Una Esposa para El señor Wayne

Capitulo XXXIII

BRUNELLA 

Llego a España luego de un largo viaje, el idiota es muy parecido y muy diferente el español latino. Salgo del aeropuerto y veo a mi amiga Candela quien lleva ya dos años aquí.

 

– ¡BRUNE! –corre hacia mí y me abraza–. Al fin llegas.

 

– ¿Cómo estás? –digo mientras la abrazo–. Si, llegue... Estoy muy nerviosa.

 

– Se te nota –me dice alegre–. Mañana empiezas a trabajar.

 

– ¡Si! –digo feliz–. En el último departamento.

 

Candela me ayuda con las malestas. Subimos a un taxi y vamos a dónde viviré con ella, tiene un hermoso apartamento, miro todo el lugar.

 

– Que facha que tiene tu casa –digo silbando.

 

– Gracias, Brune. Sabes que aquí algunas palabras tiene otro significado –me dice–. ¿No?!

 

– Si, claro –me río–. Giripollas... Estás súper guapa.

 

– Te sale bien... Me alegro –suspira–. Bien te enseñaré tu habitación. 

 

Me enseña mí habitación y me deja acomodarme. Miro mí ropa para ver qué puedo usar para mañana. 

 

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• AL DIA SIGUIENTE •

 

CELESTE

Estoy sentada en sala leyendo un poco, pienso un poco en. Mí indecisión... ¿Alexander o Conrad?. ¿Que hago?. No hay nadie en casa, mí papá y Eva se fueron a pediatra, Adler, Carolina y las niñas salieron, mí mamá se equedo en Grecia y Annia con ella por unos días.

El timbre de la casa me saca de mis pensamientos y voy a abrir, me quedo helada... ¡ALEXANDER!. Mí corazón automáticamente empieza a latir a toda velocidad. 

 

– ¿Tu... Que? –me aclaro la garganta–. ¿Que haces aquí? 

 

– Vine por esto –me muestra los papeles de divorcio–. ¿Estás tan decidida? 

 

– Yo me hubiera quedado la vida entera a tu lado... –le digo–. Pero... Tenías que estar del lado de tu madre.

 

– No podía dejarla, Celeste –me dice apenado–. Pero te amo. 

 

– Eres un cobarde –le digo–. No eres capaz de tomar ni una sola decisión propia.

 

– ¡Lo intento! ¡Intento cambiar!. Tu lo estabas logrando –toma mis manos–. Por favor, no puedo hacerlo sin ti. 

 

– Adela y tu hijo son tu familia ahora –le digo.

 

– Ni siquiera vivimos en la misma casa –me súplica–. Vuelve conmigo. Se de nuevo mí esposa.

 

– ¿Para que? ¿Eh? –suelto sus manos–. ¿Para verle la cara todos los días a la asesina de mi bebé? 

 

– Se irá de la casa, lo prometo –me sonríe–. Déjame reconquistarte. Dame una oportunidad. 

 

– No lo sé... Me lastimaste demasiado –aparto la mirada–. No sé si...

 

– Dame la oportunidad –suplica–. Por favor, prometo tener decisión propia.

 

Lo miro a los ojos, esos ojos brillantes. Suelto un profundo suspiro.

 

– Está bien... –le sonrío–. Solo una oportunidad. 

 

Me sonríe muy emocionado y luego me besa, se sienta raro volver a besarlo. Entonces cuando nos alejamos veo el auto de Conrad que acelera una parte de mí corazón se oprime en ese momento pero no le prestó atención.

 

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BRUNELLA 

Luego de ponerme un elegante vestido negro ajustado con un corte en la pierna, unos zapatos serios y un maquillaje ligero, tomo mí bolso y salgo de la casa, Candela se fue así que simplemente cerré la puerta. 

Paso casi treinta minutos en un taxi llego a la increíble agencia de abogados... ¡Que emoción! –y que nervios–. Antes de entrar freno delante de la ventanilla de un hermoso Mercedes negro. Miro mí reflejo, me acomodo el labial. 

 

– Bien, Brunella... Estás aquí –me digo a mí misma–. Luchaste mucho para estarlo. Eres grande e inteligente... Lo haras súper piola. 

 

Inhaló y exhalo, me miró de vuelta. 

 

– No digas nada fuera de lugar –me miro–. Tienes la costumbre de cagarla a cada rato. Cada pelotudez sale de tu boca... ¡Aguante BOCA JUNIORS!. Si, así...

 

Entonces la ventanilla del auto empieza a bajar, unos ojos azules claros chocan con los míos. El increíblemente guapo, está más bueno que comer pollo con la mano. 

Alza las cejas y sonríe divertido. 

 

– Lo harás genial, estoy seguro –me sonríe–. Aunque soy del Barça, Boca no está nada mal. 

 

– Pe... Perdón, de verdad –me cubro la cara–. ¡Pero que pelotuda que soy!. Chau, buen día –salgo corriendo–. La conc*a de su madre, estoy en boluda hoy. 

 

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CONRAD 

Mí día empezó de lo peor al ver a Celeste besarse con Alexander. ¿Para que me llamo y va a caer de nuevo a sus pies?. Me hubiera quedado en Italia. Cuando llego a la agencia, me quedo un rato en el auto, amargado y triste. 

Cuando de pronto una chica aparece en mí ventanilla, se acomoda el maquillaje, empieza a hablarse a si misma y yo me río bajito para que no me escuche. Bajo la ventanilla y la ánimo... Tiene un acento raro... Latinoamericana quizás.

Ella se va y yo bajo de mi auto, entro a la agencia y al ascensor dónde está la misma chica. 

 

– Hola de nuevo –ella me mira–. Tienes un buen maquillaje.

 

– ¡Ho... Hola! –me dice nerviosa–. Perdoname por lo que pasó con tu coche. 

 

– No te preocupes –asiento–. ¿A qué piso va? 

 

– Al último –me dice–. Sino es que lo joda mucho. 

 

– Nada de eso... –toco el botón–. Yo también voy allá. ¿Primer día?

 

– ¿Se me nota mucho? –pregunta nerviosa–. Si, es mí primer día.

 

– Buena suerte entonces –la aliento.

 

– Espero que mí jefe sea buena onda –mira al techo–. Este es un sueño hecho realidad. Todos hablan maravillas del señor Conrad Spencer. 

 

– Gracias... –le digo sonriendo. 




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