San valentín a tu lado

T R E S

Xavier quedó paralizado al sentir el agua fría calando su piel, un shock repentino que lo hizo jadear. Mientras tanto, Lydia apenas podía contener las ganas de reír al ver la expresión de sorpresa en su acompañante, cuya compostura se desmoronó en un instante.

El responsable del accidente, un joven torpe que, sin querer, lo había empujado hacia la fuente, no dejaba de disculparse, apenado, al igual que su novia, que insistía en recalcar lo despistado que era él. Xavier, empapado hasta los huesos, con el cabello goteando y la chaqueta empapada, solo suspiró, dejando escapar una leve sonrisa antes de despachar sus disculpas con un gesto despreocupado.

—No pasa nada —dijo con voz grave, más tranquilo de lo que Lydia habría imaginado. Luego miró a la pareja con una expresión de paciencia—. La próxima vez, traten de mirar dónde caminan.

Lydia se contuvo un segundo antes de soltar una pequeña risa. El desorden y la sorpresa del momento solo hacían que todo fuera aún más irreal.

Con rapidez, extendió la mano para ayudarlo a salir. Su sonrisa divertida se amplió, pero de pronto, su gesto juguetón se congeló al sentir la piel helada de Xavier rozando la suya. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, y sus ojos se encontraron brevemente con los de él, antes de que ella centrara toda su atención en ayudarlo a salir de la fuente.

Xavier la miró con una mezcla de diversión y agradecimiento mientras se sujetaba de su mano, y cuando finalmente emergió del agua, se quitó el saco con un movimiento elegante. La tela de su camisa blanca, mojada por completo, se pegó a su torso, delineando cada músculo con una precisión que hacía que Lydia tuviera dificultades para recordar cómo respirar.

Lydia tragó con fuerza, los latidos de su corazón aumentaron al notar la forma en que su abdomen se marcaba bajo la tela mojada. Intentó mirar cualquier cosa que pudiera distraerla, incluso el ramo de rosas que aún sostenía en la mano, pero no hubo nada que pudiera desviar su mente de la imagen tentadora que tenía frente a ella. Cada detalle de él, cada movimiento, parecía intensificarse con el agua cayendo en su rostro y hombros.

Xavier, aparentemente ajeno a la tensión en el aire, se pasó una mano por el cabello, sacudiendo el exceso de agua, antes de fijarse en ella con una leve sonrisa.

—¿Encontraste algo agradable? —preguntó, la pregunta la tomó completamente por sorpresa.

La forma en que lo dijo, suave y desinteresada, hizo que Lydia se sonrojara. Por un segundo, no supo si se refería a su mirada distraída o si lo que realmente quería saber era si su comportamiento casual podía descolocarla aún más.

—¿Agradable? —repitió, su voz titubeante antes de aclararse rápidamente—. No, nada que valga la pena… solo... —Y antes de que pudiera pensar en una respuesta coherente, la risa nerviosa que había estado conteniendo estalló sin previo aviso.

Xavier la miró, desconcertado, pero también divertido. Se acercó un paso más, mirando su expresión con una curiosidad que aumentaba la intensidad del momento. La cercanía de su cuerpo mojado, junto con esa sonrisa, dejaba claro que no era solo el agua la que los empapaba.

Lydia sintió un calor repentino en su rostro, pero no era timidez. Era algo mucho más complicado. Algo mucho más tentador. Y por un instante, no pudo evitar imaginarse lo que pasaría si Xavier estuviera tan cerca, tan accesible, si pudiera tocarlo, saborearlo, sentirlo de una manera que no debería.

Sacudió la cabeza rápidamente, como si pudiera quitarse esos pensamientos a la fuerza, y carraspeó, intentando que su voz sonara algo más controlada.

—¿Buscamos algo para que te seques? —preguntó, con la intención de mantener la conversación ligera.

Xavier no respondió de inmediato. En lugar de eso, le dedicó una sonrisa cargada de algo que hizo que su pecho latiera con más rapidez de la que debería. Un destello en sus ojos, y una leve curvatura en los labios que hizo que su corazón y… bueno, su cuerpo entero, se sacudieran.

¡Dios mío! ¿Qué le estaba pasando?

Protégeme, Señor.

Pensó con desesperación.

No dejes que caiga en la tentación… Mira que fui a la iglesia la semana pasada. Aunque… Señor, ten piedad.

—¿Tienes frío? —preguntó Xavier, observando el rubor que aún manchaba sus mejillas.

Lydia negó con rapidez, y aunque trató de mantener la compostura, la sonrisa traviesa de Xavier solo hizo que su rubor se profundizara.

Estaba claro que él se divertía.

Caminaron en silencio, sin encontrar un lugar adecuado donde Xavier pudiera secarse, y al final, él suspiró con una falsa resignación.

—¿Te importaría terminar la velada en mi casa? —preguntó, casi sin pensarlo, como si fuera lo más natural del mundo.

Lydia se quedó en silencio por un momento, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. La pregunta le había sacado de balance, pero también le había provocado un torbellino de pensamientos. En su mente, empezaron a surgir dos imágenes completamente opuestas: en una, Xavier resultaba ser un asesino serial, y el momento que acababan de vivir era solo el preludio de su final; en la otra, la imagen era mucho más… tentadora. Xavier la empujaba contra la pared, arrastrándola a una pasión desenfrenada que la hacía temer perder el control.

Pero lo más confuso era que la segunda opción, la que su mente intentaba negar, era la que realmente la tentaba. Era la que hacía que su cuerpo respondiera de una manera que no podía ignorar.

Pero, ¿y si no sabe moverse bien en la cama?

Pensó, dudando por un segundo. Aunque también cabía la posibilidad de que, a pesar de su físico impresionante, Xavier no supiera mover bien las caderas.

Suspiró pesadamente, sintiendo la necesidad de encontrar una respuesta, aunque no estuviera segura de cuál sería la correcta.

Se sonrojó de inmediato, pero no por timidez, sino porque sí, sí que encontraba algo agradable. Y si lo tocaba… si lo lamía… si lo mordía… Ufff. Eso sí que sería agradable.




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