Somos parte de la misma esencia
Desde hace mucho tiempo me he preguntado qué significa la magia para un ser humano. Algunos la buscan raramente en rituales llamativos, pensando que ahí la encontrarán, pero he sido testigo que lo único que sacan en su mayoría de veces es llamar energías que no pueden entender menos aun controlar.
Otros sin estar debidamente preparados en tradiciones ajenas que no son más que conocimientos heredados; prácticas e invocaciones mal orientadas, hallan la mayoría de las veces un sentido equivocado al clamar seres ajenos a su comprensión.
La presencia de esos seres son siempre la muestra de la ínfima categoría de la fuerza oscura, la cual por sus moradores está destinada a llevar a la perdición a cualquiera que intente enredarse con sus astutas habilidades.
La energía sagrada u oculta a la cual erradamente se le conoce como magia no puede dominarse, ni controlarse, es el rendimiento de la insondable energía que se manifiesta en toda la Creación.
Somos parte de la misma esencia; del mismo fruto de esa energía o fuerza propulsora de vida que, incluso con el caos ha inducido a que el todo sea visible, y parte de ello también invisible.
Quienes pueden atraer ese poder o fuerza, y ser favorecidos, son aquellos a quienes esa misma insondable y misteriosa energía elige.
Nunca he tenido un aprendiz ni la necesidad de uno, me había convertido en un maestro sin saberlo. Conozco su lealtad, en él es un don del Creador. No hay nada oculto de mí a sus ojos, y lo mismo me ocurre cuando lo miro, Jon es transparente.
Después de tanto, fue un verdadero acierto del destino que nos volviéramos a encontrar frente a frente. A pesar del paso del tiempo mantengo la lucidez de recordarlo tal como solía ser, Jon siempre fue un tipo muy maduro y responsable. Nunca quiso practicar algún rito o encantamiento, siempre se sintió indigno y se negó; para él intentarlo era jugar con algo lejano a su comprensión y dominio.
Ahora sé que está lleno de experiencias, su mirada detalla el transcurrir de los años, ha aprendido a convivir obligatoriamente con muchos de los secretos que guarda el universo y sé que mantiene la agudeza necesaria para coexistir con todo eso sin abandonar su fe, lo menciono porque es perceptible para mí que su cuerpo mantiene muchos enlaces con el mundo invisible o sobrenatural. Jon pisa la tierra y se mueve con los vivos, ocultando la naturaleza de la cual forzosamente es parte.
Y al encontrar comodidad con el aislamiento y la abstinencia, tarde o temprano le llegaría algo inevitable, se encontró con algo que, a cualquier amante de los preceptos, normas y el orden le sacuden absolutamente todo lo conocido: tentación. Una doncella había logrado vejar su buen criterio y juicio, invitando a su corazón perdido en el tiempo a tomar calor y energía.
Jon se había convertido en un custodio leal y eterno del Reino que tanto él como sus padres estimaron y atesoraron. Por ende, su afecto e interés por proteger a la Princesa de Halvard no podía ser menor.
Lo hallé pensativo y recluido, recostado en las rejas de uno de los fríos calabozos del castillo.
—¿Estás bien?
Los dos seguíamos con el taparrabo. Pocas veces lo había visto tan descubierto. Asintió con la cabeza, sin darme la vista. A mi parecer, todo seguía idéntico en él, excepto ese labio roto y esa mirada llena de desconcierto.
Con esa discreción y seriedad que lo han caracterizado, intentaba evadirme y ocultarme la gama de emociones que suscitaron al tratar con inmediación a la Princesa. Si bien Jon no poseía grilletes, ni cadenas atrapándolo, lo notaba cautivo de cierto modo. Toda esa libertad de la cual ya estaba acostumbrado a sobrellevar parecía abandonarle. Su intachable honor seguía siendo indestructible, una vez más había cumplido con su palabra, aunque muy dentro de sí, sabía que deseaba con todas sus fuerzas lanzar esa integridad, todo ese orgullo de ser un caballero templado por la ventana.
Su expresión se endureció al contemplarme en silencio y observándole capciosamente.
—No empieces.
Me hizo gracia darme cuenta de su tedio al sublevarlo sin que fuera necesario hacerlo tan obviamente.
—¿Olvidaste que mucho de lo que piensas ya lo sé?
Tenía los hombros rígidos, y la mirada tensa.
—Desde luego que lo sé.
—Entonces, ¿qué pretendes ocultar?
Su estado de ánimo introvertido se tornó tormentoso.
—Nigromante, ves todo de un modo diferente. La vida humana es muy corta a pesar que se acumulen los años para la vejez. Aunque ella no lo entienda ahora, sé que he optado por lo mejor. No permitiré que desperdicie su vida en cosas absurdas. Descenderé a mi oscuridad y lo haré felizmente sabiendo que ella está donde debe.
Con honorabilidad encubría la dificultad que le producía tener que aceptar una despedida tradicional entre ambos. Una chiquilla engreída, así como él le llamaba había cautivado algo más que su atención.
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Editado: 22.07.2021