• MADRID, ESPAÑA •

ALEXANDER
– Haz cruzado la línea está vez –le digo con enojo–. Esto es un fracaso absoluto
– Perdón, jefe –dice con la mirada gacha–. ¡No volverá a ocurrir lo prometo!
– ¿Cuántas veces más vas a prometer eso? ¡Eres un incompetente! –le gritó–. ¡Estás despedido!
Así es el mundo de los negocios y el trabajo empresarial, sino te sirve lo desechas. Estoy cansado de gente que no sabe hacer las cosas bien. ¡No permitiré que mí empresa decaiga por culpa suya!.
– Eres muy cruel con eso –dice Emiliano–. Deberías ser más comprensible
Miro a mí mejor amigo con sorpresa, sabe cómo es esto, como soy yo como me gusta que se hagan las cosas.
– Emiliano, sabes cómo es eso –le digo sentándome en mí sillon–. Esto ya no lo aguanto
– Porque eres un amargado, Alex –me dice–. No esperes perfección de las personas
– Solo espero un trabajo que tenga el efectividad en la empresa –digo frustrado–. Allá afuera hay millares de tiburones esperando a que falle en algo
– Wow... Acabo de escuchar a Máximo Wayne –dice en tono burlón–. ¿Que hace tu padre aquí?.
– ¡Basta, Emiliano! –le digo–. No me compares con mí padre
– Okey, no lo haré –trata de calmarme–. Yo no quiero decirte nada pero allá hay una botella de whisky
– No tengo ganas de beber –digo–. Quiero terminar con este trabajo que me tiene tenso
– De acuerdo, te dejo solo. Nos vemos, tío Max –sale corriendo
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ATENAS, GRECIA
CELESTE
– ¡Buenos días, señora Park! –le gritó a la panadera
– Buenos días, mí cielo –me responde con una sonrisa– ¿Cómo está tu madre?
– Mejorando, gracias... –corro al campo de flores
Llego a mí trabajo, un campo de flores privilegiado de Atenas, aquí cuido de las flores. Jamás dejamos que alguien las corte o maltrate, sino tendrá una multa.
– ¡Hasta que llegas, Celes! –dice Annia– Agradece que logré decirle a jefa que te tardaste
– Gracias, Annia. Te debo una, es que mamá se olvidó de tomar el medicamento –suspiro cansada–. Se me está haciendo imposible cuidarla
– Podrías contratar a alguien que la cuide –me dice–. Quizás así se te sea más fácil
– De verdad quisiera eso, amiga –le digo decepcionada–. Es que con el poco dinero que ganó no podré pagar una
– ¡CHICAS DEJEN DE HABLAR! –grita nuestra jefa–. Vayan a trabajar
Suspirando nos dirigimos a cuidar las flores, desde que mí madre fue diagnosticada con esquizofrenia paranoide y alzheimer se me complico la vida.
Siempre fuimos solamente nosotras, mí padre nos abandono cuando era niña, mí madre se enfermo unos años después, deje de estudiar para trabajar. Y aquí estoy...

– ¡Celeste! –grita mí jefa–. Tenemos que hablar, ven aquí.
Con el corazón en la boca y temblando la sigo a la oficina, se sienta y me pide que me siente delante de ella, me tiemblan las piernas y me siento.
– ¿Po... Por qué me llamaba? –le pregunto nerviosa–. ¿Hice algo mal?
– Si, Celeste –dice seriamente–. Vives llegando tarde al trabajo
– Lo se, señora –asiento nerviosa–. Es que...
– Se que tu mamá está enferma –dice mirándome–. Te compadezco pero no puedo seguir permitiendo eso
– Por favor, señora... –digo triste–. Necesito el trabajo, no me regalan los medicamentos de mi madre
– Lo lamento mucho –me dice–. Pero ya entrevisté a alguien para que ocupe tu puesto
– Pero... ¿Cómo voy a hacer con mí madre? –libero algunas lágrimas–. Sus médicamentos...
– Tranquila, Celeste –se acerca a mí–. Te daré un poco de dinero para que puedas pagarlo, pero más que eso no puedo hacer
¡Me quedé sin trabajo! ¿Que hare ahora? ¿Cómo pagaré los medicamentos?. Necesito encontrar una solución.
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MADRID, ESPAÑA
ALEXANDER
Mí padre y mí padrino está aquí hablándome de una supuesta muchacha de buena familia que está soltera y en edad de casarse. Pero desde que soy viudo no me interesa otra mujer.
Rebecca era mí vida, mí corazón y todo para mí. Se suicidó después de que tras casi diez años de matrimonio no me pudo dar hijos, nos hicimos estudios, yo no era el problema sino que ella no podía concebir.
– ¿Que me dices, Alex? –me pregunta–. Es una bella chica y de buena familia
– Sabes lo que pienso sobre eso –le digo con indiferencia–. No estoy interesado
– ¿Por qué al menos no la conoces? –me dice mí padre–. Te aseguro que te gustará mucho
– Por favor, papá, tío Mark –digo suspirando– Gracias por tu esfuerzo en hacerme feliz pero no quiero
– ¡Hijo! –me grita mí padre–. Necesitas tener un hijo para que heredé tu fortuna y el apellido de la familia
– Papá, tío Mark. Tengo 36 años, soy un adulto –les digo–. Si quisiera casarme lo haría, pero no tengo ganas
– Rebecca fue incapaz de darte un hijo –exclama mí padre–. Necesitas una mujer que sea capaz de hacerlo