencia a dudar. Tú lo sentiste real, pero no concibes que lo haya sido por el hecho de que no te transportaste por sí misma hasta ese lugar, pero estuviste allí. Antes que cuerpo fuiste energía. No le tengas miedo.

Corroboró lo que había pensado.

—¿Cuál es la diferencia entre la magia que usa alguien bueno o alguien malo?

—La intención es la única diferencia. La naturaleza y sus secretos no tienen un lado, ni bueno, ni malo; quien los busca les pone nombre y un lado. Algunos lo buscan con intención de obtener sabiduría, o cercanía con el Creador, otros por el simple goce de ser más poderosos que los demás, y unos más con el deseo de aprender para conocer la verdad. Cualquier deseo puede ser válido menos el de controlar la voluntad, el corazón y sus decisiones.

Me animó mucho su explicación.

—¿Entonces puedo aprender magia?

Una cierta parte mía se sentía atraída a aquello a pesar de la negación rotunda de Jon.

—No es necesario, ella ya te acompaña.

No comprendí nada, siendo honesta. Estaba segura que nada tenía que ver lo que me decía. 

—¿Cómo es posible? Sabes, mi padre siempre me ha dicho que es algo peligroso, algo que no se puede dominar, menos usar con prudencia, siempre pensé que los hechiceros o brujas eran personas muy dañinas que hacían pactos con el demonio.

Hizo un gesto muy particular.

—Bueno, lo que te ha dicho tu padre en parte es verdad. La verdadera magia está en el corazón de cada ser vivo, no hay poder más grande que un corazón lleno de fe. El secreto para conocer cualquier poder oculto comienza con el dominio en sí mismo, quien lo logre y escuche a su corazón podrá conocer un mundo oculto que por fin despertará. Pero aquellos que buscan eso con la ayuda del mal, pues ese será el resultado, algo malo.

Me quedé sin palabras. Alcé la vista y observé a Jon envainar su espada yendo hacia nosotros. 

—Princesa, que bien ya despertó. Debe comer algo antes que sigamos con nuestro camino.

Su saludo fue amistoso, pero siempre con esa serenidad y seriedad que solamente él podía poseer. Se pasó al lado yendo a la dirección donde estaban los caballos. Lo seguí con la vista, hasta que vi a Nigromante a mi lado, observándolo como lo hacía yo. En cuanto se chocaron nuestras miradas sonreímos.

—¿Tiendes a hablar dormida no es así?

Mi sonrisa se marchitó. Me alarmó su pregunta.

—No, no lo sabía.

Sonrió ampliamente.

—Ahora lo sabes. 

Se puso de pie, hice lo mismo de inmediato.

—¡Dios mío! ¡No! ¿Qué dije?

Me sentí muy avergonzada. Nigromante trataba de contener la mucha risa que le provocaba mi estupor.

—No dices palabras entendibles, posiblemente no lo dije bien, balbuceas.

No me gustó mucho su aclaración, me tranquilizó un poco, quizá esa era su intención: calmarme.

—¡Ay no! ¡Qué mal! Espero que sea cierto.

—Descuida. Jon ya está acostumbrado.

Mis mejías me ardían. ¿Qué cosas decía dormida? ¿Y Jon acostumbrado a mi desorden emocional? 

Nigromante sonreía abiertamente, me pasó algunos frutos. Se los recibí tratando de no mostrar lo que me causaba imaginar a Jon oyendo mis tontadas. 

—No es algo que deba preocuparte —Susurró al ver mi cara de espanto.

 Nigromante se quedó a mi lado comiendo también. No tuve más que comer varios frutos, me pasó una alforja, de la cual me bebí toda el agua, quizá del susto.




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