Sangre vamphyr

Capítulo 10

París, Francia

Sarah siguió a Marie —la secretaria de Alexander— por los largos pasillos y por el elevador que las llevó tres pisos arriba. A lo largo de varias puertas y algunos pasillos más, por fin llegaron a un cuarto en el que en la puerta se traducía «Corrección y Revisión». Marie abrió la puerta y le permitió el paso a Sarah, enseguida la condujo a través de varios cubículos hasta que llegó a uno en especial, contiguo a uno en donde una mujer rubia de penetrantes ojos verdes trabajaba en un escrito que tenía en sus manos de seda.

Bonjour, Christine —saludó Marie a la muchacha.

—Marie —respondió ella con una suave sonrisa carmesí—. ¿Quién es ella? —preguntó mirando a la chica a su lado.

—Sarah Tydén, ella trabajará contigo en el área —se acercó a ella y susurró a su oído—. Órdenes de Monsieur Wetherby.

Al alejarse, Christine le dio una mirada rápida a Sarah tratando de analizarla, cuando concluyó le lanzó una sonrisa afable y le pidió sentarse junto a ella. Marie le dijo a Christine que Sarah sería su subordinada mientras aprendía a realizar las cosas correctamente.

El escritorio mantenía un orden pulcro que podía decirse que, al más mínimo detalle que arruinara la armonía tenía que ser arreglado inmediatamente o de lo contrario cualquier cosa que estuviese haciendo sería un desastre contundente… Era la ideología de Christine, porque simplemente era obsesiva.

—¿Con qué eres nueva, Sarah? —levantó una ceja. Sarah asintió—. Pues aquí se hace lo que yo digo cuando lo digo sino quieres terminar en la calle.

El silencio reinó durante algunos segundos en los que la incomodidad se apoderó de la inglesa. Con una sonrisa en su bello rostro, Christine dijo:

—¡Es broma! —rio—. Solo un juego, quita esa cara, pareces un muerto.

—Ya sabía que bromeabas. Solo te seguía el juego.

—No es verdad.

—Cierto.

Ambas rieron.

—¿Qué debo hacer? —preguntó Sarah limpiándose una lágrima imaginaria.

—Ese escritorio será tuyo —señaló con un bolígrafo una mesa de caoba oscura a su lado—. ¿Ves esa pila de papeles? —ella asintió—. Bien, lo que tienes que hacer es leer, y encontrar errores de gramática, sintaxis, ortográficos, etcétera, etcétera, etcétera. Luego debes transcribirlos sin modificar el estilo narrativo del escritor; una vez cumplido debes enviarme el documento para que lo mande al siguiente departamento y le revisen una vez más. ¿Comprendido y procesado?

—Sip.

—Bien, a trabajar —Sarah asintió y caminó hacia su escritorio nuevo. Al sentarse, Christine habló por última vez—. Por cierto, creo que tú y yo seremos buenas amigas —sonrió.

Marcaron las seis de la tarde cuando el turno de Sarah concluyó. Las órdenes del presidente eran estrictas, el horario era exactamente de ocho horas, ni un minuto más ni uno menos. Sarah comenzaba a trabajar a las diez de la mañana y concluía a las seis de la tarde.

Al salir de Lagardère Livre, Sarah tomó un taxi hacia su departamento, se sentía cansada a pesar de haber sido su primer día de trabajo. Aunque le fascinaba el mundo editorial no podía dejar de pensar en su viaje a Bran con Jesper, así que tomó su teléfono celular y le envió un mensaje que fue respondido a los cinco minutos:

1 Nuevo mensaje

Recibido a las 18:15 p.m.

Hablaremos de eso cuando estemos en París contigo.

Te extraño más de lo que Abraham lo hace.

Espero pastel de queso en la boda.

Jesper.

 

Ella sonrió al terminar de leer. Por un momento había creído que su pelea absurda iba a oponerse a sus planes de compromiso con Jesper, pero al parecer las peleas formaban parte de las relaciones amorosas y eso la hacía sentir dichosa. Además, el pastel de queso era el favorito de su prometido así que no podía faltar ese pequeño detalle.

Cerró los ojos mientras el chofer continuaba el camino por las bellas y concurridas calles parisinas.

× × ×

Cecilia Dubois, una mujer rubia de cabello lacio y corto esperaba impacientemente afuera del Moulin Rouge. Ella se caracterizaba por ser una mujer fuerte, intolerante y sobre todo una especialista en su trabajo. Cecilia Dubois era conocida por ser la mejor cazadora de vampiros que Francia ha conocido, o al menos el mundo sobrenatural. No había existido criatura nocturna capaz de llamarse «su rival», hasta que aparecieron los hermanos Báthory.

Durante varios años se dedicó a buscar y cazar vampiros con el poder que uno de los antiguos maestros le había concedido en el momento de su iniciación en la «Hermandad de la Luz», una secta de cazadores cuya misión es terminar con la plaga vampírica; cuyos miembros eran marcados por una cruz incandescente detrás del hombro izquierdo.

Con las manos en su abrigo, ella entrecerró los ojos buscando a alguien en específico, hasta que un hombre salió del Moulin Rouge y tomó dirección hacia el este. La actitud sospechosa del hombre le hizo seguirle a una distancia considerable para que no sintiera su presencia. A través de calles concurridas y maniobras evasivas que el sujeto trataba de llevar a cabo, logró dar con un callejón oscuro en el que entró. Inmediatamente ella le siguió con sus manos aún en sus bolsillos, aferrándose a algo.




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