Lydia despertó en la penumbra, sintiendo un brazo fuerte ceñido a su cintura y un pecho firme como la roca acoplándose perfectamente a su espalda. Inspiró profundamente, impregnándose del aroma de Xavier, y de inmediato su mente evocó las últimas y, sin duda, mejores horas de todo el año. Una sonrisa tiró de sus labios, pero la realidad la golpeó con la misma fuerza con la que la ilusión de Cenicienta se desvanecía al llegar la medianoche. La magia había terminado.
Con sumo cuidado, deslizó el brazo que la retenía y, más sigilosa que un espía, se deslizó fuera de la cama. Recogió sus pertenencias y dejó que sus ojos se acostumbraran a la escasa luz que entraba por la ventana. La tenue claridad de la luna apenas iluminaba la figura de Xavier, quien dormía plácidamente, ajeno a su partida. Se veía espléndido, tan irresistible que Lydia sintió la tentación de regresar a su lado, de entregarse una vez más al calor de sus brazos y a la intensidad de lo que habían compartido. Pero no podía permitírselo. Aquello no era más que un encuentro fugaz, una cita a ciegas convertida en un instante inolvidable. Solo le quedaba atesorar el recuerdo y regresar a la realidad.
Lanzándole una última mirada al hombre dormido, salió de la habitación con la misma discreción con la que había llegado. Revisó minuciosamente que no dejaba nada atrás y, sin una sola vacilación, tomó su teléfono y llamó a un taxi. Aun con el aroma de Xavier impregnado en su piel, resistió la tentación de mirar atrás.
Subió al vehículo y, mientras la ciudad dormía a su alrededor, se convenció de que era lo mejor. No volvería a verlo más que en revistas o en televisión. Xavier, al despertar, seguramente ni recordaría quién había sido ella.
Las rosas en sus manos arrancaron una sonrisa de sus labios. Por primera vez, el mundo le había dado algo hermoso para recordar.
Al llegar a casa, se dejó caer sobre la cama, agotada y satisfecha, pero con una punzada de melancolía. La idea de que su vida solo hubiese sido emocionante por una noche la llenaba de decepción.
*****
Xavier despertó buscando instintivamente la calidez del cuerpo que había compartido su cama la noche anterior, pero solo encontró la frialdad de la mañana. Frunció el ceño y abrió los ojos, su mente todavía nublada por el sueño. Extendió la mano, esperando encontrar a Lydia, pero su lado de la cama estaba vacío.
Se incorporó de inmediato, el desconcierto instalándose en su pecho. ¿Se había marchado sin despedirse? Caminó descalzo hasta el baño, pero allí tampoco estaba. Bajó las escaleras con rapidez, su mirada recorriendo el salón en busca de su silueta, de su risa, de cualquier rastro de su presencia. Nada.
Llegó a la cocina y, si no fuera por la copa de vino aún sobre la mesa y la leve marca de lápiz labial en el borde, podría haber pensado que todo había sido un sueño, una ilusión febril creada por su mente. Pero no, ella había estado allí. La sensación de su piel contra la suya, la dulzura de su voz, el fuego de sus besos… todo había sido real.
Suspiró con resignación, apoyándose en la encimera mientras la realidad se imponía con una certeza demoledora. La burbuja en la que había vivido esas horas con Lydia se había roto. No quedaba nada: ni un número, ni una dirección, ni una nota. Solo el recuerdo de la mejor noche de su vida.
Un 15 de febrero nunca le había parecido tan amargo.
Al día siguiente, el 16 de febrero, buscó a su primo, la única conexión que tenía con ella. Quiso conseguir alguna pista, algo que lo llevara hasta Lydia. Pero su perfil en la aplicación de citas había sido eliminado. Y todo lo que él sabía de ella era su nombre. Solo eso.
Frustrado, intentó encontrarla por sus propios medios, pero Lydia resultó ser un nombre demasiado común en un mundo demasiado grande. No había pistas, ni rastros, ni señales. Solo el eco de una noche perfecta que ahora parecía inalcanzable.
Las semanas pasaron, seguidas de los meses, y aunque la vida siguió su curso, ni Xavier ni Lydia pudieron olvidar aquel 14 de febrero. Recordaban las risas, la música, el baile, las miradas furtivas cargadas de deseo y ternura. Recordaban la forma en que sus cuerpos encajaban, la suavidad con la que se trataron, la conexión inesperada que habían compartido.
Lydia, por su parte, retomó su rutina sin mirar atrás. Su vida estaba llena de cuentas por pagar, largas jornadas de trabajo y la sensación constante de agotamiento. Apenas tenía tiempo para su familia o sus amigas. Y aunque muchas veces estuvo tentada de contarles sobre aquella noche, nunca lo hizo. Prefirió guardarlo como un secreto, un recuerdo intacto que solo pertenecía a ella… y a él.
Pero no podía evitarlo.
Lydia no se perdía ni una sola de las entrevistas de Xavier. A veces se preguntaba si aquel 14 de febrero había sido solo un sueño, una fantasía demasiado perfecta para haber ocurrido de verdad. Pero no, había sucedido. Lo sabía porque aún podía recordar la calidez de su piel, la intensidad de sus labios y la firmeza de sus músculos rodeándola. Y, sobre todo, porque aún veía con claridad aquella sonrisa pícara que él le dedicó durante toda la noche.
Lo veía en la televisión, en revistas, en redes sociales. Su nombre brillaba más que nunca. Xavier Vaughn, el actor en ascenso, el rompecorazones de la industria, el hombre con el que había compartido la noche más apasionante de su vida.
—Lydia, ¿estás bien?
Su supervisora la sacó de golpe de su ensimismamiento. Lydia parpadeó y le regaló una sonrisa rápida, intentando disimular su distracción.
—Sí, solo estaba…
—Deja de hacerte la tonta, hay mesas que atender.
Lydia apretó los dientes, dibujando una sonrisa tensa en sus labios. Quiso replicar, pero el dinero era bueno y no podía arriesgarse a perderlo. Así que simplemente asintió y retomó su trabajo.
Sus piernas le dolían de tanto caminar de un lado a otro. Aguantaba órdenes secas, clientes groseros y comentarios desagradables. Muchas veces sintió la tentación de escupir en la comida de alguno de ellos, pero su supervisora la observaba con cada maldito paso que daba.
#1547 en Novela romántica
#513 en Otros
#90 en Relatos cortos
seducción deseo y erotismo, famoso modelo y chica no famosa, amor atracción química
Editado: 13.02.2025