Soy La Amante

Mi tóxico error

Salí de la ducha y me vestí con mi pijama favorita, caminé a la cocina y me serví una copa de vino. Mientras lo hacía me dirigí hacia el sofa blanco que tenia en mi sala, me senté casi lanzandome sobre el y suspire. Mi semana había sido tan desastrosa como mi vida en ese momento. Cerré mis ojos y solo veía su imagen, su estúpida sonrisa que me enamoró instantaneamente. En ese mismo instante fui interrumpida por el timbre de mi departamento. Tras varios segundos, y varios intentos desesperados de la persona que llamaba por fuera, me levanté y me acerqué a la puerta. 

Con desanimo la abrí, y ahí estaba él. Si, aquel hombre que había convertido mi vida sencilla y tranquila, en un huracan de malas decisiones, y mala suerte. Me encontraba frente al culpable de que mi vida fuera un desastre en ese momento. Pero claro, no todo era su culpa, yo sé lo permití. Le dí el poder de destruirme por amor, le otorgue todas las armas para que las disparara cuando quisiera, o cuando ya no me quisiera. 

No me culpen, Luciano es un hombre que te conquista con la mirada, alguien inteligente, elegante y con criterio, conoce muchos lugares del mundo y es un excelente conversador, una de las cualidades que me conquistó.

Aún recuerdo la noche que nos conocimos como si fuera ayer y no hace cinco años. Tenía 18 años, y por casi obligación me reuní esa noche con mis amigas en un lugar para bailar y divertirnos antes de que tuvieramos que despedirnos de la secundaria. Recuerdo que esa noche use un vestido negro de mi hermana para asi lucir mayor y no tener problemas con la seguridad del lugar, mi mejor amiga de aquel entonces Susana, me recogió y fuimos juntas al lugar en el auto de su novio, quien era mayor a nosotras con un año. 

Llegamos al lugar y nos encontramos con el resto del grupo, eramos 4 mujeres, de las cuales solo yo estaba sola. En aquella edad, creemos que lo más importante del mundo es encontrar el amor, solo que no sabemos que en la vida hay más por ver y conocer, en especial el conocernos a nosotros mismos. Probablemente por esa razón, abrí mi corazón al primer galan que me dijo lo que deseaba escuchar. 

Mis amigas fueron invitadas a bailar por sus parejas, mientras yo me quedé en nuestra mesa con una cerveza en la mano, observando el lugar detenidamente, la pista de baile, y a las demás personas sentadas en las mesas a mi alrededor. Fui interrumpida por una voz gruesa, que dirigiendosé a mi, dijo: 

- Alguien tan bonita, no debería estar sola

-Si esa es tu forma de conquistarme, pierdes tu tiempo- le respondí mirándolo sarcásticamente.

-Entonces no eres buena bailarina- continúo riendo, mientras me extendía su mano y me invitaba a bailar con un gesto señalando la pista de baile.

Permanecí callada, lo miré y por primera vez en mi corta vida, me arriesgué sin saber que probablemente cometia un error, el peor error de mi vida. Tomé su mano y casi inmediatamente empezamos a bailar. Me dejé llevar por sus pasos, y por su carisma al bailar, no pudimos parar de hacerlo hasta que llegó el momento de irnos. En aquel entonces Luciano Torres tenía 25 años por lo cual el podía permanecer hasta la hora que quisiera mientras que nosotras debiamos regresar antes de las 2am. Me despedi de él y corrí detrás de mis amigas quienes ya algo mareadas, me dejaban atrás. 

Esperamos unos minutos a que Jorge, el novio de mi amiga nos regresara a ver, ya que había estacionado el auto demasiado lejos como para que en nuestro estado caminaramos con él. Fue en ese momento cuando Luciano aprovecho para volver a acercarse a mi y pedirme mi número. Me negué, sin embargo, Susana no espero una segunda peticíon y tomó su celular para buscar mi número, pero en el fondo yo esperaba que él tomara esa oportunidad para mantenerse en contacto conmigo.

Al llegar a casa, recibí su mensaje deseandome dulces sueños, y desde aquel mensaje no volvimos a separarnos, hasta ahora. Pero si lo pienso creo que a veces las cosas suceden de formas extrañas, conocemos personas y perdemos a las mismas, por razones que solo la vida conoce. Quizá si no hubiera ido aquella noche, mi vida no sería el desastre que es, quizá hubiera conocido a un hombre que si valiera todo lo que le di a un hombre que no ha hecho nada más que decir que me ama, pero actuar como si me odiara, como si su felicidad dependiera de mi infelicidad.

 

Tenía frente a mí la copa de vino, sentada en el sofá donde muchas veces él me abrazo y me besó. Mis lagrimas no dejaban de caer, bebía desesperadamente cada sorbo de aquella copa de vino tinto que tenía en mi mano, llena de rabia, de dolor, de angustia, de decepción.  

Después de escuchar el timbre y sentir la desesperación de quien tocaba, limpié mi cara con mis manos y me dirigí a la puerta sin imaginar que seria él quien estaba parado frente a mi. Despúes de siete meses de haberme alejado de él, siete meses que han sido eternos y dolorosos, pero que fueron mi mejor decision despúes de cinco años de estar junto a alguien que no me amaba, sin embargo, cuando lo vi, sentí mi corazón explotar no solo de amor, porque lo amaba definitivamente sino de dolor por todas las mentiras, por todas las promesas falsas que me hacia sin sentir ni un poco de remordimiento.

- ¿Qué haces aquí? - le pregunté aguantando mis lagrimas

- Tenemos que hablar.

Lo miré detenidamente por un par de minutos, en mi mente reviví toda nuestra historia. Los hermosos momentos que me había regalado después de cinco años de haberle entregado amor, el que creí que existía entre nosotros. Lentamente me hice a un lado, permitiéndole entrar a mi departamento.

-Lo que tengas que decir, dilo rápido

-Perdóname, tú sabes que te amo-dijo mientras se acercaba a mí 

-Es mejor que te vayas- le dije al sentir su cuerpo cerca del mío diciendo esas palabras.

-Clara, no nos hagas esto. – replicó tomando mis manos lentamente




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