BRUNELLA
Llego a España luego de un largo viaje, el idiota es muy parecido y muy diferente el español latino. Salgo del aeropuerto y veo a mi amiga Candela quien lleva ya dos años aquí.
– ¡BRUNE! –corre hacia mí y me abraza–. Al fin llegas.
– ¿Cómo estás? –digo mientras la abrazo–. Si, llegue... Estoy muy nerviosa.
– Se te nota –me dice alegre–. Mañana empiezas a trabajar.
– ¡Si! –digo feliz–. En el último departamento.
Candela me ayuda con las malestas. Subimos a un taxi y vamos a dónde viviré con ella, tiene un hermoso apartamento, miro todo el lugar.
– Que facha que tiene tu casa –digo silbando.
– Gracias, Brune. Sabes que aquí algunas palabras tiene otro significado –me dice–. ¿No?!
– Si, claro –me río–. Giripollas... Estás súper guapa.
– Te sale bien... Me alegro –suspira–. Bien te enseñaré tu habitación.
Me enseña mí habitación y me deja acomodarme. Miro mí ropa para ver qué puedo usar para mañana.
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• AL DIA SIGUIENTE •
CELESTE
Estoy sentada en sala leyendo un poco, pienso un poco en. Mí indecisión... ¿Alexander o Conrad?. ¿Que hago?. No hay nadie en casa, mí papá y Eva se fueron a pediatra, Adler, Carolina y las niñas salieron, mí mamá se equedo en Grecia y Annia con ella por unos días.
El timbre de la casa me saca de mis pensamientos y voy a abrir, me quedo helada... ¡ALEXANDER!. Mí corazón automáticamente empieza a latir a toda velocidad.
– ¿Tu... Que? –me aclaro la garganta–. ¿Que haces aquí?
– Vine por esto –me muestra los papeles de divorcio–. ¿Estás tan decidida?
– Yo me hubiera quedado la vida entera a tu lado... –le digo–. Pero... Tenías que estar del lado de tu madre.
– No podía dejarla, Celeste –me dice apenado–. Pero te amo.
– Eres un cobarde –le digo–. No eres capaz de tomar ni una sola decisión propia.
– ¡Lo intento! ¡Intento cambiar!. Tu lo estabas logrando –toma mis manos–. Por favor, no puedo hacerlo sin ti.
– Adela y tu hijo son tu familia ahora –le digo.
– Ni siquiera vivimos en la misma casa –me súplica–. Vuelve conmigo. Se de nuevo mí esposa.
– ¿Para que? ¿Eh? –suelto sus manos–. ¿Para verle la cara todos los días a la asesina de mi bebé?
– Se irá de la casa, lo prometo –me sonríe–. Déjame reconquistarte. Dame una oportunidad.
– No lo sé... Me lastimaste demasiado –aparto la mirada–. No sé si...
– Dame la oportunidad –suplica–. Por favor, prometo tener decisión propia.
Lo miro a los ojos, esos ojos brillantes. Suelto un profundo suspiro.
– Está bien... –le sonrío–. Solo una oportunidad.
Me sonríe muy emocionado y luego me besa, se sienta raro volver a besarlo. Entonces cuando nos alejamos veo el auto de Conrad que acelera una parte de mí corazón se oprime en ese momento pero no le prestó atención.
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BRUNELLA
Luego de ponerme un elegante vestido negro ajustado con un corte en la pierna, unos zapatos serios y un maquillaje ligero, tomo mí bolso y salgo de la casa, Candela se fue así que simplemente cerré la puerta.
Paso casi treinta minutos en un taxi llego a la increíble agencia de abogados... ¡Que emoción! –y que nervios–. Antes de entrar freno delante de la ventanilla de un hermoso Mercedes negro. Miro mí reflejo, me acomodo el labial.
– Bien, Brunella... Estás aquí –me digo a mí misma–. Luchaste mucho para estarlo. Eres grande e inteligente... Lo haras súper piola.
Inhaló y exhalo, me miró de vuelta.
– No digas nada fuera de lugar –me miro–. Tienes la costumbre de cagarla a cada rato. Cada pelotudez sale de tu boca... ¡Aguante BOCA JUNIORS!. Si, así...
Entonces la ventanilla del auto empieza a bajar, unos ojos azules claros chocan con los míos. El increíblemente guapo, está más bueno que comer pollo con la mano.
Alza las cejas y sonríe divertido.
– Lo harás genial, estoy seguro –me sonríe–. Aunque soy del Barça, Boca no está nada mal.
– Pe... Perdón, de verdad –me cubro la cara–. ¡Pero que pelotuda que soy!. Chau, buen día –salgo corriendo–. La conc*a de su madre, estoy en boluda hoy.
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CONRAD
Mí día empezó de lo peor al ver a Celeste besarse con Alexander. ¿Para que me llamo y va a caer de nuevo a sus pies?. Me hubiera quedado en Italia. Cuando llego a la agencia, me quedo un rato en el auto, amargado y triste.
Cuando de pronto una chica aparece en mí ventanilla, se acomoda el maquillaje, empieza a hablarse a si misma y yo me río bajito para que no me escuche. Bajo la ventanilla y la ánimo... Tiene un acento raro... Latinoamericana quizás.
Ella se va y yo bajo de mi auto, entro a la agencia y al ascensor dónde está la misma chica.
– Hola de nuevo –ella me mira–. Tienes un buen maquillaje.
– ¡Ho... Hola! –me dice nerviosa–. Perdoname por lo que pasó con tu coche.
– No te preocupes –asiento–. ¿A qué piso va?
– Al último –me dice–. Sino es que lo joda mucho.
– Nada de eso... –toco el botón–. Yo también voy allá. ¿Primer día?
– ¿Se me nota mucho? –pregunta nerviosa–. Si, es mí primer día.
– Buena suerte entonces –la aliento.
– Espero que mí jefe sea buena onda –mira al techo–. Este es un sueño hecho realidad. Todos hablan maravillas del señor Conrad Spencer.
– Gracias... –le digo sonriendo.